La central eléctrica, largamente abandonada, en Alcanada y el peculiar desarrollo urbano frente a ella están intrínsecamente ligados. La central inauguró en 1957, durante la época en que la compañía de gas y electricidad era GESA. Los bungalows al otro lado conformaban el Poblat GESA. Estaban destinados a los trabajadores de la central y sus familias, quienes residían como inquilinos.
El artífice del Poblat fue Josep Ferragut, cuya vinculación con Alcudia también incluiría el proyecto de la Ciudad de los Lagos, el mayor desarrollo turístico-residencial de toda España. La posterior asociación de Ferragut con GESA se materializó con el emblemático edificio en Palma. Esta pequeña urbanización de 29 bungalows (o casitas, si se prefiere), más una capilla y una escuela, no poseía, por tanto, la envergadura de otros proyectos suyos.
No obstante, se ha equiparado su valor arquitectónico al del Edificio GESA en tanto que es representativo de un legado insular: uno comercial y el otro residencial. Y en el caso del Poblat, este se fusiona con el patrimonio industrial de la central, un legado que es clave para el empeño en conservar la planta lo más intacta posible, especialmente sus chimeneas.
Tanto la central como el Poblat cuentan con protección patrimonial, lo que significa que cualquier remodelación está obligada a respetar ciertos elementos. Endesa, que absorbio GESA en 1983, vendió el Poblat a un promotor madrileño en 2017 por 3,1 millones de euros. El plan inicial de chalets de lujo requirió un replanteamiento cuando el Poblat fue declarado Bien de Interés Cultural en 2023. Se insistió en conservar la apariencia externa de los bungalows, mientras que una idea de piscinas individuales hubo de descartarse. Una piscina comunitaria existente tendrá que bastar.
Ya ha comenzado la obra en el Poblat GESA. Foto: M.A.
Los trabajos de reforma ya han comenzado; se arguye que el interés de Endesa por lograr algo en esta línea proviene de la absorción de GESA hace todas esas décadas. Para 1983, la antigua central ya estaba prácticamente fuera de servicio, habiéndose trasladado las operaciones a Es Murterar. A lo largo de los años siguientes, los inquilinos alegaron que Endesa dejó de mantener el Poblat.
Fue hace casi veinte años cuando realmente empecé a interesarme por el Poblat. Era un lugar extraño, y los bungalows —la mayoría— se hallaban en un estado lamentable. La negligencia hacia toda la urbanización era evidente. El sitio era peculiar, pero resonaba con los fantasmas de una época pasada; los pocos bungalows aún ocupados (o no ocupados por okupas) se esforzaban por mantener las apariencias con jardincitos cuidados, mientras que los testimonios de aquel pasado te miraban a la cara, como la placa donde antes estuvo la escuela.
El puñado de inquilinos restantes sospechaba que Endesa intentaba forzar su salida. Al final, fallecieron o se marcharon, quedando el Poblat disponible para su venta y reurbanización. Era inevitable debido al estado de abandono, y así habrá nuevos ocupantes, algunos, cabe esperar, con aprecio por el pasado. La alcaldesa Fina Linares afirma que la “ocupación ilegal y el vandalismo” condujeron a la degradación, eludiendo comentar lo ocurrido anteriormente. “El ayuntamiento se complace en que se hayan obtenido todas las licencias necesarias para llevar a cabo esta reforma integral, regeneración y desarrollo urbano.”
Aún no está claro qué precios pagarán los ocupantes. Sea lo que sea, tendrán una vista única: una central eléctrica abandonada, oxidada y tan deteriorada como lo estuvo el Poblat. Para los promotores, presumiblemente, una central renovada no puede llegar lo suficientemente pronto. Pero, ¿cuán pronto será ese “pronto”?
