Quizá la tauromaquia te resulte ofensiva. Tal vez te intrigue su pompa y colorido. Lo más probable es que te sea completamente indiferente. De ser así, compartes la opinión de la mayoría de los españoles.
Hemingway lo expresó mejor que nadie hace ya casi un siglo: el morbo de la corrida, comparada con el béisbol, por ejemplo, reside en que la muerte ronda la plaza. Para el toro es inevitable. Para el hombre, siempre es una posibilidad.
Existe algo en la idiosincrasia hispana que aplaude a la muerte. Morir con honor importa.
Varios de los grandes matadores que Hemingway conoció en persona murieron tras una cornada. Hoy en día, eso casi nunca sucede. Gracias a la penicilina, la mayoría de las plazas ostentan incluso estatuas de Alexander Fleming, quien la descubrió.
Mas no toda herida puede tratarse.
Francisco Rivera Pérez fue uno de esos casos. Conocido por todos como Paquirri, estaba considerado el hombre más guapo de Andalucía. El 26 de septiembre de 1984, en la localidad cordobesa de Pozoblanco, un toro llamado Avispero le propinó una cornada fatal.
Contaba con solo 36 años. Sus dos hijos, aún en edad preescolar, se quedaron sin padre. Ambos se criarian para ser toreros —tan apuestos como estrellas de cine, herederos de la legendaria dinastía taurina de los Ordóñez de Ronda. Pero, ¿era necesario que Paquirri muriese?
La respuesta obvia es que no. No se trata de que hubiese debido ser conductor de autobús. Los foráneos suelen malinterpretar la lidia, tildándola de deporte. Error. Un deporte es un juego donde ambos bandos tienen las mismas oportunidades.
La corrida de toros se asemeja más al drama —una tragedia ritual. El toro está condenado a morir. Si fueses a ver ‘Romeo y Julieta’ y ellos se negasen a beber el veneno y huyesen a Gretna Green, te sentirías estafado. Así no está escrito.
También es una metáfora. El toro representa el instinto bruto, mientras que el torero encarna la inteligencia, el control y el dominio. La ilustración triunfa sobre la naturaleza inferior.
Entonces, ¿qué falló en Pozoblanco?
Para la década de 1980, las muertes en el ruedo eran casi inexistentes. Pero Paquirri siempre fue desgraciado. En su alternativa —su debut en Barcelona en 1966— sufrió una grave cornada. Resultó gravemente herido de nuevo en 1972 y 1978.
En rigor, su temporada de 1984 ya había concluido. Septiembre solía reservarse para diestros de menor renombre. Aun así, lo persuadieron para aceptar un último compromiso en Pozoblanco.
Los toreros suelen echar suertes para elegir sus reses la mañana del festejo. Por razones nunca plenamente esclarecidas, el sorteo fue alterado. Paquirri no debería haberse enfrentado a Avispero.
Para colmo de males, las instalaciones médicas de Pozoblanco eran insuficientes para un evento de tal magnitud. Tras la cornada, sangraba profusamente. Lo trasladaron a toda prisa hacia Córdoba, pero sufrió un paro cardíaco en el trayecto. La ambulancia se desvió hacia un hospital militar más cercano.
Era demasiado tarde. Paquirri había fallecido.
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