Estas ya no son las guerras de los late nights de antes.
En los 90s y los 2000s, se gastó mucha tinta mientras las grandes cadenas peleaban por audiencias en el ya anticuado espacio de la programación después de las 11pm. Johnny Carson se jubiló. David Letterman se cambió a la CBS. Conan O’Brien fue sacado del anonimato, eventualmente le dieron The Tonight Show, y después Jay Leno básicamente se lo quitó para tener unos años más de comedia de poca calidad. Pero en retrospectiva, quizás los momentos más prescientes fueron dos que parecieron menores en su momento: ABC sacó del aire a Politically Incorrect de Bill Maher porque él expresó una opinión poco popular sobre el 11-S en un contexto muy entendible, y Jimmy Fallon juguetónamente le despeinó el pelo a Donald Trump.
Esos eventos no explican completamente el panorama actual tan vacío de los late nights, pero sí se siente como que las llamadas guerras de los late nights han empezado a parecer un campo de batalla real – no en el sentido de que hay vidas en riesgo, sino en el sentido de que después de grandes enfrentamientos, tiende a quedar poca gente en pie. (Y los que se rinden se benefician, al menos a corto plazo). Solo unos meses después de que el Late Show de Stephen Colbert – el creado para Letterman cuando cambió de cadena – fuera cancelado por la CBS, aparentemente por recortes de presupuesto pero muy probablemente para facilitar una gran fusión de Paramount, ABC ha sacado indefinidamente del aire a Jimmy Kimmel Live!.
La razón aparente es que Kimmel falto el respeto al fallecido Charlie Kirk, un profesional del prejuicio que fue asesinado sin sentido en un evento público. Los dueños de las cadenas eligieron esto porque suena vagamente plausible, aunque sigue siendo enormemente estúpido. Kirk era una figura pública, y cuestionar su legado (que es muy diferente de cuestionar la horrible violencia de su muerte) no está fuera de lugar según ningún estándar razonable. ¡Y más estúpido aún: Kimmel ni siquiera lo hizo! Después de la muerte de Kirk, él expresó condolencias sinceras en vivo a la familia y describió el asesinato como “sin sentido”. En el episodio posterior en cuestión, Kimmel dijo esto:
“Alcanzamos nuevos bajos durante el fin de semana, con la pandilla Maga intentando desesperadamente caracterizar al joven que asesinó a Charlie Kirk como cualquier cosa menos uno de los suyos, haciendo todo lo posible para sacar provecho político de esto. Entre los señalamientos, hubo duelo – el viernes, la Casa Blanca izó las banderas a media asta, lo que recibió críticas, pero a nivel humano, se puede ver lo afectado que está el presidente.”
Luego mostró un clip ya famoso de Donald Trump respondiendo a una pregunta sobre su duelo por Kirk hablando alegremente de sus planes para construir un salón de baile en la Casa Blanca. Como ha pasado repetidamente con las propias palabras de Kirk (que Kimmel ni siquiera mencionó), el describir algo que Trump y otros hicieron hizo que acusaran a Kimmel de cruel insensibilidad. El presidente de la FCC de Trump, Brendan Carr, se enfocó en los comentarios introductorios de Kimmel, que interpretó con mala intención como una implicación de la afiliación política del asesino.
No importa que casi todos los medios de comunicación hacían especulaciones similares en todas direcciones; que Kimmel no es un periodista de noticias; y que Kimmel estaba describiendo la versión Maga de los hechos mucho más de lo que estaba dando su propia opinión. El punto es que dijo algo con lo que no todos estarían de acuerdo, y involucraba tangencialmente a Charlie Kirk. Claramente, tenía que irse. El Grupo Sinclair, que posee cientos de canales y tiene sus propias fusiones que considerar, anunció que retiraría a Kimmel de sus afiliadas de ABC, y pronto la cadena en general hizo lo mismo, a pesar de reportes de que muchos ejecutivos no vieron nada malo en lo que Kimmel dijo.
