Reseña de Chappell Roan: La princesa paciente del pop toma el trono triunfalmente en Nueva York

La idea del tiempo en 2025 parece cada vez más un concepto absurdo, pero colapsa especialmente al considerar la carrera de Chappell Roan. La artista pop originaria de Misuri pasó años en el panorama de artistas emergentes – yo supe de su himno prismático para clubes gay, ‘Pink Pony Club’, por una recomendación de un amigo en 2020 – para luego experimentar uno de los ascensos más rápidos al mainstream que jamás he visto. Hace solo 18 meses, todavía tocaba en anfiteatros para 2,000 personas en ciudades medianas; para el final del verano, reunió a la multitud más grande (más de 100,000 personas) que el festival Lollapalooza de Chicago haya visto. Su crecimiento fue tan vertiginoso – un ‘Tiny Desk’ viral, el Grammy a mejor artista nuevo, de acto secundario a cabeza de cartel en festivales, conquista de las listas internacionales – que parece que hay décadas de distancia con la artista que vi, aturdida por su propio terremoto cultural en el Governors Ball de Nueva York en junio del año pasado.

Su regreso a Nueva York en el estadio Forest Hills este fin de semana, sus primeros conciertos en EE. UU. en un año, representa por lo tanto una especie de regreso a casa y una vuelta de victoria para un viaje ocasionalmente complicado al estrellato. Sus ocho conciertos “pop-up” este otoño, bajo el nombre de gira ‘Visions of Damsels & Other Dangerous Things’, abarcan los puntos geográficos clave de su música: cuatro shows en Nueva York, escenario de despertares sexuales y rupturas devastadoras; dos en Kansas City, Misuri, a pocas horas de su ciudad natal, Willard; y dos en Los Ángeles, donde Roan forjó la alegremente queer y contagiosamente descarada música pop de su debut y hasta ahora único álbum de estudio, ‘The Rise and Fall of a Midwest Princess’.

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Es un testimonio de la potencia del sonido maximalista de Roan, repleto de comentarios sexualmente francos, sentimientos barrocos y un camp lujoso, que un concierto de 93 minutos con casi todas sus canciones tuvo la sensación de un recital de grandes éxitos. Se dice que Roan no se sentía al “100%” el domingo – “Tengo migraña, así que no puedo mover mucho la cabeza, pero eso es algo mío, así que finjan que lo hago mucho esta noche”, dijo antes de enseñar nominalmente el baile de ‘Hot To Go!’ a 13,000 devotos. Pero lo que sea que ella sintiera no se tradujo en un espectáculo que se sintió tan triunfal como relajado – una artista que ha pasado por mucho, finalmente adaptándose a la superestrella. Lo sabes desde el segundo en que aparece en un castillo gótico y caprichoso, vestida como mosquetera y princesa, que Roan por fin encontró su ritmo de gran espectáculo.

Una camaleón en deuda explícita con el drag – varias reinas abrieron el show del domingo –, Roan interpretó casi todos los roles reales en un espectáculo con temática de cuento: damisela, caballero, bufón, reina del castillo pateando al aire; suplicante para con las guitarristas de su banda femenina con estilo rock de los 70; y heredera de un linaje de espectáculo femenino bombástico al presentar a Nancy Wilson de Heart para una versión tremenda de ‘Barracuda’. Roan es fácilmente una de las mejores vocalistas de su generación pop, aunque a veces la opacaba el ruidoso júbilo – ya fuera por enfermedad o celebración, a menudo dejaba que el público tomara la voz. Perdí su voz por completo en la canción ‘The Subway’, su potente canto absorbido por una cascada de devoción.

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Eso encaja con un show que, siendo exuberante y festivo, logró sentirse casual e íntimo, más relajado que la última vez que actuó en suelo estadounidense. “Soy muy dura conmigo misma, muy muy dura, por actuar… No puedo dar el 100% hoy. Supongo que está bien, me divertiré”, dijo sentada en un trono para ‘Coffee’, mostrando una relajación ganada con esfuerzo después de un ascenso estresante al estrellato con los consiguientes acosadores y controversias. (Vocalmente, su “menos del 100%” es el 10,000% de otra persona).

Pero a pesar de todo el bombo pop – y yo prefiero el estilo de “más es más” de Roan –, fue en la lenta ‘California’, la penúltima canción de la noche, donde me conmovió. Una balada de añoranza escrita en 2020, cuando sus primeros pasos en el pop flaqueaban, la canción ahora contrasta totalmente con la supernova en que se ha convertido Roan. Y aún así, en un breve momento a capela – “I stretched myself across four states / New lands, west coast, where my dreams lay” – su voz contenía todo lo que una vez fue: grandes sueños y desilusión, un anhelo conflictico por un lugar que se desvanese, un sentido de obligación y humildad del medio oeste que no desaparece. Fue una sacudida emotiva en un show efervescente – un himno y un recordatorio de que ella, y muchos otros en el público, habían recorrido un largo, largo camino.