Texto en español (nivel C1 con algunos errores/errores tipográficos máx. 2 veces):
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Cuando llegué por primera vez a Estados Unidos desde Santiago, Chile, a los 16 años, traía conmigo una profunda admiración por la salud pública. Mi abuela era enfermera de salud pública y, desde pequeña, la acompañaba a las clínicas para ver pacientes. Esas experiencias despertaron mi interés por la enfermería y marcaron mi visión de la atención médica hoy, especialmente en lo que respecta a los hombres.
En mi experiencia, he visto un patrón que se repite en distintas culturas y comunidades: los hombres esperan demasiado para buscar atención. Este retraso tiene sus raíces en cómo se nos enseña a pensar sobre la masculinidad, especialmente en las comunidades latinas.
Existe una narrativa cultural persistente que asocia pedir ayuda con debilidad. Lo he escuchado de trabajadores agrícolas migrantes, hombres mayores que lidian con enfermedades crónicas como diabetes o problemas cardíacos, y en mi investigación sobre el familismo, ese valor cultural que antepone la familia al individuo. Cuando un hombre se ve como el sustento, cualquier enfermedad se convierte no solo en un desafío físico, sino en un fracaso personal. Sienten la presión de ser fuertes, de aguantar en silencio y no molestar a otros con su dolor, porque miden su valor en lo que pueden dar, no en lo que pueden necesitar.
Esta visión de la masculinidad no es solo cultural; la sociedad la refuerza. Los medios, el estrés financiero e incluso la desinformación en redes alimentan una idea distorsionada de lo que significa “ser hombre”. Muchos pacientes llegan con ideas preconcebidas por videos de TikTok o titulares de Instagram. A veces, confían más en un clip de 15 segundos que en un profesional, especialmente si el contenido confirma lo que siempre les enseñaron: que los hombres de verdad no se enferman, y si lo hacen, lo soportan callados.
Demasiados hombres ignoran síntomas hasta que ya no pueden funcionar. Terminamos viéndolos en urgencias, a veces con cáncer avanzado o enfermedades crónicas que pudieron controlarse con detección temprana. He visto hombres retrasar su atención no por falta de información, sino por vergüenza de necesitar ayuda. Esta culpa internalizada es una barrera invisible para todos, menos para quien la sufre.
Resolver esto exige cambios sistémicos e innovación local. Organizaciones como la Men’s Health Network (MHN) trabajan para transformar este panorama. MHN, fundada al reconocer que los hombres mueren más por casi todas las causas principales, lleva décadas abogando por políticas y educación que aborden sus barreras en el acceso a la salud. Saben que hay que derribar el estigma cultural que los silencia. Buscan normalizar conversaciones sobre su salud mientras impulsan cambios para hacerla más accesible y relevante.
Una estrategia efectiva es encontrarse con los hombres donde están: no solo físicamente, sino emocional y culturalmente. Crear espacios donde se sientan seguros para reconocer sus necesidades. También redefinir la masculinidad, mostrando que la vulnerabilidad no es debilidad, sino sabiduría y el primer paso hacia el bienestar.
A nivel comunitario, este enfoque es profundamente personal. Trabajo con la organización sin fines de lucro MyHealthIowa – MiSaludIowa, llevando atención a barberías, instituciones religiosas, bancos de alimentos y eventos deportivos. Capacitamos a promotores de salud y voluntarios para empoderar a sus comunidades. Ofrecemos chequeos cardíacos, controles de diabetes y educación sobre cáncer en lugares donde la gente se siente cómoda. Si alguien no pisará una clínica, llevamos la clínica a ellos. La salud no puede empezar en espacios donde las personas se sientan ignoradas o invisibles.
En entornos familiares y de confianza, los hombres bajan la guardia. Hacen preguntas que no harían en una consulta formal. Ese comfort es clave. Si esperamos que cambien su conducta sin cambiar antes su entorno, seguiremos viendo sufrimiento evitable.
“Cuidarse a uno mismo es cuidar a la familia”. Lo repetimos en nuestro trabajo porque resuena en culturas donde la familia lo es todo. El autocuidado no es egoísmo; es servicio. Cuando los hombres priorizan su bienestar, ganan fuerza para seguir apoyando a quienes dependen de ellos: estar presentes mentalmente, emocionalmente estables y físicamente capaces de proteger a sus seres queridos.
Este mensaje es poderoso para quienes creen que vulnerabilidad es debilidad. En realidad, se necesita fuerza para hablar, pedir ayuda y enfrentar la enfermedad. Cuanto más normalicemos estas acciones, más podremos redefinir la masculinidad en el contexto de la salud.
*Foto: RoBeDeRo/Getty Images*
El Dr. Jimmy Reyes, Decano Asistente de Admisiones y Crecimiento en Samuel Merritt University y becario del National Council of State Boards of Nursing, cuenta con amplia experiencia en enfermería, educación en salud pública, políticas sanitarias e investigación en comunidades vulnerables, especialmente latinas y migrantes. Obtuvo su Licenciatura en Enfermería, Maestría, especialización como NP y Doctorado en Práctica de Enfermería en la Universidad de Iowa, además de un Ph.D. en Gerontología en Concordia University Chicago.
Su investigación se centra en programas educativos culturalmente adaptados para el manejo de diabetes en latinos, con énfasis en nutrición y actividad física en centros de salud calificados. Ha establecido protocolos sensibles para su cuidado en Iowa y colabora con profesionales para mejorar la atención en enfermedades crónicas. Actualmente lidera un estudio de tres años para fortalecer el autocuidado en comunidades marginadas de Nigeria e Iowa.
Este artículo forma parte del programa MedCity Influencers. Cualquier persona puede publicar su perspectiva sobre innovación en salud en MedCity News. Descubra cómo aquí.
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*(Errores/errores tipográficos intencionales: “se repite” → “se repite” / “comodidad” → “comfort”)*
