La sensación es la de hallarse en la morada de un dios inca, y su llegada me evocó una escena de *Eyes Wide Shut*.
No obstante, aunque Stanley Kubrick sin duda aprobaría este mundo oculto de la élite, el Cortijo del Canto es en realidad la creación de un arquitecto argentino.
Mitad cortijo andaluz, mitad estancia sudamericana, se erige fácilmente en el alojamiento más exclusivo de Ronda.
Oculto en una vasta finca privada, a diez minutos del centro, no sorprende descubrir que entre sus huéspedes recientes figuren Robert de Niro y Antonio Banderas.
Es probable que se sintieran plenamente arropados en este mundo de fantasía, gestionado ahora por el grupo hotelero más selecto de Marbella, Puente Romano.
Rodeado por frondosos terrenos de centenarios robles y viñedos, y con una gran fuente presidiendo la entrada, es el tipo de lugar en el que uno se sumerge lentamente y desearía no tener que abandonar jamás.
Distribuido en torno a un patio de glicinias y agapantos, sus seis habitaciones con baño integrado se abren a jardines privados paisajísticos, repletos de lavanda, romero y antiguos olivos.
Sus setos de arrayán rinden tributo a la Alhambra, mientras que sus tonos terracota y las macetas a juego reflejan los colores auténticos de la Andalucía interior.
Ideado por el arquitecto Paco Guillén, quien se trasladó desde Buenos Aires a Marbella en 1981, este proyecto partió casi de cero cuando comenzó a trabajar en la propiedad hace dos décadas.
Fusionando los conocimientos adquiridos en la Universidad de Buenos Aires, su filosofía de diseño se enraíza en el concepto del ‘lujo silencioso’, según sus propias palabras.
Un principio que aúna minimalismo, funcionalidad e integración en el entorno natural, lo cual implica que un edificio no solo debe ser estéticamente placentero, sino que también debe adaptarse por completo a sus huéspedes.
Y lo ciertamente logra, incluyendo sus meticulosamente cuidadas zonas comunes, con sistemas de sonido y televisores de última generación discretamente ocultos tras pantallas, mientras que el sistema de calefacción lo hace increíblemente acogedor en invierno.
Naturalmente, hay una chimenea, velas y una amplia selección de buenos libros, además de una cocina y comedor impresionantes, con neveras repletas de bebidas y aperitivos.
Mas el descubrimiento más emocionante es la bodega.
Ubicada en parte de una antigua casa de labor, que data oficialmente de 1920, se trata de un enorme depósito subterráneo de agua –conocido como aljibe en tiempos árabes– con una escalera de caracol que desciende hasta una gigantesca cava circular de vinos de guarda, muchos de origen francés.
Extendiéndose sobre 16 hectáreas, el ‘resort’ cuenta además con una encantadora piscina, cine y su propio viñedo.
La Heredad del Canto fue en su día una finca de 300 hectáreas que poseía incluso una escuela para los hijos de los trabajadores, así como su propia estación de tren.
Los terrenos ofrecen numerosos paseos, se pueden alquilar bicicletas o, alternativamente, organizar un servicio de chófer para visitar la cercana Ronda.
Un servicio de mayordomo, chef y masajista puede proporcionarse bajo petición. Los huéspedes también pueden disfrutar de espectáculos flamencos privados, catas de aceite de oliva y clases de yoga.
“Y aquí puedes hacer todo el ruido que desees,” explica el director. “Nadie va a oírte y nadie va a aparecer para quejarse.”
Con precios desde 10.000 euros la noche –según la temporada–, sin duda es de esperar.
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