Mikaela Strauss, también conocida como la cantautora estadounidense King Princess: “Pensé que el amor era dolor… hasta que empecé a preguntarme por qué”

Mikaela Strauss, la cantautora y productora que graba como King Princess, describe su nuevo álbum Girl Violence como “casi como un ‘ja, ja’ a la masculinidad tóxica”, aunque no de la manera que uno podria pensar inicialmente. Inspirado por el drama y los conflictos internos que, según ella, son inherentes en muchas comunidades lésbicas, Girl Violence aborda la idea de que “en un mundo lleno de violencia física, ira, guerra e hipermasculinidad, esta es la violencia loca que está bajo la superficie, que es sutil, emocional y pensada”, dice. Sonríe un poco, por Zoom desde su casa en Brooklyn: “Piensas que tú eres el propietario de la violencia. [Pero] son las chicas.”

Girl Violence es el tercer álbum de King Princess, y el más maduro. Representa un cambio radical para Strauss, de 26 años, que se hizo viral a los 19 con su sencillo debut 1950, un himno lujoso pero amargo sobre un romance queer complejo. Ese sencillo, lanzado con el sello Zelig de Sony de Mark Ronson, llegó a las listas estadounidenses y estableció a Strauss como una sensación pop en potencia.

Pero la música que lanzó después de 1950 –su precioso debut de 2019 Cheap Queen y su seguimiento más complejo y rockero de 2022, Hold On Baby– sugirió que, quizás, Strauss era una artista más interesante y ambiciosa de lo que permitía esa etiqueta de “la próxima gran estrella”. Girl Violence es su primer álbum con el sello independiente Section1; firmar con ellos, dice, le hizo ver que sus ideas sobre los sellos independientes estaban lejos de la realidad. “A los artistas se les dice que los sellos indies no tienen dinero… que no te van a promocionar, todas esas cosas”, dice. “La realidad es que eso es una completa tontería. Los sellos indies son innovadores: pueden ser incluso más generosos con sus gastos que los grandes porque les interesa hacer el mejor arte posible.”

Aunque valora su nueva libertad creativa, Strauss no oculta que fue duro experimentar un éxito tan grande muy temprano en su carrera, solo para que luego disminuyera un poco. “Soy una chica simple – quiero ser famosa, ¿sabes? Fue un golpe bajo, pero no me arrepiento para nada de mis decisiones o mi música”, dice. “Me niego a compadecerme de mí misma o sentirme decepcionada por lo que funciona comercialmente y lo que no. A la mierda: esto no es una carrera, es un maratón, y quiero tener una carrera para el resto de mi vida. Soy una tortuga. No me puedes matar.”

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Ella dice que es un error común de la industria que los artistas carguen con tanta expectativa tan pronto. “Para cualquiera que haya experimentado un éxito masivo con su primera canción, esa no es una buena posición. Es duro”, dice. “La gente luego te juzga con el estándar de algo que escribiste en tu dormitorio cuando tenías 18 años, ¿sabes? No es realista. Esa canción explotó completamente por azar.”

Strauss ha pasado los últimos años lidiando con el gran trastorno de su éxito temprano. Hace dos años, regresó a su ciudad natal, Nueva York, después de una temporada en Los Ángeles; disfrutó de partes de la costa oeste, pero extrañaba “la diversidad de Nueva York; hay eventos y sucesos constantes y geniales. En LA, solo me emocionaba que la gente me prestara atención, así que básicamente me dediqué a salir de fiesta y por suerte encontré amistades increíbles. Pero [fue] mucha transitoriedad, mucho desenfreno por mi parte. No sé, LA es bueno para eso, si es lo tuyo: ir a fiestas, conocer gente, hablar y farlopa. Hice eso durante cuatro años, y luego dije: necesito amigos para el día.”

