En junio de 2007, Steve Jobs subió al escenario con su característico jersey negro de cuello alto e hizo lo que mejor sabía hacer: redefinir la realidad. Bromeó con el público prometiendo tres nuevos productos: “un iPod, un teléfono y un comunicador de Internet”. Acto seguido, sacó astutamente un único dispositivo de su bolsillo: el iPhone.
Ese primer iPhone era elegante y revolucionario en su diseño físico, pero estaba basado en un sistema cerrado de software y aplicaciones. Dieciséis aplicaciones en total, todas creadas por Apple. Jobs llegó a declarar que los desarrolladores de software *deberían ser* realmente desarrolladores de hardware, reforzando así que Apple mantendría todo bajo control. Sin embargo, como el tiempo demostraría, Apple no pudo, ni lo hizo, mantener las cosas cerradas.
En cuestión de meses, los *hackers* estaban haciendo jailbreak a los iPhones y creando aplicaciones que la gente quería en el iOS de Apple. La compañía se enfrentaba a dos opciones: insistir en intentar controlarlo todo por sí misma o adoptar lo que el mundo les estaba diciendo claramente que debían hacer, empoderando a un floreciente ecosistema de desarrolladores de aplicaciones de terceros para hacerlo de forma segura. Y Apple hizo precisamente eso: se centró en lo que mejor hacía, el hardware y el sistema operativo, y creó una plataforma donde otros podían encargarse del resto. El resultado fue un crecimiento explosivo, una mejor experiencia de usuario y un producto que realmente cambió el mundo.
Entonces, ¿qué tiene que ver esto con la sanidad actual? Absolutamente todo.
La sanidad de hoy se parece mucho a la industria de la telefonía móvil de 2007: cerrada, fragmentada y convencida de que puede hacerlo todo por sí misma. Pero la realidad es que ni un solo pagador, proveedor o empresa tecnológica puede resolver por sí sola la complejidad del sector sanitario. Al igual que Apple reconoció que podía, y debía, permitir que otros construyeran aplicaciones para impulsar un incipiente ecosistema de apps móviles, la sanidad tiene que reconocer el poder de las alianzas y la especialización para impulsar la innovación en nuestra industria.
Creo que la sanidad necesita un “momento App Store”, que permita un ecosistema abierto e integrado donde cada actor se centre en sus fortalezas mientras trabaja de forma cohesionada. Lo que se necesita es una plataforma flexible capaz de integrar programas, redes y modelos de beneficios sanitarios de primer nivel que puedan satisfacer las necesidades únicas de cada organización. Esto facilita que los usuarios de la plataforma, como las aseguradoras de salud, aprovechen su experiencia mientras ofrecen a los miembros una experiencia moderna y sin fisuras.
Debemos ofrecer una plataforma tecnológica diseñada para simplificar y clarificar los procesos sanitarios. Trabajando juntos, podemos desarrollar un sistema de prestaciones sanitarias que sea fácil de usar y eficiente, similar a la facilidad de uso de los productos de consumo cotidianos.
Los empleadores son quiénes sienten esta necesidad de forma más aguda. Ellos pagan las facturas, y sin embargo, el sistema hace que sea casi imposible gestionar los costes de forma estratégica.
¿Cómo podemos, entonces, darles respuesta?
Para los empleadores: herramientas de análisis y reporting sofisticadas, y una precisión financiera en los partes de gastos altamente fiable del 99,1%.
Para los miembros: una experiencia sanitaria más sencilla e intuitiva, que conecte todas las prestaciones de forma fluida, fomentando la participación y ofreciendo resultados medibles.
El futuro de la sanidad no consiste en que una sola empresa “lo posea todo”. Se trata de construir el tipo de ecosistema que Apple desbloqueó con el iPhone y su App Store; uno que empodere y cambie las reglas del juego para todos. Esa es la apuesta que estamos haciendo con nuestros planes para socios y empleadores. Y si la historia de Apple sirve de referencia, es la acertada.
Foto: CASEZY, Getty Images
