Mapas de Tanahara: La Realidad Fragmentada

Ver las instalaciones de Mizuki Tanahara a menudo es como encontrarse en medio de un scroll y darse cuenta de que hay manos invisibles que controlan el flujo de información. Estas instalaciones no dependen del espectáculo; crean momentos de conciencia, permitiendo a los espectadores ver tecnologías familiares de maneras no tan familiares. Esto permite pensar hasta qué punto sus percepciones han sido editadas por la tecnología antes de siquiera ver la obra.

Esta forma de pensar es central en *Un Mapa de Caminos Algorítmicos / Aleatorios*, una de sus obras recientes más resonantes. Tanahara caminó por Londres una vez, cambiando cada quince minutos entre dejar que Google Maps dictara la ruta más corta y dejar que un dado decidiera su siguiente giro. Al superponer estos dos modos de toma de decisiones, construyó un mapa espacial de tres partes que revela cómo leemos una ciudad de manera tan diferente dependiendo de la lógica que guía nuestro movimiento, y cómo la información que absorbemos realmente se mueve con ella.

En un panel, Tanahara desglosó la lógica de Google Maps en seis categorías y mostró a los espectadores cómo funciona el sistema. Esto no se hizo para acusar a los usuarios de depender de él, sino para proporcionar transparencia, algo que muchos sistemas digitales no ofrecen. Luego comparó la versión de Londres de Google Maps con su propia versión de la ciudad. Su versión fue creada usando un mapa de red de frases y sensaciones de su caminata aleatoria. El contraste entre las dos versiones de Londres no podría ser mayor. La versión de Google Maps es ordenada, lógica y completamente filtrada para la eficiencia. Su versión de Londres es caótica, intuitiva y llena de detalles inesperados que surgieron solo porque no siguió el camino de menor resistencia. La tercera parte de la instalación comparó la estructura de ambas rutas y proporcionó una representación visual de dos ciudades muy diferentes: una diseñada para la facilidad de uso y otra que se despliega como resultado de la curiosidad.

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Takibi

Es la honestidad de la instalación lo que crea el impacto. Tanahara no argumenta que los mapas sean peligrosos; en cambio, ella pregunta hasta qué punto permitimos que la conveniencia se convierta en nuestra forma predeterminada de experimentar el mundo, y si reemplazamos la curiosidad con opciones determinadas algorítmicamente. La instalación es un recordatorio gentil de que el deambular, ya sea físico o mental, es algo que poco a poco estamos olvidando hacer.

Similarmente, la necesidad de recuperar un sentido de presencia también es evidente en *Taki-Bi* (2018). *Taki-Bi* es una instalación construida sobre el ritual tradicional de sentarse alrededor de una fogata y compartir tiempo juntos. Inicialmente, la instalación parece ser un objeto comunal, invitando a extraños a sentarse juntos sin requerir ningún tipo de negociación. Sin embargo, Tanahara implementa una regla simple: si quieres cargar tu teléfono, necesitarás colocarlo en el dispositivo de carga e irte del área hasta que termine de cargarse. Esa breve pausa forzada, cuando estás parado en un espacio lleno de gente y sin tu teléfono, se convierte en el punto focal de la instalación. Los extraños deambulan unos alrededor de los otros de manera torpe pero curiousa, redescubriendo las pequeñas interacciones sociales que usualmente evitamos al refugiarnos en nuestras pantallas.

*Taki-Bi* se inspira en un ritmo de comportamiento humano de larga data. La gente se ha sentado alrededor del fuego durante siglos no solo para cocinar, sino para conversar, esperar y simplemente existir juntos. Tanahara recupera este ritmo ancestral en un contexto moderno y lo utiliza para cuestionar la comodidad de nuestras burbujas digitales individuales. Aunque *Taki-Bi* no juzga a nadie por sus hábitos, presenta una perspectiva diferente: una perspectiva en la que la presencia física puede tomar precedencia.

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Big Brother

La crítica de Tanahara a la autoridad digital se vuelve más definida en *Big Brother* (2020), una instalación que explora cómo los números han reemplazado a los líderes espirituales o políticos como la influencia principal que da forma a nuestras vidas diarias. Tradicionalmente en Japón, las familias cuelgan imágenes de ancestros o figuras muy respetadas en lugares altos de sus hogares como símbolo de guía. Tanahara reemplaza estas imágenes con la lógica de las métricas: calificaciones, puntajes, modelos predictivos y valor algorítmico. La instalación resultante es incómoda, pero familiar. Hoy vivimos en una sociedad donde los números dictan el valor, la visibilidad, las oportunidades e incluso la moral. Tanahara hace eco de las prácticas tradicionales de colocar objetos reverenciados en lugares altos, ilustrando cuán silenciosamente hemos colocado a los datos en una posición casi sagrada. La pregunta que flota sobre la instalación es simple pero abrumadora: ¿quién nos gobierna en esta época?

A lo largo de sus obras, Tanahara regresa repetidamente a la cuestión de cómo los sistemas digitales moldean silenciosamente nuestro comportamiento. De hecho, más que enfocarse en los mecanismos técnicos detrás de ciertos proyectos, ella utiliza herramientas como interfaces de privacidad, cuestionarios y sistemas de toma de decisiones lúdicos para revelar qué tan fácilmente nos adaptamos a las estructuras establecidas por las grandes plataformas. Sus instalaciones invitan a la gente a notar los hábitos que han absorbido y las suposiciones que rara vez cuestionan, usando la vida digital menos como un conjunto de herramientas y más como un entorno que influye en la identidad, la agencia y el estado emocional. A través de estas experiencias participativas, ella abre un espacio para que los espectadores consideren cuánto de su comportamiento en línea es elegido y exactamente cuánto es heredado del diseño de los sistemas que los rodean.

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