Las calles están iluminadas con luces de colores, han aparecido belenes en las plazas y el aroma de las castañas asadas impregna el ambiente: debe ser diciembre, lo que significa que los mercadillos navideños están por todas partes.
Aunque la globalización ha generado cierta homogeneidad en el comercio —especialmente en estas fechas, donde es imposible escapar del ‘Jingle Bells’ como banda sonora y de Papá Noel como motivo—, en los mercados navideños que surgen por toda España aún se hallan claves de tradiciones muy arraigadas y esencialmente españolas.
Mercadillo navideño en España
Esto es especialmente evidente en el anual Mercado de Navidad de la capital española, donde pequeñas casetas de madera transforman la adoquinada Plaza Mayor en un verdadero gruta de Santa Claus que, además de sumergirte en el espíritu navideño, ofrece una profunda inmersión en las tradiciones españolas de estas fiestas.
Durante finales del siglo XIX, cuando se celebró por primera vez en la Plaza Mayor, mercaderes de toda España traían sus productos de lujo a este mercado. Hubo un tiempo en que pavos vivos eran conducidos en cabalgata por la Calle Mayor en Nochebuena para ser sacrificados para el banquete, hasta que una prohibición municipal en 1894 vetó el ganado en el centro de la ciudad.
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Foto de archivo de un vendedor de pavos en la Plaza Mayor de Madrid.
Hoy en día, el pavo no se considera un manjar muy navideño en España, y las familias suelen cenar marisco y carnes asadas, como el cochinillo o el cordero, en Nochebuena.
Panaderos y confiteros de toda España traían especialidades regionales para vender en Navidad: el crujiente turrón de almendra de Alicante, los mantecados desmenuzables y espolvoreados con canela de Antequera, el delicado mazapán elaborado por monjas de clausura en Toledo y los polvorones en polvo envueltos en papel de colores brillantes.
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Polvorones por Víctor Gómez Flickr/Creative Commons
Estos dulces siguen siendo un elemento básico de la Navidad en España hoy en día, tanto como los chocolates Quality Street en un hogar británico, y en los mercados de todo el país aún encontrarás puestos dedicados a su venta.
En aquel entonces, mientras los padres compraban los alimentos, los niños se reunían en grupos para cantar villancicos —una versión antigua de los coros navideños— y, aunque es poco probable que encuentres a jóvenes modernos haciendo lo mismo, quizá veas zambombas, los tamborcillos manuales que se tocaban para acompañar el canto, aún a la venta entre los adornos navideños.
En la Plaza Mayor de Madrid, numerosísimos puestos se dedican a la venta de figuras para el belén —pues cada hogar monta tradicionalmente el suyo propio. Estas escenas van mucho más allá de las figuras tradicionales que uno espera encontrar. Junto a las tallas manuales de María, José y el Niño Jesús en el pesebre, está la colección habitual de acompañantes: un burro, algunas ovejas, los pastores, los Reyes Magos —quizá montados en camellos— y, por supuesto, un ángel.
Una miniatura de una caseta de lotería navideña diseñada para un belén. Foto: F Govan
Pero también encontrarás, en miniatura, todos los aspectos de la vida rural: desde un molino de viento hasta una lavandera, o pequeños puestos de mercado cargados con frutas y verduras replicadas a diminuta escala. Algunas familias coleccionan una nueva figura para su belén cada año, recreando su propio pueblo o construyendo uno desde su imaginación.
A menudo, los mercadillos se instalan en plazas donde el ayuntamiento ha montado un belén público, algunos extendiéndose en su propio cobertizo construido al efecto, mientras que otros, como el de Alicante este año, son estructuras gigantescas que se elevan hacia el cielo.
El belén de la Plaza del Ayuntamiento de Alicante alcanza los 17 metros de altura. Foto: F Govan
Cataluña añade su propio giro inusual a la tradición con la inclusión de una figura conocida como el ‘caganer’ —el cagón navideño. Los encontrarás agachados con los pantalones bajados en un rincón del belén, con el trasero al aire sobre un pequeño montón de excremento, en una tradición que supuestamente trae buena suerte y prosperidad al hogar. Donde antes adoptaban la forma de campesinos con camisa blanca y barretina roja, ahora representan a famosos de la realeza, líderes mundiales, iconos del deporte y superestrellas de la música. En un mercado navideño catalán hallarás puestos enteros dedicados a la venta de caganers, con una lista de los más vendidos cada año —Leo Messi y Donald Trump encabezaron la lista el año pasado.
Los que estén en Cataluña deben buscar otra figura escatológica, el Caga Tió, un tronco defecante que lleva una barretina roja y una gran sonrisa. La tradición dicta que se coloca en la chimenea, donde en Nochebuena los niños lo golpean con un palo mientras cantan una canción instándolo a ‘cagar’ regalos para los que se han portado bien.
Una Navidad catalana incluye un ‘tronco que caga’. Foto por Jorge Franganillo Flickr/ Creative Commons
Decoraciones navideñas más familiares, como abetos y muérdago, también serán prevalentes en tu mercado local —los primeros suelen venderse en macetas, pues hay prohibiciones de vender árboles cortados en muchos lugares de España, mientras que recolectar muérdago silvestre es ilegal.
Por supuesto, encontrarás representaciones de Papá Noel en los mercadillos, aunque es relativamente reciente que se haya incorporado a la temporada festiva española. Tradicionalmente, son los Tres Reyes Magos quienes traen los regalos a los niños, y no hasta la víspera de la Epifanía.
Los Reyes Magos llegan el 5 de enero para repartir regalos
Este momento culminante llega la noche del 5, cuando se celebran cabalgatas por toda España, con actores o figuras públicas locales disfrazados de los magos que recorren las calles en carrozas elaboradas y lanzan caramelos a los niños que las abarrotan. Hoy en día, los niños españoles esperan también los regalos de Papá Noel, además de los principales que aparecen la mañana del 6.
También encontrarás puestos con todo tipo de pelucas y sombreros ridículos, pues los españoles se disfrazan para recibir el Año Nuevo en Nochevieja. Es entonces cuando, con cada campanada de medianoche, se come una uva para simbolizar la buena suerte de cada mes del año entrante, en una tradición peculiarmente española.
Las doce uvas que se comen al compás de las campanadas de Nochevieja en España.
Por eso encontrarás paquetes de uvas sin semillas a la venta con el cartel de “Uvas de la Suerte”, así como latitas con doce uvas para simplificar el proceso, especialmente para quienes se congregan en las plazas públicas para celebrar el Año Nuevo.
¿Te preguntas por la proliferación de artículos de bromas, como cacas de plástico, cojines que hacen ruido, caramelos de pimienta o mecheros con chorro de agua, en algunos puestos? Aunque puedan ser rellenos ideales para el calcetín de los jóvenes traviesos, estos objetos se compran para gastar bromas a familiares y amigos en el equivalente español al Día de los Inocentes. El Día de los Santos Inocentes tiene lugar el 28 de diciembre, cuando la gente lleva a cabo ‘inocentadas’. Es este día, y no el 1 de abril, cuando aparecen noticias falsas en periódicos y televisión.
Aunque puede que no encuentres un puesto que venda vino caliente especiado, puedes consolarte con una taza de chocolate con churros o incluso con un trozo de Roscón de Reyes, el brioche dulce decorado con fruta escarchada que es el pastel navideño por excelencia en España.
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