LA VIDA EN ESPAÑA: ¿Las confiterías son un negocio en extinción? Zoe Dahse explora el destino de una tradición azucarada.

Uno de mis primeros recuerdos de España no es de un monumento ni de una comida familiar, sino de una tienda de chuches. Tenía solo tres años y estaba visitando Bilbao con mi padre cuando entramos en una pequeña tienda abarrotada de golosinas de colores que me dejaron boquiabierto.

El tendero me dio una bolsa de plástico y, con paso torpe, recorrí los pasillos, examinando con ojos como platos todos los dulces y chocolates tentadores que había. Era pura felicidad mágica para mi yo infantil, un recuerdo que perduró mucho después de que se esfumara el subidón de azúcar.

Años más tarde, quise averiguar si esa misma cultura seguía viva en España y qué había cambiado, si es que algo lo había hecho, en los 18 años transcurridos.

Las chuches siguen siendo, evidentemente, una parte importante de los supermercados españoles. En cualquier Dia, Carrefour o Mercadona, los pasillos de dulces abundan. Aunque aún existen tiendas de golosinas más tradicionales.

Para comprobarlo, visité San Pedro Alcántara, donde conocí a un hombre que desafía las probabilidades y demuestra que, al menos por ahora, las tiendas de chuches aún tienen un lugar en el corazón comercial de España.

1000 Tentaciones en San Pedro Alcántara

José Manuel Nuño García, conocido por todos como Nuño, es el dueño de la tienda 1000 Tentaciones en San Pedro Alcántara. El nombre, bastante apropiado, significa 1000 Tentaciones. Es un negocio familiar que lleva junto a su esposa Yana y que lleva dos años en funcionamiento. Gente de su tierra natal, Asturias, le advirtió que el negocio no duraría más de unos meses, pero aquí sigue, con buena salud financiera.

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En su tienda hay más de 70 tipos de chuches. Me explica que el método clásico de coger una bolsa, ponerse guantes y elegir a mano lo que uno quiere sigue vigente. Sin embargo, en el mundo actual, las redes sociales han cambiado mucho el negocio de las golosinas.

—Puedes pedir esto y aquello, lo que sea que esté muy viral en el momento. Ahora hay mucha demanda de chuches ácidas y de golosinas de Suecia —señala Nuño, mencionando que Scandi Candi, otra tienda a pocos minutos de la suya, se especializa en productos escandinavos.

Esta demanda de chuches importadas tiene sus desventajas: fechas de caducidad, distancias largas que impiden devoluciones, y la necesidad de mantener el aire acondicionado siempre encendido para que chocolates como los Snickers no se derritan.

—Durante un apagón estuve rezando todo el día para que el chocolate no se fundiera —dice entre risas. Además, tiene ocho neveras funcionando: —La gente viene a comprar bebidas también, no solo chuches.

Comparado con los kioskos públicos, las tiendas de golosinas son un negocio más arriesgado. Los kioskos son propiedad del ayuntamiento y pagan alquileres más bajos, además de estar en lugares estratégicos como calles o cerca de colegios. Pero Nuño destaca que en ellos se pierde la tradición de elegir las chuches a mano, ya que hay que pedírselas al dueño.

En el norte de España, de donde él viene, hay más tiendas como la suya, pero con menos productos importados, ya que no hay tanta demanda de expatriados. En cambio, en San Pedro, americanos, noruegos y saudíes son clientes frecuentes.

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—Aquí la gente tiene mucho más dinero, y ahí notas la diferencia.

Aun así, el negocio tiene riesgos. Si un producto no se vende, el dinero se pierde. Por ejemplo, ahora las golosinas de El juego del calamar (por la serie de Netflix) se venden bien, pero los chicles americanos no tanto.

Las importaciones son caras: una caja de 24 Snickers puede costar 36€, y si no se venden, es dinero tirado.

—Las chuches no son una necesidad como el pan o la leche, son un capricho. Eso hace el negocio más arriesgado —explica Nuño, cuyos clientes suelen ser niños y adolescentes, con mayoría de chicas.

¿Ha cambiado la cultura de las tiendas de chuches desde su infancia?

—De pequeño no compraba chuches todos los días. Ahora los tiempos son distintos, la gente viene mucho más —dice. Sobre Marbella en concreto: —Es otro mundo, un nivel de poder adquisitivo escandaloso, como Las Vegas.

—No puedo contarle a la gente en Asturias que aquí hay quien gasta 80 o 100€ semanales en chuches, gente con coches y mucho dinero.

¿Y qué opina del tema de la obesidad?

—La gente del norte de Europa suele cuidarse más, hace ejercicio o evita el azúcar. Los sudamericanos, genéticamente, tienden a ser más gorditos, pero también comen y beben mucho. Los jóvenes ahora se cuidan más.

Añade que la salud también depende del clima. Él mismo se mudó desde Asturias por su asma y problemas de peso, y el cambio a Marbella le ha sentado genial.

Si puedes, apoya las tiendas de chuches locales: tienen de todo y seguro encuentras algo que te guste.

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