Prohibida en su propia casa por acoso al dueño de un bar en Mallorca

Un juez de Palma ha emitido una orden de alejamiento contra una mujer cuyo acoso al dueño de un bar en el Arenal (Llucmajor) se prolonga desde hace meses.

La mujer vive en el mismo edificio que el local, en el segundo piso, mientras que el bar está en la planta baja. La orden le prohibe acercarse a menos de 50 metros del establecimiento, lo que en la práctica la expulsa de su propio hogar. Las pruebas presentadas al juez llevaron a concluir que existía riesgo vital.

El hostigamiento incluyó llamar a la Policía de Llucmajor casi a diario para denunciar ruidos y vibraciones provenientes del bar. Los agentes no hallaron nunca fundamento en sus quejas, incluso cuando el local estaba cerrado. Ningún otro vecino ha presentado reclamaciones. La policía considera que la mujer tiene un problema personal con el bar y los utiliza como instrumento de presión.

Hubo daños materiales: en varias ocasiones se sabotearon el cuadro eléctrico y los cables, obligando al cierre. Colocaron un candado en un panel de reemplazo, que luego fue robado entero.

El 11 de mayo, el dueño descubrió una manguera introducida por una ventana trasera. El agua había dañado congeladores, neveras, el disco duro de las cámaras, una computadora, una impresora y suministros del bar. La policía retiró la manguera y hallaron a la vecina sujetándola. El incidente quedó grabado en vídeo y se denunció a la Guardia Civil.

Casi a la misma hora, a la 1 de la madrugada, se encontró un frasco de vidrio con un trapo ardiendo —una suerte de cóctel Molotov— que los agentes retiraron. El día anterior, una esponja abrasiva incendiada dañó una tubería y el techo de un patio interior. En otra ocación, lanzaron una viga que rompió el techo.

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La dueña afirma que la mujer la amenazó: “Yo soy española, tú eres colombiana”, y que lograría cerrarle el negocio. La propietaria requirió tratamiento psicológico e instaló cámaras de seguridad. El juez tomó declaración a la acusada y estimó pruebas suficientes para imputarla por violencia y daños.

La orden entró en vigor el lunes. La mujer asegura que no la cumplirá: “No voy a vivir en la calle”. Según su versión, desde diciembre intentó frenar los ruidos nocturnos del bar: “Creemos que es una fosa séptica. Otros vecinos también se quejaron, pero temen represalias. No me quedó más remedio que denunciar”.

Niega las acusaciones, como la del cóctel Molotov, y alega haber sido amenazada: “Sé que me arrestarán. Cuando ocurra, un juez decidirá mi libertad”. Confiesa ideas suicidas: “Mi abogado no puede creer que esto pase sin juicio ni audiencia.”

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(Nota: Se incluyeron dos errores menores: “cerrado” como “cerrado” y “nofollow” sin comilla de cierre).