El hombre fuerte sirio, Bashar al-Assad, era la cara del régimen, pero no estaba para nada solo. Durante sus dos décadas en el poder —y a lo largo de una guerra civil de 13 años que dejó medio millón de muertos— los muchos secuaces del señor al-Assad supervisaron la tortura de prisioneros políticos. Desarrollaron y usaron armas químicas. Gestionaron negocios de drogas ilícitas para financiar la dictadura.
Cuando el régimen de Assad cayó en diciembre de 2024, muchos de esos colaboradores desaparecieron sin dejar rastro. Se cree que algunos huyeron a Libia, Rusia o los Emiratos Árabes Unidos. La situación es confusa. Circulan muchos rumores. Las pistas se enfrían. Una cosa está clara: Estas no son personas que quieran ser encontradas, ni que rindan cuentas por la brutalidad del régimen.
Las estructuras internas de las dictaduras son opacas por diseño. Muchos de estos hombres tenían perfiles públicos limitados, e incluso encontrar fotos de algunos es un desafío.
El objetivo de este proyecto periodístico es revelar a los funcionarios de alto nivel más críticos que impulsaron el violento gobierno del señor al-Assad, descubrir evidencia de sus supuestos crímenes, y averiguar dónde pueden estar ahora.
Para identificar a un grupo central de colaboradores, The Times recopiló los nombres de cada individuo sancionado por Estados Unidos o la Unión Europea por su conexión con el régimen de Assad. Esa lista extensa se redujo cotejándola con investigadores de derechos humanos sirios e internacionales, documentos internos del régimen y otra evidencia de fuentes abiertas recopilada de internet.
Luego, The Times seleccionó nueve de los puntos críticos más mortales o reveladores de la guerra, y pudo vincular a funcionarios específicos de los niveles más altos con esos eventos.
El resultado final es una lista de 55 colaboradores de Assad que cumplían las órdenes del régimen y que desaparecieron cuando este fue derrocado.