Lo que las últimas conversaciones sobre Ucrania revelan del estado mental de Putin

¿Qué nos dice la última ronda de diplomacia sobre Ucrania acerca del estado de ánimo y las intenciones del presidente ruso Vladimir Putin?

Para empezar, que no está listo para firmar un acuerdo de paz. Al menos, no en este momento.

Y definitivamente no el acuerdo (o acuerdos) que están sobre la mesa.

“Todavía no se ha encontrado una versión de compromiso”, comentó el asesor de política exterior del Kremlin, Yuri Ushakov, después de cinco horas de conversaciones en Moscú con Putin, el enviado estadounidense Steve Witkoff y el asesor y yerno de Donald Trump, Jared Kushner.

La falta de compromiso no es una gran sorpresa, considerando los comentarios inflexibles del líder del Kremlin en los últimos días.

En varias declaraciones, ha condenado al liderazgo ucraniano llamándolo una “junta ladrona”, ha acusado a los líderes europeos de intentar sabotear los esfuerzos de paz e insistido en que Rusia tiene la iniciativa en el campo de batalla.

En un par de ocasiones recientes, la televisión rusa mostró a Putin con uniforme militar, estudiando mapas del frente y alardeando de avances militares, muchos de los cuales Ucrania y observadores internacionales han desmentido.

Después de casi cuatro años de la invasión a gran escala de Ucrania, a pesar de las grandes pérdidas que Rusia ha sufrido en el campo de batalla y el daño a su economía, el presidente Putin parece convencido de que está ganando esta guerra y que este no es el momento de parar.

Al menos, eso es lo que le gustaría que creyera Occidente: que nada puede detenerlo ahora de lograr sus objetivos.

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He dicho antes que, en muchos sentidos, Vladimir Putin me recuerda a un coche sin frenos, sin volante y sin marcha atrás; un vehículo que va a toda velocidad por la autopista.

Casi cuatro años después de la invasión total, todavía no hay señal de que el “Putinmóvil” vaya a girar, dar la vuelta o detenerse.

Él ciertamente quiere que sus oponentes piensen que nada ni nadie puede forzarlo a cambiar de dirección: ni los líderes europeos, ni la administración de Trump, ni el presidente Zelensky.

Pero los coches necesitan combustible (un suministro constante).

Y, para hacer una guerra, los países necesitan dinero (un suministro constante).

Por ahora, a pesar de las sanciones internacionales, el gobierno ruso todavía puede financiar la “operación militar especial” – su guerra contra Ucrania. Pero las presiones económicas aumentan: los ingresos por petróleo y gas han caído y el déficit presupuestario crece.

Incluso Putin admite que hay problemas, refiriéndose a “desequilibrios” en la economía.

“En varios sectores, la producción no solo no aumentó este año sino que en realidad disminuyó,” dijo Putin esta semana. “¿Estamos satisfechos con estas tendencias? No.”

La gran incógnita: ¿en qué punto, si es que llega a pasar, las preocupaciones económicas empezarán a influir en los cálculos del Kremlin sobre el campo de batalla?