Aún con la desesperación de la pandemia, cuando buscabamos algo grande en tiempos tan pequeños, The Old Guard fue más que otra película genérica de Netflix. Estrenada en el infierno de julio del 2020, cumplía con lo básico (estrella famosa, locaciones internacionales, potencial para franquicia) pero se sentía más auténtica que otras, convirtiéndose en un éxito para quieness buscaban evadirse, logrando uno de los lanzamientos más grandes de la plataforma.
Pero como muchas pelis de Netflix, su impacto cultural fue mínimo: popular un fin de semana, luego olvidada con la misma rapidez. Una secuela era inevitable pero innecesaria. Aprobada en 2021 y filmada en 2022, tardó tres años más en estrenar. The Old Guard 2 no solo muestra los golpes de una postproducción problemática, sino que también sufre por la distancia con la primera, obligándonos a recordar algo que ya habíamos olvidado (para promocionarla, Netflix hasta hizo que sus actores resumieran la trama en un video).
Y no es que sea una simple peli de acción. La mitología de The Old Guard, basada en los cómics de Greg Rucka, es tan enredada que hasta hay que leer la sinopsis en Wikipedia para entender qué pasa en esta secuela. ¿Debería una peli de verano ser tan complicada?
Charlize Theron lo hace tolerable. Es una actriz que no vemos lo suficiente, y cuando aparece, suele ser en proyectos mediocres. Theron, que nos dio una de las mejores actuaciones de la década en Young Adult, parece conformarse con papeles sin desafío, como este. Aquí vuelve como Andy, una guerrera inmortal que (tuve que recordarlo) perdió su inmortalidad en la primera peli, algo que debería darle tensión a sus peleas (pero no). Esta vez, una vieja compañera (Ngô Thanh Vân) se une a un inmortal misántropo (Uma Thurman), forzando a Andy y su equipo a actuar.
Aunque es un alivio que dure menos de 97 minutos (sin créditos, mucho más corta que la primera de 125), The Old Guard 2 parece apurada, mal desarrollada y confusa—un asesino de franquicias. Junto a M3GAN 2.0 (que fracasó en taquilla tras 2.5 años de espera), es un recordatorio para los estudios: las secuelas necesitan velocidad y simplicidad en una era donde las pelis ya no dejan huella.
El cambio de directora (Gina Prince-Bythewood por Victoria Mahoney) empeoró las escenas de acción, y la representación queer, antes revolucionaria, casi desaparece. En la primera, hubo un beso apasionado entre los inmortales (Marwan Kenzari y Luca Marinelli); ahora, solo rozan frentes. Además, la relación entre Andy y su ex-compañera (explícitamente gay en los cómics) se vuelve ambigua—un final irónico para el mes del Orgullo.
Theron lucha incluso cuando el guión no lo merece, pero aquí desperdician su talento, junto al de Chiwetel Ejiofor y Uma Thurman (divertida como villana, pero con poco screentime). El final prepara una tercera peli, pero… ni siquiera hay confirmación oficial. El cliffhanger es tan confuso que parece un error, dejando todo incompleto, como Divergent (su cuarta peli jamás se hizo). Quizá sea mejor así.