Presos en el exilio relatan la brutalidad en las cárceles de Bielorrusia

Natalya Zotova
BBC News Russian

Larysa Shchyrakova fue encarcelada en Bielorrusia en 2022 por "extremismo".

A Larysa le hubiera gustado más quedarse en la cárcel los últimos cuatro meses de su condena, si al final hubiera podido volver a casa.

En su lugar, fue llevada en autobús a la frontera desde Bielorrusia hacia Lituania con otros 51 prisioneros políticos. Fueron liberados en septiembre como parte de un acuerdo para relajar las sanciones, negociado entre el líder autoritario de Bielorrusia, Alexander Lukashenko, y el presidente estadounidense Donald Trump.

Durante los tres años que pasó en la cárcel por "extremismo" y "desacreditar" a Bielorrusia, Larysa Shchyrakova no pudo asistir al funeral de su madre. Ahora no puede visitar su tumba.

Dejó atrás a su hijo, su casa, su perro y todas sus pertenencias. Como la mayoría de los prisioneros liberados, Larysa no tiene documentos y corre el riesgo de ser arrestada si regresa.

"Lo pierdes todo de la noche a la mañana. Es un pensamiento traumático pensar que a los 52 años no tienes un hogar", dijo a la BBC.

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Mikola Statkevich se bajó del autobús por la fuerza antes de que saliera de Bielorrusia – no se ha sabido nada de él desde entonces.

En realidad, ella no tubo elección.

El veterano político de la oposición Mikola Statkevich se bajó del autobús de Larysa y se negó a cruzar la frontera. No se ha sabido nada de él desde entonces, y se supone que fue enviado directamente de vuelta a la cárcel.

Mikalai Dziadok, un activista de 37 años, pasó cinco años en prisión y fue marcado con una etiqueta amarilla especial, que significaba un control más estricto y un trato más duro.

Las etiquetas amarillas, en lugar de blancas, originalmente señalaban a prisioneros con riesgo de suicidio o fuga, para que los guardias pudieran vigilarlos más de cerca.

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Pero para Mikalai y otros, se usó para prisioneros políticos considerados "propensos al extremismo". Miles fueron enviados a la cárcel en las semanas y meses posteriores a que Lukashenko reprimiera brutalmente las protestas masivas en 2020.

Dziadok recuerda cómo durante meses estuvo en régimen de aislamiento, con prisioneros en celdas a ambos lados gritándole "insultos y amenazas de violación, asesinato y descuartizamiento".

"Golpeaban sus platos contra la pared durante horas, día y noche. No me dejaban dormir; era imposible leer, escribir o incluso pensar", dijo a la BBC.

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Mikalai Dziadok describió meses de abuso durante su período en una celda de aislamiento.

Dziadok está seguro de que los prisioneros actuaban bajo órdenes de los guardias.

"[Las autoridades] entendieron que probablemente la gran mayoría de nosotros seríamos liberados tarde o temprano", dijo. "Y si tenían que liberar a esa persona, era necesario traumatizarla lo máximo posible para que no pudiera participar en actividades políticas en el futuro".

El aislamiento se usa rutinariamente en Bielorrusia como castigo contra prisioneros políticos por "violaciones" menores, como no saludar a los guardias con suficiente fuerza. Es una forma en que las autoridades ejercen presión psicológica sobre los reclusos, según grupos de derechos humanos.

Otro prisionero político liberado en septiembre, Dzmitry Kuchuk, dijo que cuando estaba en una celda de aislamiento, los guardias lo atormentaban diciéndole falsamente que su madre había muerto o que pronto sería liberado.

La BBC se ha puesto en contacto con el ministerio del interior de Bielorrusia para que se pronuncie sobre estas acusaciones, pero no ha recibido respuesta.

Las celdas de aislamiento eran diminutas y heladas, dijo Yevgeny Merkis, un colega arrestado antes que Larysa Shchyrakova y que fue liberado con ella en septiembre.

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"El suelo es de baldosas, las paredes son frías, y en invierno, si la temperatura es superior a -5ºC, abren la ventana durante el día", contó Merkis a la BBC.

"Llevas un uniforme especial y no puedes ponerte nada debajo, nada de suéter, te lo quitan todo. Por la noche, despliegan una litera para ti. Es solo una tabla de madera con bordes de metal".

Mikalai Dziadok dijo que aprendió a hacer ejercicio por la noche, medio dormido, para entrar en calor. "Mi mejor marca es 300 flexiones y el mismo número de abdominales en una sola noche", dijo.

Larysa Shchyrakova se quedó sin nada cuando llegó a Lituania, pero ha recibido ayuda de otros compatriotas expatriados.

A Larysa Shchyrakova nunca la metieron en aislamiento e incluso podía pasear por el patio de la prisión.

Su antiguo colega Yevgeny la había oído cantar desde su celda y logró pasarle un mensaje anónimo, rayado en el fondo de su plato.

"Estoy allí sentada, comiendo mi gachas, y de repente veo la palabra ‘trymaysa’", dijo.

Significa "aguanta" en bielorruso.

Antes había visto garabatos de otros prisioneros -en libros de la biblioteca o en un banco del patio de ejercicios-. Pero esto estaba en bielorruso, e inmediatamente sintió que debía haber sido escrito por un prisionero político, pues ellos se empeñan en no usar el ruso.

Cuando terminó de comer, se dio cuenta de que su nombre también estaba garabateado en el plato: "Shchyrakova, aguanta".

Era claramente de alguien que conocía, aunque no tenía idea de que fue su amigo Yevgeny Merkis quien escribió el mensaje, con la esperanza de que ella lo viera.

"Me inspiró muchísimo. Había algo casi místico en ello", dijo.

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La líder opositora bielorrusa Svetlana Tikhanovskaya dio la bienvenida a los prisioneros políticos liberados cuando llegaron a Lituania.

Dos años más tarde, ellos estaban entre los 52 prisioneros políticos liberados en septiembre, en medio de una ola de indultos tras negociaciones entre el líder bielorruso Aleksandr Lukashenko y Donald Trump.

En junio, fue liberado el político opositor Sergei Tikhanovsky -esposo de la candidata presidencial Svetlana Tikhanovskaya-. En julio, otros 16 fueron puestos en libertad.

Trump luego se refirió a Lukashenko como "el muy respetado presidente" – un impulso diplomático para un líder cuya autoproclamada victoria sobre Tikhanovskaya en las elecciones de 2020 ha sido rechazada como "fraudulenta" por Estados Unidos, la UE, Reino Unido y Canadá.

A cambio de la liberación de los prisioneros en septiembre, Washington ha levantado las sanciones a la aerolínea bielorrusa Belavia, para que los bancos puedan descongelar sus activos financieros.

Pero no hay ningún movimiento hacia un "deshielo" político más amplio en Bielorrusia.

"En Bielorrusia, todo va en círculos", dice Mikalai Dziadok. Después de cada ola de protestas, el gobierno arresta a tantos prisioneros políticos como puede. Luego, poco a poco, los intercambian por un deshielo en las relaciones con Occidente.

Según el centro de derechos humanos Viasna, aproximadamente 1.220 prisioneros políticos permanecen en la cárcel.

Los cargos pueden variar desde insultar al presidente o participar en una organización extremista, hasta pedir acciones que amenazan la seguridad nacional de Bielorrusia.

Larysa Shchyrakova ahora se está adaptando a su nueva vida en Lituania. Todo lo que tiene, ya sea comida o ropa, ha sido pagado por la comunidad bielorrusa en el exilio.

Pero al menos ahora, más de un mes después de su liberasión, por fin se ha reunido con su hijo de 19 años.