Aunque en algunas zonas de España aún parezca verano, la estación ya está cambiando gradualmente, con un aumento de las precipitaciones, tormentas y un descenso de las temperaturas, por lo que quizás sea el momento de considerar el cambio de neumáticos.
Si resides en el norte o el centro del país, en particular, podría ser hora de prepararse para el invierno y reflexionar sobre las adaptaciones necesarias en el vehículo para conducir con seguridad ante la posible aparición de escarcha, hielo y nieve.
Lo más importante en estos casos es sustituir los neumáticos habituales por otros de invierno, que son los adecuados para dichas condiciones.
Por lo general, los coches en España están equipados con neumáticos mixtos, válidos para las altas temperaturas estivales y para circular con lluvia intensa.
Los neumáticos de invierno —también denominados «ruedas para nieve»— permiten una frenada más rápida y ofrecen un mayor agarre durante la conducción.
En las regiones del norte o de mayor altitud, como Castilla y León, Aragón y los Pirineos, puede que sea necesario realizar este cambio incluso antes del inicio oficial del invierno.
Cabe aclarar que, a diferencia de otros países europeos, en España no es obligatorio utilizar neumáticos de invierno durante una parte del año.
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En España, el Real Decreto 2822/1998 regula la legislación sobre neumáticos de invierno. Establece que, en situaciones en las que se requiera o recomiende el uso de cadenas, se puede optar por utilizar neumáticos específicamente diseñados para condiciones invernales.
Estos neumáticos se identifican por las siglas «M+S», «MS» o «M&S», que significan ‘barro y nieve’. Algunas marcas también incorporan el icono de un copo de nieve.
Su composición de caucho especial permanece flexible a bajas temperaturas, lo que les permite mantener el contacto con el firme, proporcionando una mejor tracción y acortando la distancia de frenado.
Además, su banda de rodadura es más profunda y presenta pequeñas laminillas que evacuan el agua, la nieve y la mezcla, mejorando el agarre en calzadas deslizantes.
Los neumáticos de verano, por el contrario, suelen endurecerse con el frío y no son adecuados para estas condiciones.
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Los neumáticos de invierno están diseñados para ofrecer su máximo rendimiento por debajo de los 7 °C y son considerablemente más prácticos que las cadenas. Por tanto, cuando los termómetros empiecen a marcar menos de 7 °C, sabrás que es el momento de cambiarlos.
Cada neumático tiene un índice de velocidad —una letra que indica la velocidad máxima a la que se puede circular con seguridad con ese neumático.
Al instalar neumáticos de invierno, es posible que su índice de velocidad sea inferior al de los neumáticos de verano. Esto se debe a que en invierno, con nieve o hielo en la carretera, no es necesario ni seguro conducir a altas velocidades.
El índice nunca debe ser inferior a Q, que corresponde a una velocidad máxima de 160 km/h. Esto implica que, aunque tu coche pueda ir más rápido, si tus neumáticos de invierno solo admiten 160 km/h, debes respetar ese límite.
Si se eligen neumáticos de invierno con un índice de velocidad inferior al habitual, la normativa exije colocar una etiqueta de advertencia en un lugar visible del vehículo.
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Su vida útil oscila entre los 30 000 y los 65 000 km, por lo que es posible reutilizar los del invierno anterior o, si son nuevos, poder usarlos también en la próxima temporada invernal.
Sin embargo, no se recomienda utilizarlos en verano ni en otras épocas del año, ya que se desgastarían con facilidad y perderían su eficacia.