Cualquier análisis sobre lo que piensa Donald Trump de Rusia puede quedarse obsoleto muy rápido.
Si te basas demasiado en un tuit, publicación o comentario improvisado del presidente estadounidense, el peligro es que tus conclusiones sean contradichas mañana por otro tuit, publicación o comentario.
Créeme, yo he pasado por eso.
Como decía hoy el periódico Komsomólskaya Pravda: “El presidente de EE.UU. cambia de opinión como de zapatos… en temas clave es igual de voluble.”
Últimamente, en cuanto a Rusia, la Casa Blanca parece haberse enfriado, lo que explica el titular de hoy en Moskovsky Komsomólets: “El enfriamiento ruso-americano”.
Tras la última llamada entre Vladímir Putin y Donald Trump el 3 de julio —la sexta este año—, Trump admitió que no hubo “ningún avance” para acabar la guerra en Ucrania.
“No estoy contento con eso”, añadió.
Cuatro días después, amenazó con imponer un arancel del 10% a los países alineados con los BRICS, el grupo que incluye a Rusia.
El martes, su frustración estalló con sus palabras más duras hasta ahora: “Putin nos lanza mucha mierda, si quieren que les diga la verdad”, dijo en una reunión de gabinete.
“Es muy simpático todo el tiempo, pero al final son palabras vacías.”
Hoy pregunté al Kremlin por su reacción.
“Mantenemos la calma”, dijo Dmitri Peskov, portavoz de Putin, en una conferencia con periodistas. “El estilo de Trump suele ser duro… seguiremos dialogando con Washington para reparar relaciones… esperamos que Trump y su equipo retomen el proceso de paz.”
Al menos, el Kremlin intentaba sonar diplomático.
¿La prensa rusa? Ni lo intentó.
En Komsomólskaya Pravda, un analista acusó a Trump de “falta de logros geopolíticos”.
Moskovsky Komsomólets habló de su “temperamento volátil y cambios caóticos de dirección”.
Arguments and Facts se burló de Trump por el nuevo partido de Elon Musk: “Ahora, cuando diga ‘Make America Great Again’, promoverá sin querer al partido de Musk.”
Esto contrasta con la cobertura positiva anterior. En marzo, un experto dijo a Izvestia: “EE.UU. tiene más en común con Rusia que con Bruselas o Kiev”.
En mayo, Kommersant afirmó: “La postura de Trump no podría ser más ventajosa para Moscú. Rechazó sanciones y prometió aumentar el comercio con Rusia.”
El optimismo era comprensible. Este año, EE.UU. criticaba a Zelenski (no a Putin) y presionaba a Kiev (no a Moscú).
Ambos países iniciaron diálogos bilaterales.
Además, el enviado de Trump, Steve Witkoff, visitaba Rusia a menudo. En una reunión, Putin le regaló un retrato de Trump.
Parecía que Moscú y Washington estaban destinados a reconciliarse.
Pero hace más de dos meses de la última visita de Witkoff. En junio, Rusia anunció que EE.UU. canceló las conversaciones para reabrir embajadas.
Trump, por su parte, está cada vez más frustrado por la negativa rusa a un alto al fuego en Ucrania.
Según Moskovsky Komsomólets: “El Kremlin cree que Trump ofrece poco, y que una ‘buena pelea’ es mejor que una ‘mala paz’ para los intereses rusos.”
En otras palabras, Putin quiere más de lo que Trump está dispuesto a dar: más territorio, más concesiones de Kiev sobre su ejército y menos armas occidentales.
Y, como diría Trump, Putin cree que “tiene las cartas” y puede esperar un mejor trato.
¿Tiene razón? ¿O Moscú se equivoca?
Dependerá de los próximos pasos de Trump: la ayuda militar a Ucrania y posibles nuevas sanciones a Rusia.
Pero recuerden mi advertencia.
Y esa imagen de Komsomólskaya Pravda: Trump cambiando de zapatos.
Hace una semana, Rusia celebraba que EE.UU. congelara ayuda militar a Ucrania.
Así que vigilen: no solo lo que diga Trump sobre Rusia y Ucrania, sino lo que haga.
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