Preguntas sin respuesta persisten en el fraude de subvenciones del ‘Fiestagate’ de Orihuela

El Ayuntamiento de Orihuela destapa graves irregularidades en subvenciones públicas otorgadas a las comisiones de fiestas de La Murada y Orihuela Costa, pero el escándalo, ahora bautizado como ‘Fiestagate’, plantea tantas preguntas como respuestas.

La concejala de Fiestas, Rocío Ortuño, anunció que se utilizaron facturas y extractos bancarios supuestamente falsificados para justificar 19.280,97 € y 7.352,38 € de fondos públicos, respectivamente. Estos montos ya habían sido adelantados en diciembre de 2024, siguiendo lo que el Consistorio denomina un "procedimiento estándar". Dicho procedimiento debe ser ahora revisado.

¿Por qué se realizaron estos pagos sin ningún control?

A pesar de que Ortuño destacó el éxito de los mecanismos de fiscalización reforzados, esta supervisión solo entró en vigor después de que los fondos ya hubiesen sido entregados. Esto plantea una pregunta crucial sin respuesta: ¿Por qué se entregaron importantes sumas de dinero público sin verificación alguna?

Si este es realmente el procedimiento habitual, revela una grave debilidad en los controles financieros de Orihuela, algo que claramente debe revisarse para evitar incidentes similares en el futuro.

¿Quién está asumiendo responsabilidades?

Hasta ahora, solo se ha hecho pública una dimisión: la de un asesor del Ayuntamiento que también era presidente de la comisión de fiestas de La Murada cuando se presentó la documentación fraudulenta. Sin embargo, en el caso de Orihuela Costa, aún no se han anunciado medidas disciplinarias.

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La concejala Ortuño ha declarado que hay "tolerancia cero" ante el mal uso del dinero público. Sin embargo, no se han proporcionado detalles sobre consecuencias para los involucrados en el caso de Orihuela Costa.
¿Quién está siendo responsabilizado? ¿Se están contemplando sanciones o despidos? El silencio al respecto pone en entredicho la afirmación de "tolerancia cero".

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¿Debería dimitir la concejala Ortuño?

Como responsable del Departamento de Fiestas y máxima encargada de la gestión de estas subvenciones, la propia concejala Ortuño enfrenta cada vez más críticas. Aunque presenta la situación como un triunfo de los controles internos, sus detractores señalan que estos llegaron tarde, siete meses después de que el dinero ya hubiese desaparecido.

Si se quiere tomar en serio la responsabilidad, la pregunta lógica es: ¿Hará lo honorable la concejala Ortuño y presentará su dimisión?

¿Qué sigue ahora?

Aunque el Ayuntamiento ha iniciado gestiones para recuperar los fondos, derivado el caso a asesores jurídicos y prometido colaboración plena con la justicia, el daño ya está hecho, no solo en términos económicos, sino de confianza ciudadana.

El Consistorio insiste en que se trata de incidentes aislados y que la mayoría de las comisiones actúan con integridad. No obstante, sin cambios estructurales en el proceso de concesión, el riesgo de que se repitan estos hechos persiste.

Hasta que los responsables sean claramente identificados, se les exija cuentas y se reforme el sistema de financiación, el ‘Fiestagate’ seguirá siendo una herida abierta—y una incógnita—para el gobierno local de Orihuela.