Fue una de las grandes estrellas de Hollywood, pero Robert Redford intercambió en una ocasión el glamour de Los Ángeles por una rústica finca en Mijas carente de electricidad y agua corriente.
El actor, fallecido a los 89 años, afirmaba con frecuencia que fue España quien le dió su alma artística. Desde dibujar en Barcelona siendo adolescente, hasta pintar bajo la luz mediterránea de Mallorca, y finalmente, vivir la vida sencilla en las colinas blanquecinas de Málaga, Redford encontró un refugio creativo que moldeó su mirada al mundo.
—En aquella ocasión fuimos a Málaga, luego a Fuengirola, y de allí a Mijas. Alquilamos una finca sin luz ni agua. No bailé flamenco, pero fue una experiencia maravillosa —recordaba en una ocasión.
Redford llegó por primera vez a España con tan solo 19 años, persiguiendo su sueño de convertirse en pintor. —Cuando estaba estudiando, vine a España. Fue maravilloso. Viajé por el país, pasé un tiempo en Barcelona y después dos meses en Mallorca, donde pinté —evocaba años más tarde.
En Barcelona, se empapó del colorido modernismo de Gaudí y de la mixtura entre tradición y vanguardia de la ciudad, hallando en su arquitectura la misma chispa que después trasladaría al cine.
LECTURA ADICIONAL:
Para 1957, Redford vivía en Mallorca, pintando lienzos y respirando la luminosa atmósfera mediterránea de la isla. Regresó con su joven familia en los años sesenta, alojándose en el por entonces adormecido pueblo pesquero de Puerto de Alcudia.
—Deseaba que mis hijos se criasen en contacto con otras culturas —manifestó. En aquel momento, sopesaba abandonar la interpretación tras solo tres películas en Hollywood. La isla balear —con sus casas de piedra, paredes encaladas y luz deslumbrante— le brindó el espacio para reflexionar y, posteriormente, influyó en su manera de emplear los paisajes casi como personajes en sus filmes.
En 1966, Redford se trasladó a Mijas, Málaga, por casi siete meses —y fue allí, en las colinas andaluzas, donde realmente abrazó una vida austera.
El joven actor vivió de manera sencilla entre las angostas calles empedradas del pueblo blanco, las casas encaladas y los balcones repletos de flores. Pero cuando cada vez más estadounidenses comenzaron a aparecer en el pueblo, Redford consideró que era hora de volver a Hollywood.
España fue más que una escala pasajera para Robert Redford: fue donde maduró como artista y donde halló la belleza de lo esencial.
El modernismo de Barcelona, la luz de Mallorca y el encanto rústico de Mijas dejaron su huella en una carrera que deslumbraría al mundo.
Mientras el mundo llora a una leyenda de Hollywood, España también puede reclamar una parte de la historia: aquellos meses de quietud en los que Robert Redford cambió la alfombra roja por una finca sin luz ni agua, y lo calificó de ‘maravilloso’.
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