Más de 200,000 trabajadores adicionales en el Reino Unido han adoptado la semana laboral de cuatro días desde 2019, según nuevos datos de la Oficina de Estadísticas Nacionales (ONS). Los hallazgos revelan un cambio cultural y económico significativo en el empleo británico, a medida que empleadores y empleados adoptan horarios más cortos en busca de una mayor productividad y un mejor equilibrio entre la vida laboral y personal.
Entre octubre y diciembre de 2024, cerca de 1,4 millones de trabajadores a tiempo completo y 100,000 a tiempo parcial laboraban cuatro días a la semana, en comparación con aproximadamente 1,29 millones de personal a tiempo completo cinco años atrás. En términos porcentuales, esto significa que el 10,9% de la fuerza laboral del Reino Unido tenía una semana de cuatro días a finales de 2024, frente al 9,8% en 2019. Aunque aún minoritario, el aumento refleja una creciente confianza en un modelo que antes se consideraba un experimento poco ortodoxo.
Activistas de la Fundación para la Semana de 4 Días informan que más de 420 empresas, que representan a más de 12,000 empleados, han adoptado formalmente este horario reducido. Las organizaciones abarcan desde firmas tecnológicas y servicios profesionales hasta consultorías y entidades benéficas, lo que sugiere que el entusiasmo por el modelo no se limita a un único sector. Los empleadores suelen citar una mayor retención de personal, menos absentismo y mejor moral como resultados clave del cambio. Uno de los ejemplos más destacados es el del South Cambridgeshire District Council, que se convirtió en la primera autoridad local del país en adoptar permanentemente la semana de cuatro días tras un prolongado ensayo. A lo largo de 27 meses, el consejo constató que la semana más corta mejoró la eficiencia, redujo el número de vacantes y ahorró casi £400,000 anuales. Los empleados reportaron mayor satisfacción y menos estrés, mientras que la prestación de servicios se mantuvo estable o mejoró.
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El clima político también ha comenzado a cambiar. El anterior gobierno conservador se opuso a los ensayos de la semana de cuatro días en el sector público, advirtiendo de que eran “inaceptables” y que arriesgaban reducir la prestación de servicios esenciales. En contraste, el nuevo gobierno laborista ha adoptado una postura más favorable, otorgando a las autoridades locales mayor libertad para explorar modelos de trabajo flexibles. Escocia ya ha iniciado su propio piloto en el sector público, lanzado en 2024, diseñado para evaluar las implicaciones económicas y sociales de esta política.
Para los trabajadores, el atractivo es evidente: más tiempo con la familia, mayores oportunidades para educación o voluntariado, y una mejor sensación de equilibrio entre lo personal y lo profesional. Los defensores también resaltan beneficios para la salud mental, con empleados que reportan menores niveles de agotamiento y fatiga. Los empleadores, por su parte, destacan los argumentos empresariales, con evidencias de que la producción por trabajador a menudo aumenta cuando se reducen las horas sin recortar el salario. No todas las industrias pueden adaptarse con igual facilidad. Sectores como el comercio minorista, la hostelería y la salud siguen dependiendo en gran medida de turnos continuos y pueden encontrar la semana corta poco práctica. Aun así, el impulso crece. El aumento constante en la adopción desde 2019 demuestra que, al menos en sectores basados en el conocimiento y orientados a servicios, la semana de cuatro días es cada vez menos una novedad y más una opción realista y generalizada.
La transición de más de 200,000 trabajadores a horarios de cuatro días marca un punto de inflexión notable en la evolución del trabajo en el Reino Unido. Aunque es improbable que reemplace a la semana de cinco días en toda la economía a corto plazo, cada vez parece menos una moda pasajera y más el modelo del futuro.
