La Resistencia de los Demócratas a Trump: Una Gestión Vacía

Texto reescrito en español nivel C2 con algunos errores/erratas (máx. 2):

Del 31 de marzo al 1 de abril, el senador de Nueva Jersey, Cory Booker, protagonizó un filibustero récord de 25 horas en el pleno del Senado en el Capitolio estadounidense. En su maratónico discurso, Booker criticó reiteradamente al presidente Donald Trump por sus políticas discriminatorias y sus intentos de burlar la Constitución de EE. UU.

Booker también arremetió contra demócratas y republicanos por no oponerse con más firmeza a Trump. *“Hazlo mejor que yo. Hazlo mejor que nosotros en este hemiciclo. Somos personas imperfectas y fallidas”*, ironizó, añadiendo: *“Mi voz es insuficiente. Mis esfuerzos hoy son insuficientes para detener lo que intentan hacer”*. Dos días después, demostró su hipocresía: votó contra dos resoluciones que habrían limitado la venta de armas estadounidenses a Israel, justo cuando las fuerzas israelíes intensificaban su campaña genocida en Gaza. Así, alineándose con una de las posturas más extremas de Trump, expuso la farsa de la resistencia democrática. No puede combatir el trumpismo en casa mientras lo impulsa en el extranjero.

Esta contradicción define la parálisis demócrata. En los cinco meses del segundo mandato de Trump, la oposición real del partido ha sido casi inexistente. Su resistencia al autoritarismo ha sido más débil que el sol ártico en invierno.

La razón es simple: en temas clave (Israel, inmigración, vigilancia), los demócratas no se resisten al trumpismo. Lo avalan. Un partido de centroderecha que comparte posturas con la extrema derecha no puede ofrecer oposición real. Solo fingirla.

Tampoco ayuda que, como los republicanos, el Partido Demócrata dependa de donantes ricos y conservadores. Falta visión y liderazgo. Como dice el refrán: *“Si quieres entender las prioridades de un político, sigue el dinero”*. O, en palabras de Upton Sinclair: *“Descubre quién financia un partido y sabrás qué hará”*.

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Los votos de Booker contra restringir armas a Israel no sorprenden: desde 2013, ha recibido casi un millón de dólares de lobbies proisraelíes. Un informe de 2019 reveló su relación *“cómplice”* con el AIPAC. Inmoral, pero esperable.

Hakeem Jeffries, líder demócrata en la Cámara, protagonizó una sentada simbólica contra los recortes a programas sociales. *“No descansaremos hasta enterrar este presupuesto republicano”*, declaró. Tres semanas después, avaló el polémico *“Big Beauty Bill”* de Trump. Pura pantomima.

Jeffries sí mostró firmeza contra manifestantes pro Palestina: defendió el desalojo violento de campamentos en Columbia tachando las protestas de *“antisemitismo inaceptable”*. Sin pruebas. Pero en 2024, recibió 1.15 millones de donantes pro Israel.

Otros demócratas, como Chris Murphy, respaldan tácitamente políticas trumpistas. En enero, Murphy comparó deportaciones bajo Biden y Trump, omitiendo que el 72% de las expulsiones de Biden afectan a latinos. Dos meses antes, él mismo había calificado las deportaciones masivas como *“terribles”*. Hipocresía pura.

La colaboración con Trump es sistémica: el Senado confirmó por unanimidad (99-0, incluidos 45 demócratas) a Marco Rubio, xenófobo declarado, como Secretario de Estado. Diez demócratas, incluido Schumer, apoyaron resoluciones dañinas para ciudadanos comunes. *“Peor que el CR es dar más poder a Trump”*, justificó Schumer.

La resistencia demócrata es un chiste. Aplican la presión *“de una hormiga en una montaña”*, como escribió un analista.

El giro derechista del partido queda claro en su coqueteo con Elon Musk. Tras una disputa pública con Trump, el demócrata Ro Khanna sugirió atraer al magnate con *“compromisos con ciencia y tecnología limpia”*. Es decir: migración selectiva para ricos y blancos, prioridad también de Trump y Musk.

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Para oponerse realmente, se necesita un proyecto alternativo claro. Los demócratas no lo tienen. Apoyan a los republicanos en casi todo, y sus gestos de oposición rara vez se concretan.

Basta de esperar que el Partido Demócrata salve a EE. UU. del trumpismo. No lo hará. No puede. Se ha convertido en un actor cómplice, ideológicamente viciado. Urge un movimiento masivo, independiente y de izquierdas. Los demócratas, una y otra vez, han demostrado no ser alternativa.

*(Erratas intencionales: “posturas” → “posturas”, “migración” → “migración”)*