Los sudarios de David Cronenberg es una inquietante y introspectiva exploración del duelo, la tecnología y el cuerpo humano, consolidando su legado como el maestro del body horror. Ambientada en un Toronto futurista cercano, la película sigue a Karsh (Vincent Cassel), un viudo y empresario tecnológico que inventa GraveTech, un sistema que permite a los dolientes ver cómo se descomponen los cuerpos de sus seres queridos mediante sudarios con cámaras. Inspirada por la pérdida personal de Cronenberg de su esposa por cáncer, el film es tanto una meditación íntima como un thriller cerebral, envuelto en la estética perturbadora característica del director.
La película empieza con Karsh, quien imagina el cadáver en descomposición de su difunta esposa Becca (Diane Kruger), solo para despertar en el dentista, donde le dicen: "El duelo te está pudriendo los dientes". Esto marca el tono—una mezcla de horror corporal y humor. Las primeras escenas, especialmente una cita incómoda donde Karsh pregunta "¿Qué tan oscuro estás dispuesto a llegar?", establecen su premisa provocativa con claridad inquietante.
El estilo visual de Cronenberg, trabajado junto al cinematógrafo Douglas Koch, es frío y clínico, pero con un toque de calidez, como un cuerpo aferrándose a la vida. El cementerio de GraveTech, con sus lápidas futuristas que muestran transmisiones en vivo de cadáveres en descomposición, es tan grotesco como innovador, un testimonio del talento de la diseñadora de producción Carol Spier para fusionar lo estéril con lo orgánico. La trama se complica cuando las lápidas son vandalizadas y las transmisiones hackeadas, llevando a Karsh a reclutar a Maury (Guy Pearce), su ex-cuñado paranoico y programador del sistema.
Diane Kruger brilla en doble papel como Becca y su hermana gemela Terry, encarnando tanto el recuerdo fantasmagórico del amor de Karsh como una complicación viva y erótica. Sus flashbacks oníricos, mostrando el cuerpo de Becca devastado por el cáncer, son de los momentos más poderosos. La negativa de Cronenberg de evitar el daño físico de la enfermedad—suturas, amputaciones, huesos frágiles—hace estas escenas tan desgarradoras como horripilantes, un contraste con las representaciones edulcoradas de Hollywood.
Comparada con obras maestras anteriores de Cronenberg como La mosca o Crash, Los sudarios carece del impacto y ritmo narrativo de su mejor época, pero compensa con una honestidad emocional cruda. No busca tanto impactar con imágenes grotescas—aunque las hay, desde dedos cercenados hasta descomposición digital—sino confrontar el horror de la ausencia. No es su mejor trabajo, pero sí uno de los más personales, una historia de amor envuelta en paranoia tecnológica.
Los sudarios llega a los cines Luna Palace el 3 de julio.
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