La aparición de Olivia Rodrigo en Glastonbury en 2022 fue algo legendario. Con solo 19 años, ya autora de un álbum debut que vendió 18 millones, pero algo desconocida en el mundo de los festivales, demostró ser más salvaje y rebelde de lo que se esperaría de una exestrella de Disney convertida en estrella del pop adolescente. En un momento, nombró a cada juez responsable de anular Roe vs. Wade ese fin de semana, gritando "¡Os odiamos!" y luego cantando Fuck You de Lily Allen junto a la propia artista.
Tres años después, con otro álbum superventas y ahora como cabeza de cartel, no hubo polémicas como para escandalizar a Fox News. Pero Rodrigo sigue sorprendiendo: cuando anunció la llegada de un invitado especial—"quizá el mejor compositor de Inglaterra… una leyenda de Glastonbury y un héroe personal para mí"—todos esperaban a Ed Sheeran con su guitarra acústica. Pero subestimaron a Olivia. Era Robert Smith, con quien interpretó Friday I’m in Love y Just Like Heaven.
Tener al líder de The Cure fue, como dicen los jóvenes, un "flex" enorme. Su aparición, guardada en secreto, causó un WTF colectivo. Además, atrajo a un público más diverso del que suele verla: Rodrigo se hizo famosa con canciones que sonaban como entradas de diario adolescente, mezclando baladas con pop-punk energético.
Pero la verdad es que no necesitaba a una leyenda del rock para conquistar al público. Antes de que Smith apareciera, ya lo tenía ganado. Con sus botas Dr. Martens, Olivia fue una artista carismática, adulando al público con elogios a los pubs británicos—"donde nadie te juzga por tomar una cerveza al mediodía"—y al famoso pastel Colin the Caterpillar de M&S. Cambió a unos shorts con la bandera británica y animó a sus fans a "pensar en algo o alguien que les sacara de quicio" y gritar en medio de la canción.
Su música oscila entre dos polos: baladas cercanas al soft rock y pop-punk, este último más potente en vivo. Pero ambas están unidas por letras brillantes—Get Him Back! tiene un estribillo atemporal; All-American Bitch es mordaz; Vampire pasa de la melancolía a la rabia teatral con maestría—y un tono siempre dolido y acusatorio.
Aunque los temas más ruidosos destacan en vivo, el show está perfectamente equilibrado. Incluso si no eras de los fans al frente—que parecían igual de emocionados que desconcertados cuando apareció Robert Smith—, el concierto no dejó de impresionar.
Con fuegos artificiales al final, quedó claro: con solo 22 años, esta exestrella teen pop se robó el espectáculo. Merecidamente.
