Los manifestantes y residentes que resisten al turismo en Barcelona

Sarah Rainsford
Corresponsal del sur de Europa
BBC

Mientras los manifestantes marchaban por el centro de Barcelona el domingo, gritaban a los turistas que los filmaban: "¡Váyanse a casa!".

Parejas confundidas en cafés callejeros fueron rociadas con pistolas de agua y una tienda de lujo fue cubierta de pegatinas que declaraban "no bienvenidos" a los turistas que se refugiaron adentro.

El turismo es muy importante para España y Barcelona es uno de los destinos más populares. Pero las multitudes crecen tan rápido que muchos locales se quejan de que los están expulsando de sus propias ciudades.

Aquí y en otros lugares turísticos del sur de Europa, los residentes están resistiendo.

Los manifestantes

Un cartel decía: "Tu Airbnb antes era mi casa".

"No podemos vivir en esta ciudad. Los alquileres son altísimos por los Airbnb y los expatriados que vienen por el clima", explicó Marina, sosteniendo su pancarta mientras la multitud se reunía.

Otros carteles pedían prohibir los cruceros gigantes que atracan aquí, y uno decía que el turismo masivo está "matando" la ciudad.

"Nuestro objetivo no es detener el turismo, porque también es bueno, sino regularlo", dijo Marina.

La marcha avanzó hacia la Sagrada Familia, la imponente basílica diseñada por Gaudí.

La combinación de arquitectura, mar y sol atrajo a más de 15 millones de visitantes el año pasado, casi 10 veces la población local. No es extraño que haya tensión.

"No estamos en contra de los turistas individuales, sino de cómo se gestiona esto", dijo Elena, una joven bióloga marina. "Los jóvenes no pueden permitirse vivir aquí ni siquiera un café, que es muy caro para nuestros sueldos".

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Los residentes

Pepi Viu, de 80 años, fue desalojada de su casa este mes.

No solo los jóvenes sufren.

A sus 80 años, Pepi Viu fue desalojada de su hogar de casi una década en un barrio turístico. Cree que el dueño quería más renta de lo que una jubilada puede pagar.

Ahora está en un hostal buscando algo asequible, pero los precios han subido casi un 70% desde su último alquiler.

"No encuentro nada y no hay ayuda. Me siento desprotegida y es triste", dice, apoyada en un bastón. "Solo hay pisos turísticos, ¡pero nosotros necesitamos vivienda!".

En algunas zonas, casi todos los vecinos como Pepi ya han sido desplazados.

Pero en el Gótico, Joan Alvarez lucha por quedarse en el piso que su familia alquila desde hace 25 años a un precio razonable.

El dueño terminó el contrato, pero Joan se niega a irse.

La mayoría de los pisos en su edificio ya están divididos en habitaciones individuales para aumentar ganancias.

El pequeño oasis de Joan, con suelos de azulejo y terraza con vistas a la catedral, es uno de los pocos intactos.

"No es solo el dinero, es el principio", explica, rodeado de gatos y macetas. "Esto es el centro y casi no quedamos residentes. No debería ser así".

"La vivienda no debería ser un negocio. Sí, es su propiedad, pero es mi hogar".

Los propietarios

Jesús Pereda, que alquila dos pisos turísticos en el centro, dice que los dueños son chivos expiatorios.

Bajo presión, las autoridades anunciaron la prohibición total de alquileres turísticos a corto plazo desde 2028.

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10.000 propietarios perderán sus licencias.

Pero Jesús Pereda, dueño de dos pisos cerca de la Sagrada Familia, cree que es una mala solución.

"Dejaron de dar licencias hace 10 años, pero los precios siguieron subiendo. ¿Cómo somos nosotros los culpables? Somos el enemigo fácil", insiste.

Gestionar los pisos es su trabajo y sustento. "Ahora tenemos ansiedad".

Jesús cree que los nómadas digitales que vienen de Europa suben los precios, no los turistas. "Ganan y pagan más. Eso no se puede parar".

Argumenta que los pisos turísticos reparten visitantes y dinero por la ciudad. Sin turismo, Barcelona tendría una "crisis existencial", pues representa hasta el 15% del PIB español.

Si pierde su licencia, no alquilará a locales: el precio regulado no es rentable, así que venderá los pisos.

Cánticos y petardos

La protesta terminó con gritos de "¡Sois todos guiris!" –jerga local para extranjeros– y petardos. Humo rojo llenó el aire frente a la policía, que bloqueaba el acceso a la Sagrada Familia.

Antes, lanzaron una bengala a un hotel lleno de turistas, incluidos niños, que quedaron asustados.

Hubo protestas similares en España, Portugal e Italia: no masivas, pero ruidosas.

Los reclamos son iguales y no hay consenso sobre cómo solucionarlo. Pero España espera más turistas que nunca este verano.

Reporte adicional de Esperanza Escribano y Bruno Boelpaep