Redefiniendo el Estilo de la Mamá Contemporánea

Un nuevo boletín de Blackbird Spyplane aterrizó este otoño. Su sagaz y perspicaz creador de tendencias había redactado un faro acerca del “estilo de mamá formidable”, entablando un diálogo con madres recientes. Como madre primeriza, sus palabras resonaron profundamente en mi bandeja de entrada.

Entre las prendas lucidas por diseñadoras como Zoe Latta, Ellen Van Dusen o la escritora Natalie So, se encontraban pantalones de artes marciales Pro Force y estampados vibrantes de Marimekko, zuecos Marni y voluminosas cazadoras de cuero amarillo. Quedaban atrás los cómodos tacones bajos y las prácticas botas gruesas que solía avistar en el parque infantil. ¿Su sustituto? Zapatillas cool capaces de recorrer kilómetros a buen ritmo o calzarse con las manos ocupadas: las Salomon ‘Snowclog Mid’, las Nike Air Rift o las Asics Gel-Kayano 14.

Estoy segura de no ser la única que se congratuló al ver a estas mujeres que no consideraban una frivolidad —al menos aún no— el preocuparse por expresarse a través de su estilo, incluso cuando sus bebés y niños pequeños les dirigían un sinfín de demandas y las expectativas sociales sobre el autosacrificio materno se cernían sobre ellas. Los cuerpos transformados, las prioridades alteradas y las manos forzadas condujeron a ciertos desajustes, pero también, en ocasiones, a un menor preciosismo y a una aproximación al estilo más cercana al *carpe diem*.

No afirmo que el hecho de ser madre me haya hecho vestir mejor de la noche a la mañana. En absoluto. Desde que tuve a mi hijo hace cuatro años, más allá de esos primeros meses de comfort en peto y holgadas camisas de hombre, a menudo he lidiado por vestirme de un modo que se avenga con esta nueva identidad. No solo las viejas cinturas resultan estrechas, sino también las estéticas pretéritas. Algo difícil de precisar.

Ahora, superado el modo supervivencia de la crianza temprana, con su caos, sus lactancias y su agotamiento, la cuestión de cómo vestir a este nuevo yo se ha erigido en un fascinante proyecto paralelo al trabajo principal de criar a un niño. Y no soy la única que descubre que la maternidad ha suscitado algo más parecido al *Yolo* en lo que a mi vestuario se refiere, yuxtapuesto con una nueva celeridad y un anhelo de vestir con más elegancia. Asimismo, existe un desafío en la forma en que ahora concibo mi manera de vestir, que en su día creí quedaría fuera de mi alcance en cuanto el bebé llegara al moisés. El error reside en la misoginia internalizada, pero me sorprendió gratamente descubrir que la maternidad no era una vía unilateral hacia LK Bennett; al contrario, lograba que hasta los viejos estilos se sintieran renovados. Los looks *tomboy* adquirían una rebeldía placentera; vestirse empezó a deparar divertimento en direcciones inesperadas. Salvo en aquellos días en que las inseguridades corporales se imponen, ahora disfruto pensando más en mi atuendo, hallando en ello un placer que había perdido.

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Para mí, el “estilo de madre reciente” implica diversión, no un “vestir repentino”; significa eludir nociones de “corrección” y permitir que la novedad de, bueno, todo, se exprese. Es probable que generaciones precedentes se vieran más obligadas a abdicar de sí mismas. Pero lo que sin duda parece diferente ahora es que este “estilo mamá”, y no solo el tipo Shirley Hughes —formidable como es—, está siendo reconocido y celebrado.

> El estilo recatado de Rose Byrne como madre en *Platónico*. Fotografía: Katrina Marcinowski/Apple TV

La maternidad constituye una etapa compleja para la indumentaria: los tabloides critican a las madres “desaliñadas” que acuden a la escuela y a las llamadas *”yummy mummies”*. Mas esto no ha de ser otro instrumento de autoflagelación femenina. Se trata de una expansión, una laxitud, y siempre habrá espacio para quienes legítimamente no les preocupe. Pero desde que tengo uso de razón, el estilo de las nuevas madres se asociaba a trajes sosaínos con pañuelos de seda, como la madre en *Solo en casa* o, más recientemente, las camisas de franela, los chinos y los discretos lunares del personaje de Rose Byrne en *Platonic*, de una recatada elegancia minimal. O los leggings y las cazadoras acolchadas de Lululemon.

