Casi doscientos pasajeros quedaron varados por más de diez horas en el Aeropuerto de Ibiza: sin camas, apenas comida y ni siquiera una botella de agua.
El vuelo Vueling VLG1353, con destino a Alicante a las 21:55 del miércoles, se sumió en el caos tras un fallo técnico que obligó a los viajeros a desembarcar casi a la medianoche. Y entonces comenzó la interminable espera.
La aerolínea prometió un nuevo despegue a primeras horas del jueves… pero eso nunca sucedió. En su lugar, familias con bebés, pasajeros mayores e incluso personas que necesitaban asistencia especial terminaron durmiendo en el suelo de la terminal. Vueling repartió vales de comida rápida y, cuando pidieron agua, les dijeron que bebieran de las fuentes del aeropuerto.
Y ni pensar en habitaciones de hotel: la aerolínea se negó, alegando supuestamente que la demora no fue lo suficientemente larga como para justificar alojarlos.
Al amanecer, los ánimos se caldearon. La salida prometida se retrasó nuevamente, esta vez porque la tripulación no se había presentado. El Airbus A320, que finalmente despegó hacia las 9:00 am —con casi doce horas de retraso— aterrizó en Alicante poco después de las 10:00 am.
Pero el verdadero drama había estallado antes en la terminal de Ibiza, donde pasajeros furiosos bloquearon la puerta de otro vuelo de Vueling con destino a Barcelona, coreando:
“¡Nadie sale de la isla hasta que nosotros no lo hagamos!”
Este enfrentamiento provocó una rápida intervención de agentes de la Guardia Civil y de la seguridad aeroportuaria.
Los pasajeros criticaron después la “vergonzosa” gestión de la aerolínea ante el fiasco: se les negaron formularios de queja, recibieron información contradictoria y permanecieron mayormente desinformados, con el personal de tierra intentando explicar lo que Vueling no era capaz de comunicar.
Un viajero exhausto lo resumió así: “Nos trataron como a ganado. Una absoluta desgracia.”
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