El minutero del reloj de la Puerta del Sol en Madrid se aproxima a la medianoche.
Millones de españoles ya tienen una uva en la boca. Otros tantos esperan al primer campanazo de los doce para comenzar a ingerirlas.
Algunos comen el rabito de la uva; otros las toman peladas, sin pepitas o con los amargos huesos incluídos. Pero para cuando den las doce, casi todo el país habrá engullido doce uvas con la esperanza de atraer la buena fortuna para el año entrante.
Existen tantas teorías sobre el origen de esta tradición tan española como formas hay de consumir las doce uvas de la suerte.
La torre del reloj que corona la céntrica Puerta del Sol es el epicentro nacional en Nochevieja, mientras millones sintonizan la retransmisión esperando los últimos doce campanadas del año. Fuente: Wikimedia Commons.
Los viticultores del valle del río Vinalopó, en Alicante, prefieren creer que fueron ellos quienes inventaron la tradición tras una cosecha excepcional en 1909.
Su argumento es sólido, puesto que el 90% de las uvas consumidas al ritmo de las campanadas procede de la comarca del Vinalopó.
Fueron ellos quienes, a principios del siglo XX, idearon la técnica especial de embolsar la uva Aledo en papel, lo cual permitía dejarla en la vid y cosecharla bien entrado diciembre.
Una legión de 13.000 trabajadores envuelve incansablemente más de 200 millones de racimos con bolsas de papel cada año en los municipios de Novelda, Monforte del Cid, Aspe, Hondón de las Nieves, La Romana y Agost.
Muchos en España creen erróneamente que los viticultores del Vinalopó alicantino inventaron la tradición de las doce uvas, tras idear la técnica del embolsado que mantiene la fruta fresca hasta diciembre. Fuente: Uva de Mesa Embolsada del Vinalopó.
Es la única variedad en España capaz de semejante logro, por lo que resulta natural concluir que el Vinalopó inició todo.
Existe solo un problema: no hay ninguna evidencia.
Las estimaciones más tempranas sitúan el invento del embolsado entre 1918 y 1920.
Un investigador de Motril, Granada, sostiene que esto sucedió cuarenta años después de que la tradición comenzara realmente entre los madrileños más humildes, quienes se burlaban así de los aristócratas avaros que gobernaban la capital.
Corría el año 1882, y el alcalde de Madrid, José Abascal y Carredano, estaba harto de las juergas desmedidas que se desbordaban por las calles en torno al Año Nuevo.
Por entonces, según el investigador Gabriel Medina Vílchez, las celebraciones principales tenían lugar el 5 de enero, víspera del tradicional Día de Reyes.
Era la fiesta más importante del año.
Artículos de prensa de finales del siglo XIX demuestran que la tradición de comer las doce uvas es anterior al mitológico excedente de los viticultores del Vinalopó en 1909. Fuente: Hemeroteca Digital.
José Abascal ideó un plan astuto: un impuesto de cinco pesetas para cualquiera que buscara diversión en las vías públicas de Madrid. Era una suma excesiva para la época, además de una medida que uno podría imaginar respaldada por el avaro personaje de Charles Dickens.
En aquel entonces, pocos celebraban la Nochevieja, excepto los acaudalados aristócratas y altos funcionarios que, en sus privilegiados viajes al extranjero, habían conocido la tradición burguesa francesa de tomar uvas y champán.
Dado que las uvas eran más baratas en la cálida España, los madrileños privados de juerga el 5 de enero decidieron congregarse en la Puerta del Sol el 31 de diciembre, cuando el impuesto no regía.
La Puerta del Sol albergaba entonces el Ministerio de la Gobernación, desde donde se dirigía el país. Era el kilómetro cero de España y el edificio central de toda la nación.
Para mofarse de la amarga burguesía española, la gente comenzó a comer uvas antes de medianoche deseándose mutuamente buena suerte para el año venidero.
La tradición alcanzó tal popularidad que se extendió por toda España, incluyendo países de habla hispana allende los mares, y dio a algunos viticultores del Vinalopó motivos para frotarse las manos.
Si se consulta cualquier historia sobre el origen de las doce uvas en España, es probable que se encuentre el mito de la supercosecha de 1909 en un lugar prominente, acompañado de elogios hacia la “mejor campaña de marketing” de la historia del país.
No obstante, como tantas tradiciones, es posible que esta comenzara como una simple burla, antes de que los intereses comerciales la revistieran de mitología.
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