Por dónde empezar con: Paul Bailey

Paul Bailey, quien falleció el octubre pasado a los 87 años, era conocido como un novelista de brillantez cómica, con una amplia empatía –incluso por sus personajes más terribles– y una inteligencia que nunca resultaba fría. Su ficción se ocupaba frecuentemente del impacto de los recuerdos en nuestras vidas y solía estar impulsada por diálogos agudos y sincopados. Pero también fue memorialista, poeta y más cosas… así que aquí tienes una guía del legado literario que dejó.


Los libros que te harán compañía

Bailey era una criatura social, un gran conversador y amante de lo que uno de sus personajes llama “cháchara trivial”. Bailey y su amiga Beryl Bainbridge solían ver la telenovela Coronation Street y luego la comentaban por teléfono. Este gusto por la conversación cotilla se refleja en sus novelas Trespasses (1970) y Peter Smart’s Confessions (1977). Ambas presentan a un hombre rodeado de personajes divertidos, exasperantes y exagerados, que normalmente están tan ligados a él que no puede escapar de la atracción gravitacional de sus disparates. “¿Quién quiere ser normal, de todos modos?”, le pregunta la madre de Ralph en Trespasses cuando él le dice que es gay. Es como pasar una tarde con tu amigo más ingenioso y, a veces, más atrevido.


Los libros que te harán reír y llorar al mismo tiempo

Bailey escribió de forma brillante sobre la vejez, tanto al principio como al final de su carrera. Su primera novela, At the Jerusalem (1967), narra las experiencias de Faith Gadny mientras intenta adaptarse a la vida en una residencia de ancianos, donde los otros residentes proporcionan el calor que les falta a los empleados, cuya idea de interesarse por ellos es preguntar: “¿Por qué no están viendo la televisión?”. En su penúltima novela, Chapman’s Odyssey (2011), un anciano en el hospital alterna entre pelearse con los médicos (“Solo bebo vinos superiores”, les asegura cuando le reprenden por los resultados de sus pruebas hepáticas) y verse asaltado por recuerdos de su madre, sus amantes y personajes literarios clásicos, desde Pip de Dickens hasta Emma de Austen. Ambos libros están llenos de intercambios divertidos pero marcados por la sombra del final inevitable. En las novelas de Bailey, nunca hay que fiarse de las sonrisas. En At the Jerusalem, “la enfermera jefe sonrió y apagó la sonrisa rápidamente”; la señora Gadny se ríe nerviosa cuando cuestionan su comportamiento. En Chapman’s Odyssey, Harry advierte a los médicos que “mis sonrisas no son lo que parecen”. Sin embargo, las sonrisas del lector son completamente reales.

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Si quieres saber los hechos detrás de la ficción

Además de sus novelas, Bailey fue un brillante memorialista y publicó dos volúmenes de autobiografía. An Immaculate Mistake (1990) es una obra maestra del recuerdo; su título proviene de cuando su madre, refiriéndose a él, su tercer hijo, le dijo: “Tú fuiste nuestro error. No deberías estar aquí, en realidad”. (“Ella ya era mayor y soltaba sus secretos”, añade. “Sabía que este, en particular, me interesaría”). Es en este libro donde vemos el origen de todos esos padres equivocados, cariñosos pero exasperantes de sus novelas. Pero también es un bello retrato de un joven creciendo como gay en las décadas de 1940 y 1950, cuando los actos homosexuales eran ilegales y su familia consideraba sospechoso que un chico le comprara flores a su madre; y de un aspirante a actor (Bailey estuvo en el teatro antes de dedicarse a escribir) que memorizó Hamlet a los 15 años. Su segunda memoria, A Dog’s Life (2004), se centra en la vida con su cachorro Circe y su expareja David, su amor por Rumanía –que inspiró sus posteriores novelas Kitty and Virgil, Uncle Rudolf y The Prince’s Boy– y, por supuesto, buenas dosis de cotilleos, incluyendo un espléndido relato de un evento literario con Iris Murdoch, donde ella llama “vaca estúpida” a una miembro del público.


Si andas escaso de tiempo

Las novelas de Bailey ya son mayormente cortas –la tremenda Old Soldiers (1980) apenas tiene 100 páginas– pero si quieres algo aún más breve, prueba con la poesía a la que se dedicó al final de su carrera. Los dos volúmenes, Inheritance (2019) y Joie de Vivre (2022), muestran lo mejor del ingenio, la empatía y la precisión de Bailey en formato cápsula. Son poemas llenos de muerte y vida. Se repiten dos temas de amor: por su madre (“Estoy más cerca de ti ahora – / necesito decírtelo – / de lo que nunca estuve en vida”) y por su pareja de hecho, Jeremy Trevathan. En Asombro, escribe sobre los placeres de “ver juntos un entretenimiento televisivo idiota”, y concluye: “Es increíble, en cierto modo, este acto de comer queso / y beber vino, mientras el mundo se oscurece”.

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Si solo lees uno

Pocos discutirían que la novela más ambiciosa y extensa de Bailey es Gabriel’s Lament, que fue finalista del premio Booker en 1986. (También fue jurado del premio en 1982, una experiencia que odió). Este fue el libro del que Bailey se sentía más orgulloso, aunque –o quizás porque– “me agotó. Me lo sacó todo”. Narra la historia de Gabriel Harvey, cuya madre desaparece y cuyo padre se convierte en un snob insufrible tras heredar una gran suma de dinero –y es posible que los dos eventos estén conectados. Es un retrato del Londres del siglo XX, un relato de colapso mental, y tan simultáneamente divertido y triste como cualquier cosa que Bailey escribiera. Si quieres más, inspiró una secuela, Sugar Cane (1993), que Bailey investigó convirtiéndose en “un visitante habitual de un burdel” –como espectador.