Lo bueno, lo malo y lo feo: el desastre de la entrevista de Clint Eastwood revela crudas verdades sobre el periodismo cinematográfico | Industria del cine

La entrevista de Clint Eastwood en el periódico austriaco Kurier se volvió viral el fin de semana, y no es sorpresa. Un encuentro con una leyenda del cine de 95 años, que además critica el estado actual de la industria, siempre iba a llamar la atención. Sobre todo en esta época floja del año: después de Cannes y antes del verano, con Mission: Impossible perdiendo fuelle y Lilo & Stitch dominando la taquilla, de la que no se puede sacar mucho más.

Otra prueba de lo poco que hay ahora mismo son las noticias de revistas como Variety, Hollywood Reporter o Deadline, que siguen publicando lo que sea. Por ejemplo, una entrevista con Michael Cera donde dice que Jackie Chan no lo reconocío cuando se conocieron, o Renée Zellweger llorando en el rodaje de Bridget Jones. Comparado con eso, lo de Eastwood diciéndole a los directores jóvenes que se espabilen es como el escándalo de Watergate.

Pero parece que al propio Kurier le sorprendió el revuelo. Y eso tampoco es raro, porque mucho del periodismo cinematográfico sigue anclado en la era pre-internet, cuando Google Translate no existía y juntar 18 entrevistas viejas podía contar como artículo nuevo.

Lo que sí lamenta el periódico, según su comunicado, es haberlo llamado "entrevista" y no "perfil de cumpleaños". Sugiere que la autora, Elisabeth Sereda, les vendió mal su acceso, por lo que ya no trabajarán con ella.

Si es cierto, es raro. Estas entrevistas suelen llevar mucho trabajo entre editores, publicistas y más. Aún así, preocupa que el periódico no verificara cuándo, dónde o cómo Sereda habló con una estrella tan reservada y mayor como Eastwood.

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Más confuso: aunque Kurier admite que el método de Sereda para conseguir citas era dudoso, defiende su trayectoria. Dice que lleva décadas en Hollywood, entrevistando a grandes estrellas y que es miembro de la Hollywood Foreign Press Association (HFPA), la asociación que organizaba los Globos de Oro.

Pero la HFPA ya no existe. Se disolvió en 2023 tras décadas de acusaciones por falta de profesionalidad, sobornos y poca diversidad (ni un solo miembro negro). Los Globos de Oro perdieron credibilidad y fueron boicoteados hasta su reinvención.

Periodistas como Sereda dependen del acceso en festivales: caótico, breve y nada exclusivo. Hace 20 años, yo recuerdo mesas redondas con estrellas y decenas de periodistas peleando por preguntar. Al final, salías con citas genéricas sobre si la estrella visitaría Letonia o lo bueno que era el director.

Se puede vivir de esto si vas a todos los festivales y mantienes buenas relaciones con publicistas. Hace falta ser un poco adulador, algo que a muchos no les cuesta. Sereda, por ejemplo, llena su Instagram de selfies con famosos, sea por una entrevista, una película o su muerte.

Esta obsesión con las celebridades es común, incluso entre los críticos más respetados. Recuerdo a un periodista que publicaba selfies con estrellas fallecidas tan rápido que parecía sospechoso.

Así funciona este mundo: piel gruesa, estándares flexibles y mucho humo. Por suerte, medios como The Guardian no dependen de ese acceso, pero mucha de la información que se ofrece sigue siendo de fábrica de salchichas: mejor no saber cómo se hace.

Que sigan existiendo mesas redondas muestra lo aferrada que está la industria a la publicidad en papel. Antes, que las mismas citas aparecieran en varios medios pasaba desapercibido. Hoy no tiene sentido, pero los publicistas aún prefieren versiones impresas, aunque las lean menos personas que las digitales. Quizá porque los clientes quieren algo físico, aunque sea menos visto.

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Pero los tiempos cambian. Fue el propio Eastwood quien alertó sobre lo dudoso del artículo de Kurier. Él sí dijo esas cosas, pero no recientemente ni a esa periodista.

Una nueva entrevista con él sería oro puro, ya que no promocionó su última película, Juror #2, que fue directo a streaming en EE.UU. ¿Le preocupaba que sus viejas declaraciones se interpretaran como un ataque a David Zaslav, el nuevo jefe de Warner? O, a sus 95 años, ¿solo está más atento que nosotros?