En esta edición de ‘Inside Spain’, analizamos por qué la decisión de limitar el aforo en el saturado Park Güell de Barcelona ha sido tildada de “maniobra de distracción” por los vecinos descontentos.
La ciudad más turística de España sigue buscando fórmulas para contrarrestar el exceso de turismo, aunque sin adoptar medidas excesivamente drásticas.
El Ayuntamiento de Barcelona aprobó esta semana una reducción gradual del límite anual de visitantes al Park Güell hasta un máximo de 4 millones.
Esto supone medio millón menos que la cifra actual de 4,5 millones, una disminución que se implementará progresivamente durante los próximos dos años.
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La iniciativa fue presentada por la formación de izquierdas ERC, que logró que el consistorio sometiera la propuesta a votación, recibiendo el apoyo de todos los partidos excepto el PP de centro-derecha.
El concejal barcelonés Jordi Valls defendió la reducción en el Park Güell, argumentando que permitirá “profundizar en las estrategias ya planteadas para la gestión turística”.
“Somos conscientes de que los residentes lo consideran insuficiente, pero es un primer impulso de mejora que sin duda beneficiará a la ciudadanía”, afirmó el edil de ERC Jordi Coronas.
Aunque la medida se traducirá en 1.300 visitas diarias menos al Park Güell para 2027, los vecinos la han calificado de “poco ambiciosa” y una “estrategia de distracción”, sosteniendo que las cifras deberían reducirse a la mitad, hasta los 2 millones.
Para el antropólogo urbano de la Universidad de Barcelona, José Mansilla, “presentar una caída de visitantes en el Park Güell como un avance en la reducción del turismo es una falacia”.
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“¿Adónde irán esos visitantes si no van al parque?”, declaró al medio local Tot Barcelona.
“Porque seguirán estando en Barcelona”.
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Las autoridades de la capital catalana llevan años intentando hallar un equilibrio ante el multifacético problema del sobreturismo, motor de la economía catalana pero con un impacto severo en la calidad de vida y el tejido social de Barcelona.
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Después de todo, los datos de la Oficina de Turismo de Barcelona indican que la actividad económica generada por este sector en la ciudad asciende a 15.000 millones de euros, y que, de marcharse todos los turistas, Barcelona perdería un 14% de su PIB.
El consistorio también había acordado previamente incrementar el precio de las entradas al Park Güell como medida disuasoria, decidió reducir el número de terminales de cruceros, se comprometió a erradicar las tiendas de ‘souvenirs’ horteras del centro, impidió la creación de nuevos apartamentos turísticos, prometió eliminar por completo todo el alquiler vacacional para 2028, incrementó los impuestos turísticos, entre otras. Algunas de estas medidas se han ejecutado, otras están en proceso.
Lo que está claro es que, a día de hoy, poco ha cambiado para los autóctonos, que sienten que viven en un parque temático para turistas y que son ciudadanos de segunda clase.
Quizá la medida de mayor calado para los barceloneses sea la eliminación de todos los alquileres de corta duración para 2028, ya que es la vivienda, más que cualquier otro aspecto, la que está generando una verdadera frustración en Barcelona y en toda España.
Hoy en día, puedes darte con un canto en los dientes si puedes permitirte una habitación en Barcelona, y no digamos ya un estudio propio.
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Ahora bien, ¿existe alguna certeza de que una medida tan extrema tendrá el efecto deseado de devolver decenas de miles de viviendas al mercado de alquiler a largo plazo a precios asequibles, y que además reduzca los precios de compra en el proceso?
Esto dependerá en gran medida de cómo decidan reaccionar los propietarios y los tenedores de inmuebles.
La Ley nacional de Vivienda de 2023 de España es un buen ejemplo de ello. Concebida para regular los precios del alquiler, dos años después la mayoría de analistas considera que ha fracasado y ha agravado los problemas de vivienda en España.
¿Puede Barcelona buscar inspiración en otros lugares para hallar el equilibrio adecuado que aborde tanto el exceso de turismo como la crisis de vivienda? En la actualidad, no; su única opción es la de ser pionera.
