La Extraña Vida Póstuma de Eva Perón: Una Historia de Amor sin Igual

En septiembre de 1971, poco antes de cumplir 76 años, un hombre permanecía en la pista del Aeropuerto de Madrid observando cómo descargaban un ataúd de un avión argentino.

Ese hombre era Juan Domingo Perón, y el ataúd contenía los restos de su esposa, Eva Perón, quien había fallecido casi veinte años atrás.

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La mayoría conoce a Evita gracias al exitoso musical de Rice–Lloyd Webber. Esta obra relata el viaje de la pobreza al poder de una joven que se convirtió en la mujer más influyente de Argentina. Pero detrás del brillo y el glamur se esconde una historia más extraña que la ficción.

Nacida como Eva Duarte en 1919, su situación familiar era complicada. Ambos progenitores eran vascos españoles, pero su padre, Juan, mantenía dos familias: la legítima y la de Eva. Cuando ella apenas tenía un año, las abandonó a ella, a sus hermanos y a su madre en un pueblo rural, enviando solo una modesta asignación para su sustento.

Tras su muerte durante la adolescencia de Eva, la familia cayó en la pobreza. Aquí es donde comenzaron a circular los rumores de que Eva se habría dedicado a la prostitución. Años después, cuando visitó el Reino Unido como Primera Dama de Argentina, la familia real británica se negó a recibirla, probablemente debido a su turbio pasado.

A los 15 años, Eva se mudó a Buenos Aires, posiblemente persiguiendo una carrera actoral o quizás huyendo con un músico, según la versión que se crea. Sea como fuere, encontró trabajo en radio, teatro y cine, convirtiéndose en una de las estrellas emergentes de Argentina.

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En 1944 conoció a Juan Perón, un poderoso político que le doblaba la edad. Aunque muchos vieron amor genuino entre ellos, los cínicos afirmaron que la unión fue estratégica: Juan aportaba poder político, Eva el fervor de la clase trabajadora. Se casaron en 1945.

Fue entonces cuando nació “Evita”.

Eva no se conformó con ser una Primera Dama decorativa. En las elecciones de 1946, recorrió Argentina en solitario, usando su fama para ganar corazones y votos. Tras la victoria de Juan, exigió un rol político formal, llegando a ser ministra de gobierno.

Dos años antes, cuando Juan fue arrestado por sus rivales, se difundió el mito de que Eva había llamado a cada puerta de Buenos Aires para movilizar apoyo. No era cierto, pero resultaba verosímil. Solo alguien de los barrios humildes podía regresar a ellos con esa naturalidad.

Pronto, se convirtió en la mujer más famosa de Sudamérica. Su gira europea tuvo altibajos: fue adorada en España (Franco era un aliado natural), pero en otros lugares la tacharon de vulgar y ostentosa. Se murmuró que no viajó para difundir diplomacia, sino para depositar millones en bancos suizos, preparándose para una posible caída en desgracia de los Perón.

De vuelta en Argentina, Eva fue promovida a Vicepresidenta con solo 30 años. Pero su salud se deterioraba rápidamente. Padecía cáncer de cuello uterino y, en 1952, falleció.

Su funeral congregó a multitudes tan enormes que varias personas murieron aplastadas. Su cuerpo embalsamado fue expuesto al público. Luego, en 1955, cuando Perón fue derrocado, su cadáver desapareció.

Durante 16 años, el paradero de Eva fue un misterio, hasta que su cuerpo fue hallado en una cripta en Milán, Italia.

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Para entonces, Juan Perón estaba exiliado en Madrid. En 1971, Eva le fue devuelta. Según se cuenta, mantuvo su cuerpo en el comedor de su casa. Sí, en serio.

Hoy, Eva descansa de nuevo en Buenos Aires, en una tumba fortificada con trampillas, diseñada para evitar que su cuerpo sea robado o profanado otra vez.

Algunas historias de amor nunca mueren. Esta, simplemente, se rehúsa a permanecer enterrada.

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