Reseña de ‘The Lowdown’: Ethan Hawke brilla en una ingeniosa serie neoir

Ethan Hawke es super parecido a un mapache en The Lowdown; no solo porque tiene el pelo gris y negro todo enredado, y normalmente está en varios estados de desorden dependiendo de si su Lee Raybon está saliendo del lado equivocado de la cama o del maletero del coche de algún neonazi.

Periodista freelance de profesión (entre otras cosas), Lee es el detective autoproclamado en la deliciosamente pulp y engañosamente ligera novela negra del creador Sterlin Harjo. Él husmea alrededor de Tulsa, Oklahoma, revuelve la basura de la gente, repetidamente arma un lío y mayormente recibe respuestas hostiles de las personas que tienen la desgracia de cruzarse con él (básicamente el mundo en que vive un mapache). Pero, de vez en cuando, alguien encuentra a Lee lo suficientemente adorable o simpático que quizás le eche una mano, o incluso se lo lleve a la cama.

Hawke se junta con Harjo otra vez en la serie de ocho partes (de la cual los críticos recibieron cinco episodios), después de aparecer en la ganadora del Peabody, Reservation Dogs, del último. Es previsiblemente genial en el papel, interpretando a Lee como un pillo por quien simultáneamente animamos y nos sentimos avergonzados. Es un narcisista presumido que se llama a sí mismo el “truthstorian” de Tulsa. Siempre es el primero en soplar su propia trompeta cuando logra algo (lo que sea), incluso si no hay nadie alrededor con quien compartir la satisfacción. Su misión de limpiar Tulsa – enfrentándose a supremacistas blancos, desarrolladores inmobiliarios corruptos y políticos locales, que quizás estén todos compinchados entre sí – es tal vez la manera de Lee de distraerse del desastre que ha creado en su propia casa.

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A Lee le falta dinero tanto para la pensión de sus hijos – que le debe a su siempre paciente ex Samantha (Kaniehtiio Horn) – como para pagar la nómina en la librería local que es dueño. Intenta llegar a fin de mes con trabajos en revistas locales, ya sea que impriman noticias o desnudos. Acceptará el pago de quien esté dispuesto a publicar sus artículos poco halagadores sobre los ricos y/o racistas en Tulsa. Para Lee, estas historias tienen la intención de armar un gran revuelo para que él pueda buscar más respuestas en el aftermath.

Hay belleza en el caos que alimenta y sigue a Lee, un tipo que organiza el inventario en su librería para que Harold Pinter quede al lado de Harry Potter. Por muy burdo que parezca ese emparejamiento, va en línea con The Lowdown, que hace una melodía de los tonos discordantes y las miríadas de influencias que tiene a su disposición.

Esta serie está borracha de los hermanos Coen, David Lynch y Raymond Chandler. Harjo y su equipo de guionistas también le rinden homenaje a Jim Thompson, el escritor de novela criminal, y nativo de Oklahoma, cuyas historias duras – sobre asuntos sórdidos, traiciones y asesinatos que involucran magnates del petróleo y la construcción de Texas – son un dispositivo literal de la trama en The Lowdown. Lee encuentra pistas para este misterio, que rodea el posible asesinato de un miembro de la élite de Oklahoma (Tim Blake Nelson, tan gangoso como siempre), enterradas en las páginas de esos libros de bolsillo.

The Lowdown no solo conversa con esas influencias, sino también, de manera convincente, con Reservation Dogs de Harjo. La serie anterior era una comedia sobre jóvenes holgazanes de belleza conmovedora acerca de adolescentes de la Nación Muscogee (Creek) que se movían por su comunidad unida mientras esta se curaba de la pérdida y el trauma intergeneracional. Reservation Dogs abrió nuevos caminos para la representación indígena (que ya se esperaba desde hace tiempo), estando liderada y poblada mayormente por personas de la comunidad, sin sentirse nunca agobiada por su propia importancia. A lo largo de tres temporadas, la serie se mantuvo inventiva y ágil, absorbió la cultura y el carácter local, jugó con los géneros y eclipsó virtualmente todo lo demás en la televisión.

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The Lowdown, que conserva la misma juguetónidad, es un nuevo tipo de alarde para Harjo, una curious vuelta de honor en este nuevo terreno que él ha forjado. El nativo de Oklahoma hizo la nueva serie (con mucho del reparto y equipo regresando) sobre un hombre blanco, invirtiendo la ecuación más común y usualmente explotadora, donde los cineastas colonos cuentan historias indígenas. Ver la manera en que la gente blanca se mueve a través de una lente indígena resulta ser una experiencia mucho más gratificante; no solo cuando se trata de todos los políticos corruptos y conspiradores de trastienda en The Lowdown.

También está el Lee de Hawke, que se comporta un poco como un salvador blanco, con ese aire narcisista suyo. Cuando Lee interroga a sus compatriotas de Oklahoma sobre su ignorancia o sus formas predatorias, no puedes evitar notar la grandilocuencia, y cuánto hace esa alianza performativa por su propio ego y sentido de propósito.

Eso es lo mejor que se puede esperar de los aliados, parece decir la serie, no de manera desinflada o cínica, sino con una calidez generosa y un sentido de esperanza que es claro y práctico sobre cómo se hace el trabajo noble.