Hubo un momento, después de mudarse de vuelta a Nueva York, en que Strauss sintió como si se hubiera desenamorado de hacer música, en parte porque “dejé de pensar en lo que realmente me gustaba y disfrutaba”, y en cambio se “centraba en lo que iba a apaciguar a la discográfica”. La salvación llegó con su primer papel actoral: una parte en la segunda temporada de la serie de misterio Nine Perfect Strangers, protagonizada por Nicole Kidman. Grabando en Alemania durante seis meses, la música lentamente comenzó a sentirse más energizada con el arte. “Aprendí mucho de la experiencia actoral y lo apliqué a hacer mi disco; me enseñó a ser más tonta y menos preciada”, dice. “Tienes que renunciar a mucho control cuando actúas: haces tus tomas, algunas son malas, otras no. Pero al final del día, no estás construyendo el programa, no tienes el control. Y creo que muchos de mis problemas con la música eran por sentir esa necesidad de control sobre mí misma.”

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Cuando volvió a Nueva York, Strauss se encerró en un estudio en Brooklyn propiedad de su padre, ingeniero de sonido, y comenzó a dar forma a Girl Violence sin ninguna influencia externa de un sello. “Las únicas personas que compartían su opinión en el estudio era yo, y los productores Jake [Portrait] y Joe [Pincus], y quizá mi padre si entraba y escuchaba algo que no le gustaba – pero éramos mayormente nosotros tres.” Abrazó la idea de que “lo único que importa es lo que yo pienso y lo que piensan estos dos tipos. Me obligó a tomar decisiones musicales por mí misma.”

Strauss describe el disco resultante como una “guía” para la gente que intenta entender “diferentes iteraciones de la violencia femenina”, que puede ser un lado de la comunidad lésbica que muchos no ven. “Me desconcierta el nivel de caos – es inspirador. Y yo soy alguien que ama los reality shows, el drama y The L Word”, dice. Strauss se describe tentativamente como una miembro “reformada” de la “comunidad de la violencia chica”. “He sido una lesbiana caótica desde los 14 años. ¿Mis peores momentos? Hay demasiados para contarlos.”

Esa reforma ha sido otra gran parte de los últimos años para Strauss. “He pasado toda mi vida saliendo con mujeres y siendo todo un caos y doloroso; pensaba que el amor es dolor, eso es lo que siempre he creído”, dice. Empezó a sentir que estaba “caliente por estar triste”, entonces comenzó a preguntarse: “¿Por qué? ¿Puedo estar caliente por ser feliz? ¿Puedo estarlo por estar segura? ¿Por ser respetada? ¿Puedo estar caliente por estar cómoda, en vez de equiparar mi excitación al daño, el caos y el peligro?”

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Al final, descubrió que “puedes estar caliente por todas las cosas buenas, pero es como desaprender; tienes que deshacer eso en tu cerebro y analizar el porqué. Eso fue parte de hacer este disco: ¿por qué queremos lo que queremos como lesbianas? ¿Por qué estamos obsesionadas con estar tristes?

“Tuve que pensar mucho en cómo me estaba presentando emocionalmente. Si recorría el mundo necesitando la validación de una pareja para que me diga que soy buena, ese es el problema número uno”, continúa. “Y tuve que sentarme conmigo misma y pensar: ¿quién soy yo sola, sin nadie? Así que eso fue mucha terapia. Y luego supongo que también fue mirarme al espejo y darme cuenta de que he salido con el mismo tipo de chica desde que tenía 14 años. Nunca más”.

Esa autoreflexión se ve reflejada en Girl Violence, que añade nueva profundidad y complejidad a la sensibilidad pop potente y hábil de Strauss. Strauss sugiere que esta nueva zona, libre de expectativas comerciales, es exactamente donde debería haber estado todo este tiempo. “Que el éxito comercial sea el estándar del éxito es duro, y creo que es muy fácil caer en esa trampa de la comparación. Simplemente no quiero estar ahí: quiero ser yo, y quiero hacer la música que hago”, dice. “No estoy en un sello donde me muestran gráficos de cómo me va: les encanta el disco y nos estamos divirtiendo mucho.

“Eso es lo que quería. No debería estar emo y rara y comparándome”, dice. “Tengo 26 años – debería estar divirtiéndome”.

Girl Violence ya está disponible.