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Al igual que las tarifas específicas del gobierno estadounidense, los impuestos del 50% sobre importaciones de acero, cobre y aluminio van más allá de lo económico, reflejando el deseo de Trump de revivir industrias que antes dominaban y recuperar su base obrera.
"Gran parte de la motivación detrás de estos aranceles sobre materias primas, como el cobre, es principalmente política", explicó David Stritch, analista senior de FX en Caxton, a Euronews.
"Trump ha insistido en revertir la deslocalización de la producción de estos tres materiales, lejos de EE.UU., que fue el principal productor mundial hasta los años 80, hacia países como Chile (cobre) o China (acero y aluminio)", añadió.
Por años, Trump ha presentado el acero y aluminio como pilares del poderío estadounidense, vinculando su producción con la seguridad económica y nacional. En 2018, durante su primer mandato, enfatizó su importancia:
"Una industria fuerte de acero y aluminio es vital para nuestra seguridad nacional. Absolutamente vital", declaró. "El acero es acero. Sin acero, no hay país. Nuestras industrias han sido atacadas durante años, décadas incluso, por prácticas comerciales injustas que cerraron plantas, despidieron a millones y devastaron comunidades. Eso se acabará".
En cuanto al cobre, EE.UU. importa gran parte de lo que consume, principalmente de Chile y Canadá.
Este miércoles, los precios del cobre cayeron abruptamente antes del plazo límite del 1 de agosto para nuevos aranceles, con futuros desplomándose un 20% hasta $4.55 (€3.94) por libra, la mayor caída diaria registrada.
El repunte siguió a máximos históricos en julio, cuando Trump anunció los impuestos. Pero, sorprendiendo nuevamente a inversores, esta semana excluyó el mineral crudo de los gravámenes, aliviando presiones en la cadena de suministro. Solo productos semielaborados (cables, tuberías, láminas) seguirán afectados.
Mientras, duplicar aranceles sobre acero y aluminio (del 25% al 50%) elevó precios domésticos, redujo importaciones y aumentó volatilidad para fabricantes.
Mayores costos y menor disponibilidad obligan a empresas a replantear inversiones y cadenas de suministro. Sin embargo, no está claro si revivirán la producción local: en 2024, la producción de acero era un 1% menor que en 2017 (previo a los aranceles de Trump), y la de aluminio había caído casi un 10%.
Según un estudio reciente, estos impuestos podrían encarecer la manufactura hasta un 4.5%, afectando sectores clave como vehículos eléctricos y electrodomésticos, además de frenar inversiones en infraestructura industrial.
Las industrias ‘arrancadas’ de EE.UU.
En el siglo XX, EE.UU. lideró la producción mundial de cobre hasta que Chile lo superó. Hoy, Chile sigue siendo el mayor productor.
En acero, el pico llegó en los 70, antes de un declive prolongado agravado por recesiones. Sistemas más eficientes en Japón, Corea del Sur y Europa marginaron a las costosas fábricas estadounidenses. Un dólar fuerte abarató importaciones, mientras plantas locales sufrían con equipos obsoletos, altos salarios y regulaciones ambientales.
Ciudades siderúrgicas, que Trump ahora promete revitalizar tras 50 años, colapsaron económicamente pese a rescates gubernamentales. Hoy, la zona entre Nueva York y el Medio Oeste sigue llamándose el "cinturón de óxido", por las fábricas abandonadas.
En aluminio, EE.UU. dominó gran parte del siglo XX gracias a energía barata y demanda de sectores como defensa y automotriz. Pero en los 2000, China tomó la delantera.
"La base de Trump —hombres blancos sin educación universitaria— ha vivido la peor caída en empleos por esta deslocalización", señaló Stritch.
Costos crecientes, sobre todo en industrias verdes
Los aranceles del 50% podrían trastornar sectores dependientes de estos metales: construcción, defensa y, crucialmente, tecnologías verdes.
"Estos materiales son esenciales en paneles solares o baterías. La manufactura estadounidense será la más perjudicada", advirtió Stritch.
El impacto es más agudo en vehículos eléctricos y energías renovables, donde los márgenes son ajustados.
Stritch agregó: "Dada la fragilidad del mercado de autos eléctricos, márgenes promedio del 5% y altos costos de materiales, los productores sufrirán lo peor".
