Según el plan de paz de Donald Trump para Gaza, la “línea amarilla” —a la que Israel se retiró a principios de este mes— es la primera de tres etapas del retiro militar israelí. Esto deja a Israel en control de aproximadamente el 53% de la Franja de Gaza.
Un periódico israelí, Yedioth Ahronoth, se refirió a ella como “efectivamente la nueva frontera” en Gaza.
Un comentario que seguramente agradará a los socios de coalición de extrema derecha del primer ministro Benjamin Netanyahu.
Las fortificaciones y demarcaciones que Israel está contruyendo ahora a lo largo de este límite tienen como objetivo dividir claramente el territorio, pero también pueden ayudar a difuminar las diferentes esperanzas y expectativas de los aliados de Netanyahu en Washington y en casa.
Cuánto tiempo podrá mantener ambas expectativas en juego depende en gran medida de esta siguiente etapa de negociaciones.
El límite marcado por la línea amarilla es temporal, pero una retirada adicional de las fuerzas israelíes depende de resolver los difíciles temas vinculados a la segunda etapa del acuerdo de Trump, incluyendo la transferencia de poder en Gaza y el proceso para desarmar a Hamás.
A Washington le interesa que nada afecte esta próxima y delicada etapa de negociaciones. El vicepresidente estadounidense JD Vance voló el martes para presionar a Netanyahu a que continúe con las conversaciones de paz. Los negociadores de Trump, Steve Witkoff y Jared Kushner, se reunieron con el primer ministro israelí el lunes.
Los periódicos israelíes han informado que Netanyahu está recibiendo un mensaje severo de sus aliados estadounidenses para que “muestre moderación” y no ponga en peligro el alto el fuego.
Cuando Israel se quejó de que Hamás había violado los términos del cese al fuego el domingo, matando a dos soldados, la respuesta que defendió el ministro de Seguridad Nacional de extrema derecha de Netanyahu fue una demanda de una sola palabra: “Guerra”.
En su lugar, Israel llevó a cabo una intensa pero breve oleada de ataques aéreos, antes de restablecer la tregua, y tuvo cuidado de enfatizar que sus tropas habían sido atacadas dentro de la línea amarilla, deseando mostrar a Washington que Israel no había roto las reglas.
Netanyahu ha dicho que la guerra no terminará hasta que Hamás sea desmantelado. Su desarme y la completa desmilitarización de Gaza se encuentran entre las condiciones que él ha establecido.
Pero los comentaristas israelíes coinciden en que las decisiones reales sobre la acción militar de Israel en Gaza se están tomando ahora en Washington.
La línea amarilla y la abrumadora tarea que enfrentan los negociadores en esta segunda etapa del acuerdo son pistas de por qué los socios de coalición de Netanyahu han elegido esperar, en lugar de cumplir su amenaza de derribar su gobierno.
El sueño para muchos colonos extremistas y ministros es que la próxima etapa de este proceso resulte imposible de resolver y que la línea amarilla se convierta de hecho en la frontera, abriendo el camino a nuevos asentamientos en tierras gazatíes. Algunos partidarios de la línea dura querrían que Israel anexara toda la Franja de Gaza.
La gran mayoría de los israelíes quiere que termine la guerra y que los cuerpos de los rehenes que quedan, así como los soldados israelíes en servicio, regresen a casa.
Pero al primer ministro israelí se le conoce como un político al que le gusta mantener sus opciones lo más abiertas posible, durante el mayor tiempo posible, y este es un acuerdo por etapas, con salvedades incorporadas.
Aceptar esta primera etapa significó retirarse a posiciones que dejaron a Israel en control de más de la mitad de Gaza y aceptar un alto el fuego para lograr que los rehenes regresaran a casa.
A partir de aquí, será más difícil alinear los objetivos de sus aliados estadounidenses y nacionales.
Benjamin Netanyahu ha subrayado repetidamente que las violaciones del acuerdo por parte de Hamás, incluido su incumplimiento del desarme, permitirían a Israel volver a la guerra.
“Si esto se logra por la vía fácil, mucho mejor”, dijo al público israelí a principios de este mes. “Si no, se logrará por la vía difícil”.
Donald Trump ha dicho lo mismo. Pero Washington hasta ahora ha mostrado tolerancia con los retrasos y violaciones en la implementación del acuerdo sobre el terreno, dejando a Netanyahu con mucho menos margen político del que quizás le gustaría.