Históricamente, en el imaginario colectivo, la maternidad ha sido destacada por las formas en que se considera perjudicial para la mujer: su apariencia, su suelo pélvico, su ingenio y su vestuario. Pero he aquí que, en este boletín de Blackbird Spyplane, se puso un raro énfasis en las interesantes y enriquecedoras formas en que la maternidad puede influir en el estilo, para las *”hardcores”*. Y la evidencia está por todas partes, desde la puerta del colegio hasta la biblioteca, así como en los recientes premios CFDA, donde Rihanna describió su traje de Alaïa como ‘*postpartum dressing*’.

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Para explicar el porqué de todo esto, la fotógrafa y madre residente en Brooklyn, Sunny Shokrae, alude a una expansión cultural: “La forma en que se retrata a las madres en los medios se ha diversificado y, en consecuencia, la gente se siente más libre para asumir riesgos”. Tomemos como ejemplo a la actriz Jennifer Lawrence, convertida en emblema del aspiracional “estilo mamá”. The Cut acuñó recientemente su look como *”momboy style, para mujeres que adoran el contraste entre un abrigo de piel de becerro estampado y unas joviales zapatillas Salomon”*. Auxiliada por un atractivo convencional, confecciona de algún modo camisetas gráficas rojo Crayola y siluetas holgadas en atuendos elegantes. Las mujeres que son madres están integrando la maternidad en su trabajo y sus personajes públicos, lo que hace que su indumentaria se perciba más intrínseca a sus identidades como tales. Sirvan de ejemplo Beyoncé o Laura Marling, en escenarios y portadas de discos. En el mundo de la moda, Adwoa Aboah luce sudaderas y conjuntos asimétricos de Christopher John Rogers; Simone Rocha, moños y Crocs enjoyados.

Para Zoe Latta, cofundadora de la firma Eckhaus Latta y madre de un niño de cuatro años y otro de cuatro meses: “Tu cuerpo cambia cada día —o tu percepción de tu cuerpo y de cómo deseas ser vista está en constante evolución— y eso me ha llevado a estar mucho menos aferrada a un sentido concreto del estilo, y posiblemente a ser más positiva”. Tu identidad y tu cuerpo han quedado al descubierto, ¿por qué no tu armario?

> El traje ‘postparto’ de Alaïa de Rihanna. Fotografía: Evan Agostini/Invision/AP

Shokrae confiesa haberse “divertido más con la ropa desde el nacimiento de mi hijo”, en parte porque se encuentra “genuinamente inspirada por su armario”. Hace dos años, compartió su estilo con la *influencer* Leandra Cohen, en una sección de su Substack titulada “¿Qué visten realmente las madres?”. Su *uniforme* real incluye “pantalones de *slugs* dignos de una búsqueda en Google” para el parque y gafas de sol de Target que le recuerdan a los Smashing Pumpkins y “la reconectan con su esencia”.

tras la promoción del boletín

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Algunas mujeres sienten el deseo de protestar algo. Mientras que *”frump”* suele ser un término misógino que las mujeres temen que se les aplique, Latta se inclina hacia él a través de los *muumuus*. “La misoginia en torno a lo desaliñado es en realidad una protección: ignorar la idea de lo que es o no sexy para la mirada externa y afirmar: ‘Llevo este *muumuu* y es formidable'”.

Otras sienten la necesidad de vestir de un modo más “adulto” tras asumir las responsabilidades que conllevan los menudos pies y manos. Latta solía llevar mucha “ropa gastada y hecha jirones… ahora, cuando me pongo esas cosas, pienso que esto no contribuye a que me sienta bien”. En aquellos primeros meses, la suavidad de una camiseta de hace una década resultaba hogareña, pero años después, esa comodidad se volvió claustrofóbica. Aún llevo frecuentemente camisas de hombre, pero con más estructura y menos desgaste.

Por supuesto, es difícil discernir qué corresponde a la maternidad y qué al mero envejecimiento, pero la evolución suele dirigirse hacia algo nuevo. Latta considera que su transformación es “irreversible. Definitivamente, a nivel emocional, hay ciertas prendas a las que no deseo regresar… ropa que pertenece a una era pretérita”.

En palabras de Shokrae, “no existe regla alguna sobre cómo ‘deben ser’ las madres. Esa es una invención, y creo que son muchas las mujeres que están desmantelando ese arcaico pensamiento. Las madres son dinámicas, como todas las personas —más cansadas, sin duda—, pero se definen por algo más que su rol de ‘madre’. Y su estilo también”.

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