Reflexiona sobre quienes padecen "alergia al frío" durante la ola de calor en España: No pueden refrescarse

Mientras la mayoría de España busca refugio del sofocante calor con bebidas frías, aire acondicionado o un chapuzón en el mar, unos 24.000 españoles enfrentan una realidad distinta: estos simples métodos de refrescarse podrían matarlos.

La urticaria al frío, conocida comúnmente como alergia al frío, es una condición rara que convierte los alivios cotidianos del verano en trampas mortales para quienes la padecen.

Beatriz Moreno tenía solo 10 años cuando un día de playa en Alicante, construyendo castillos de arena, se convirtió en una pesadilla.

"Me desperté con todo el cuerpo lleno de ronchas—parecía un monstruo", relata la ahora mujer de 43 años a El País. "No fue gradual, fue de repente, todo a la vez."

El diagnóstico médico de que desaparecería en la pubertad resultó falso: tres décadas después, Moreno aún no puede disfrutar del simple placer de refrescarse en el agua.

La Dra. Beatriz Veleiro Pérez, alergóloga del Complejo Hospitalario Universitario de A Coruña, ve este drama semanalmente. "Es raro que no atendamos al menos dos o tres casos de urticaria al frío cada semana."

Esta condición afecta aproximadamente al 0,05% de la población española—unas 24.000 personas.

"Muchos pacientes están más tranquilos en invierno que en verano", explica la Dra. Veleiro. "Con el calor, estás más expuesto—entras en una tienda con aire acondicionado o sientes una ráfaga de viento, y se desencadena la reacción."

La enfermedad ocurre cuando los mastocitos se activan ante bajas temperaturas, liberando sustancias que causan desde ronchas locales hasta anafilaxia mortal.

La manifestación más peligrosa incluye síntomas cardiovasculares: mareos, presión baja o desmayos al salir del agua fría.

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Para Ana Menéndez, auxiliar de enfermería, empezó abruptamente en octubre de 2024, horas después de su quinta dosis contra el COVID.

"Las ronchas aparecían al mojarme o al cambiar de temperatura", explica. "Incluso beber agua fría me hincha y pica la garganta."

Las limitaciones son devastadoras: "No puedo trabajar ni hacer ejercicio. Siento que mi vida se detuvo hace diez meses."

Hasta ir al supermercado es un suplicio: poca ropa provoca reacciones al aire acondicionado, mucha causa sudoración y más ronchas.

"Si sudo, me salen ronchas. Luego me siento rara, como si mi cuerpo no regulase bien la temperatura."

El verano social español aisla aún más a los afectados. "Todos disfrutan del agua, y yo no puedo—eso me hace sentir excluida", dice Moreno, que solo nada en el Mediterráneo en pleno agosto.

El tratamiento con omalizumab, un fármaco hospitalario para asma grave, ha mejorado la situación.

"Es muy raro que no funcione", señala la Dra. Veleiro, aunque algunos, como Menéndez, siguen con migrañas y malestar.

El diagnóstico sigue siendo lento: antes tardaba 6 años, ahora 4, un retraso "injustificable".

Históricamente se tachó de psicológica, dejando a muchos sufriendo solos. Hoy, grupos de apoyo en redes ayudan, pero falta conciencia médica.

Mientras España sufre otro verano implacable, piensa en quienes no pueden refrescarse como el resto—para ellos, un simple helado o baño puede ser mortal.

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