Reseña del libro ‘Self Care’ de Russell Smith

A principios de este verano, unos amigos y yo fuimos de viaje a la playa en Charleston, Carolina del Sur. Una noche, fuimos a un bar que, a la misma vez, acojía el afterparty de una boda y tenía una parte separada para los que no estaban invitados. Nos colamos entre los sureños y el hombre sentado a mi lado empezó a coquetear con mi amiga. Ella enseguida le preguntó a quién había votado. “A Donald J. Trump”, respondió él, y mi amiga empezó a discutir con él al momento. Él se giró hacia mí, y yo le dije: “Lo siento, pero no tengo ganas de hablar contigo”. Volvió a discutir con ella.

Dije eso principalmente porque quería que mi noche fuera de cierta manera, y mis planes no incluían debatir sobre política (a menos que mis amigos quisieran). La estaba pasando bien y quería hablar con gente de Charleston con la que pudiera congeniar, como otro hombre a mi lado con una camiseta de Kacey Musgraves que me estaba preguntando sobre Bon Iver y Saya Gray. Pero no quise decir que nunca querría hablar con el votante de Trump; temía que, al cortarlo completamente, estaba cayendo en su estereotipo de un opositor: de mente cerrada, que solo quiere permanecer en su burbuja de información. Además, puedo admitir que fue un poco grosero literalmente girarme en mi asiento para que no pudiera hablarme. Corté esa línea de comunicación y amplié la brecha entre nuestras posturas políticas al negarme a entablar una conversación que tenía una (pequeña) posibilidad de entendimiento. Aunque, por otra parte, él y mi amiga discutieron por mucho tiempo después de eso, y ninguno de los dos, me di cuenta, cambió la opinión del otro.

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¿Deberías hacerte amigo de un nazi? Esa es la pregunta central de la nueva y provocadora novela de Russell Smith, Self Care, donde una escritora digital llamada Gloria chatea con un chico que ve en una manifestación antiinmigración con la excusa de una entrevista para su columna. No digo que el partidario de Trump con el que hablé fuera un nazi, pero el Daryn de Gloria quizás sí lo sea; está con sus amigos misóginos, llevando una insignia que significa su participación en el movimiento. Gloria está convencida: este tipo odia a las mujeres. “Eso no es lo que significa”, suplica Daryn, “No se trata de eso. Respetamos a las mujeres”.

A pesar de sus conversaciones, y del hecho de que finalmente tienen relaciones sexuales, Gloria es escéptica sobre si él no es, en el fondo, una mala persona. Él merodea en los foros y se queja de que las mujeres no le prestan atención: “Si tienes un pene pequeño como yo”, ha escrito, “nunca vas a tener la confianza suficiente para acercarte a una chica, lo que es gracioso, porque sabes que ella no puede verlo, pero tú siempre eres consciente de ello”. Quién sabe si esto es producto de intensos podcasts de la ‘hombreesfera’ o de una autoestima debilitante, pero Gloria siente curiosidad por saber dónde empezaron estas ideas. Ella no está libre de reacciones viscerales: lo llama perdedor cuando él la llama hermosa. Sus conversaciones son un ejercicio para extirpar un profundo dolor en el corazón del hombre contemporáneo, y a menudo irradian una honestidad intensa. Después de un tiempo, Gloria disfruta pasando tiempo con él, abandonando su artículo. Lo antagoniza, bromea diciendo que si consigue una novia lo echarán de su grupo de misoginia.

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Aún más curioso es cómo él se somete a Gloria cuando tienen sexo; hace lo que le dicen y le gusta así, pero se niega a hablar sobre por qué podría ser ese el caso, por si acaso su masculinidad queda en entredicho. Además, está muy lejos de lo que ha publicado en línea: “Somos naturalmente dominantes, y es antinatural que a las mujeres se les dé artificialmente tanto poder sobre nosotros y que tengamos que feminizar nuestros valores y los valores de toda la sociedad”. ¿Qué pensarían los misóginos si supieran que uno de los suyos está siendo atado y recibiendo órdenes?

A menudo me he preguntado qué empuja a los extremistas hacia su punto de quiebre, en qué momento la fractura del pensamiento contemporáneo se vuelve tal que nos empuja a odiar a las mujeres, a odiar a los hombres, a odiar a las minorías, a asesinar a personas con las que no estamos de acuerdo. Self Care no tiene la respuesta, pero al menos entabla un (sí, ficticio) diálogo con uno de estos hombres. Daryn es una persona además de un posible misógino. Smith dice que llegar a conocer ambas personalidades separadas para ver qué hay debajo podría valer la pena.


Self Care ya está a la venta.