Parece que todos estamos comprando billetes para Estados Unidos para los mayores desfiles de crucero. ¿Quién necesita destinos exóticos, verdad? El mundo está demasiado lejos, ahora el lujo se queda en este país. Resulta que estas pasarelas ya no tratan de evasión, sino de asegurar que las personas correctas vean la ropa correcta.
El show de Chanel’s Métiers d’Art 2026 voló en primera clase a Nueva York, y Gucci y Louis Vuitton le siguen para sus desfiles de Crucero. Dior se dirige a Los Ángeles, y para Moncler FW26, incluso Aspen es de repente el nuevo favorito de la moda. ¿Coincidencia? Seguro. Y también creo que las marcas eligen ubicaciones por alineación espiritual y no por gráficos de ventas. Quizás es el factor del doble PIB. Quizás es que las ventas de lujo en China y Europa están más planas que los loafers de la temporada pasada, mientras que EE.UU. es el único mercado que no recibió el memo sobre frenar. O quizás, solo quizás, las marcas prefieren hacer shows millonarios donde el público no ha cerrado todavía sus Birkins. Cuando Hermès abre tiendas en lugares como Nashville y Scottsdale y el 1% cree que el dinero crece en los árboles, los desfiles de Crucero migran naturalmente a donde esos árboles están plantados, es justo.
Los desfiles destino eran sobre misterio, ubicaciones atrevidas, literalmente dentro de las 7 maravillas (Dior, Pirámides de Giza 2023), en playas (Jacquemus O’ahu 2022), en la naturaleza (Jacquemus, Provenza 2019), con fondos monumentales (Fendi, Gran Muralla China 2007, Fontana di Trevi 2016), desiertos (Saint Laurent, Marruecos 2017). Hoy, es principalmente sobre donde ya vive el dinero, ¿para qué volar al extranjero si tus compradores están en casa? Los grandes presupuestos siguen a las carteras más grandes, son hechos. Pero si he aprendido algo, es que todo lo relacionado con el dinero en la moda tiene un coste, y ese nunca se cuenta en euros, y mucho menos en dólares. Hay una línea muy fina entre que los mercados más débiles sean ignorados y que las historias se simplifiquen; cuanto más predecible es la ruta, más parece hecha para interacción, no para la imaginación. No me malentiendan, eso no siempre es malo, pero ¿realmente la creatividad necesita validación por Wi-Fi tanto así?
