Orfandad: La fábula de László Nemes sobre el resentimiento y la ira en la Hungría postrevolucionaria.

Después de la prueba espiritual de su película sobre el Holocausto, El hijo de Saúl, y su complejo y matizado drama sobre la Budapest de antes de la guerra, Sunset, el director húngaro László Nemes llega a Venecia con una película valiosa e interesante: otra dolorosa y sombría historia de la Europa central del siglo XX, compuesta en su familiar paleta visual sépia y ejecutada con un impresionante control técnico.

Ambientada tras el fallido levantamiento de Hungría contra sus amos soviéticos, es una historia sobre hijos que se rebelan contra sus padres, pero también sobre aceptar (o tener que tragarse el resentimiento ante) la realidad de un nuevo orden de poder, tal como el pueblo húngaro tubo que aceptar el dominio de Moscú y ver su orgulloso espíritu de independencia estigmatizado como cuasi-fascista. Sin apoyo para su autodeterminación, los húngaros de 1956 quedaron huerfanos de su tiempo.

Sin embargo, el huérfano del título en realidad no lo es; su madre sigue viva. Andor (Bojtorján Barábas) es un adolescente solitario y enfadado que idolatra la memoria de su padre, Hirsch, quien desapareció durante la Segunda Guerra Mundial pero que quizás aún siga vivo en algún lugar. Andor aún mantiene conversaciones imaginarias con él, y su madre (Andrea Waskovics) trabaja en una tienda de comestibles. Pero la vida de Andor se vuelve del revés con la aparición de un carnicero bruto y grosero (interpretado por el actor francés Grégory Gadebois) que, de manera odiosa y presumida, parece reclamar algún tipo de derecho sobre la madre de Andor.

La terrible verdad sobre quién es realmente su padre se le revela, y Andor se ve convulsionado por el resentimiento y la ira, especialmente cuando descubre evidencia de que, solo unos años antes, este carnicero fue cruel con su “otra” familia. Pero como su madre le dice: “Cuanto más lo odias, más te gusta”. Toda la situación se complica por el hecho de que este hombre, por torpe y a menudo desagradable que sea, tiene momentos de cariño con Andor y es lo suficientemente sincero —a su manera— sobre construir una vida con su nueva familia.

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Sin embargo, hay algo inflexible y a veces monótono en la forma en que esto se presenta al público; como siempre con Nemes, la fuerza de la gravedad aumenta, haciendo todo un 20% más pesado y denso. Y la actuación de Barábas es, francamente, demasiado actoral en lugar de real en su incessante ceño fruncido de resentimiento justiciero. Es una película menor de este siempre interesante cineasta.

Orphan se proyectó en el Festival de Cine de Venecia.