Lo que nos lleva a aquellos anticuados enfrentamientos de los late nights de ayer. A Maher lo cancelaron – literalmente cancelado, no cancelado en redes sociales – por argumentar que los secuestradores del 11-S, por reprehensibles que fueran sus acciones, no eran necesariamente cobardes. En retrospectiva, esta debe estar en el cuartil más bajo de estupidez en lo que se refiere a las ideas de Maher. Pero ABC, quizás queriendo clarificar cómo se ve la cobardía, simplemente decidió que no valía la pena mantener su programa de debates políticos que peleaba por el tercer lugar. Y a la larga, tuvieron absolutamente razón – no en cancelar un programa por una opinión espontánea, ni siquiera en castigar a Bill Maher (un instinto entendible), sino que esa capitulación era el camino del futuro. Kimmel, un liberal moderado y decididamente no incendiario, ha sido prácticamente cancelado por sugerir que los derechistas estaban sacando provecho de la muerte de un hombre.
El verdadero problema es que Kimmel y Colbert no recibieron el mensaje enviado por la bandera blanca de Jimmy Fallon en el 2016, cuando trató a Trump, que campañaba para presidente con una plataforma que incluía incitar miedo y odio hacia los inmigrantes, como a un tipo divertido y de buen humor, jugando levemente con él al pedir tocar su famoso pelo dudoso. Fue vergonzoso en su momento, más asqueroso después de que un Trump normalizado ganó la presidencia, y ahora parece el estándar que el régimen de Trump espera para el futuro: claro, puedes pretender burlarte un poquitito, pero vamos a necesitar que te rindas. Colbert y Kimmel – y no puedo creer que lo esté diciendo de dos presentadores de late night relativamente sosos y moderados – no se rindieron, y pagaron el precio. Si la suspensión indefinida de Kimmel continúa, Fallon pronto será el único que quede en pie en el horario de las 11:30pm de las cadenas.
Aunque hay poca indicación de que el público en general esté de acuerdo con este giro de los eventos (¿hay fanáticos de Fallon que estén increíblemente emocionados de que él pueda tener el campo para sí solo, al menos hasta que Trump y la FCC pongan la mira en él?), el que siquiera se considerara una curso de acción plausible indica un gran cambio en la dinámica parasocial del entretenimiento. Parte de la razón por la que dominar el late night era tan deseable era porque creaba hábito; las cadenas sabían que los viewers con afinidad por un comediante/presentador particular indicaban una lealtad a largo plazo con una figura que, en el lenguaje televisivo de antes, invitaban a sus casas todas las noches.
Parte de ese contrato no oficial del presentador de late night era un acuerdo tácito que permitía chistes relativamente inofensivos cuyas premisas básicas los viewers individuales no necesariamente compartían políticamente, como “Bill Clinton es un mujeriego” o “George W Bush es medio tonto”, bajo los auspicios de una diversión superficialmente inofensiva (o a veces solo superficial) para ambos lados. A medida que esa posición ha sido usurpada en gran parte por podcasters como Joe Rogan, la falta de deseo de criticar a estos amigos del entretenimiento permanece, incluso cuando los chistes desaparecen; Rogan puede decir las cosas más desinformadas o directamente incorrectas con toda sinceridad, y que caiga bajo el amplio título de “solo hablar”. Bajo este nuevo contrato social, Charlie Kirk ha logrado mistificamente una casi santidad apenas secular a pesar de (o, para algunos, gracias a) haber dicho algunas de las cosas más viles imaginables sobre grandes segmentos del público estadounidense. La percepción, aunque incorrecta, de que Kimmel dijo algo en contra de Kirk (lo cual estaría muy dentro de los límites para una figura pública, fallecida o no) presenta una oportunidad fácil para que una forma de relación parasocial, y de libertad de expresión, domine sobre otra.
Por supuesto, hay normas más importantes siendo erosionadas o directamente destruidas por Trump y sus porristas corporativos que solo “antes había un montón de programas de entrevistas nocturnos en las cadenas”. No hay nada particularmente sagrado en el trabajo de Kimmel por sí mismo, aunque los cientos de personas que trabajan en su show probablemente disagree. Lo que es sagrado es la idea de que los ciudadanos de los Estados Unidos no están viendo televisión estatal, con su tiempo de ocio remodelado a imagen y semejanza del mismísimo Apprentice. No se detuvo con Colbert, y no se detendrá con Kimmel. Con los programas nocturnos de las cadenas diezmados por los lacayos de Trump, quizás los espectadores puedan esperar que la FCC mande despeinar cabelleras en prime time próximamente.
