El último estudio del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) sobre Turismo y Gastronomía ha arrojado un hallazgo curioso –y quizá inesperado– para las Islas Baleares: el plato que la mayoría de los españoles asocia con la cocina balear no es la dulce ensaimada, ni la icónica sobrasada, sino el frito mallorquín.
De acuerdo con los datos publicados, el 35% de los encuestados identificó el frito como el principal representante de la gastronomía balear, por delante de la ensaimada (32,3%) y de otros platos como el arroz brut, que apenas tuvo presencia en las respuestas.
El frito mallorquín es un plato tradicional y modesto, profundamente arraigado en la cultura culinaria insular. Aunque rara vez ocupa un lugar protagónico en las campañas turísticas ni llena los escaparates de los aeropuertos, se ha labrado un hueco en la memoria gastronómica de los visitantes españoles gracias a su carácter casero, su sabor intenso y su fuerte vínculo con la Mallorca más auténtica.
¿Cómo se prepara entonces el frito mallorquín?
Existen numerosas variantes del frito mallorquín, pero la base es siempre la misma: un contundente salteado de carne (normalmente de cordero, aunque a veces de cerdo), hígado, patatas, pimientos, ajo, cebolla, hinojo, guisantes y, en ocasiones, alcachofas, todo cocinado junto en una gran sartén con aceite de oliva.
Se trata de un plato de aprovechamiento, históricamente ligado a la matanza del cerdo, cuando había que aprovechar cada parte del animal. Su sabor es robusto, especiado y contundente, perfecto para los meses más fríos, aunque en Mallorca se consume durante todo el año, incluso en los bares más sencillos.
Algunos hogares preparan también una versión marinera, con sepia y marisco, pero la variante más reconocida y apreciada fuera de la isla es la que lleva carne.
El dulce más exportado del archipiélago, la ensaimada, sigue siendo inequívocamente reconocible para los visitantes, pero no ha logrado alzarse con el primer puesto en el ranking. Su imagen comercial quizá haya incluso mermado su consideración como producto propiamente gastronómico. No obstante, continúa erigiéndose como uno de los símbolos de Baleares.
A nivel nacional, la encuesta del CIS arrojó un resultado claro: la paella es considerada el plato más representativo de España (63,4%), seguida de cerca por la tortilla de patatas (58,3%) y el jamón ibérico (43,8%). Pero hay una pregunta que nunca falta en los debates de una mesa española: ¿la tortilla debe llevar cebolla o no? El CIS también preguntó, y el veredicto es claro: tres de cada cuatro españoles (74,9%) prefieren que sí lleve, frente a un 18,9% que prefieren que no. Un pequeño 5,8% afirma que le da igual –aunque probablemente tengan una opinión firme preparada para cuando el debate, inevitablemente, surga.
