Mientras la moda debate su relevancia, precios y valor, la joyería sigue haciendo lo que siempre ha hecho mejor: nada. Resulta que, cuando los compradores se ponen selectivos, no recortan en lo que perdura. Mientras el mercado de lujo vacila, los consumidores están apostando silenciosamente por una categoría que todavía parece valer la pena, tanto por la inversión como por la carga emocional. Spoiler: no es estacional, no depende de tendencias y no necesita un logo del tamaño de un país pequeño.
Cuando la gente que gasta mucho se vuelve exigente, la joyería se beneficia por ser… bueno, obvia. Se trata menos como un impulso y más como una inversión, en una moneda de “¿me importará esto dentro de cinco años?”. A diferencia de la ropa o los zapatos, las piezas brillantes no están diseñadas para coquetear con la temporada y luego abandonar con cada tendencia; se compran con la esperanza de quedarse. Luego está también el pequeño asunto de los regalos a uno mismo, del que soy gran fan. La joyería carga con memorias, hitos, identidad, sin más razón que el simple deseo. Pero quizás yo no sea la persona más adecuada para juzgar, yo le cargo emocionalmente a casi todo en mi armario. El punto es que, en tiempos inciertos, los compradores no abandonan el lujo. Se refugian en el tipo que se siente más seguro y del que es más difícil arrepentirse.
Las marcas se han dado cuenta: la joyería ya no es un proyecto secundario. Mayores márgenes, escalabilidad más fácil (piezas pequeñas, sin guerras de tallas, menos devoluciones quejándose en RRHH), la puerta de entrada perfecta para el público joven con cartera brillante. Además, combina bien con todo lo demás en tu armario, bolsos, ropa, lo que sea que pretendas que vaya coordinado. Y no me hagas hablar de la narrativa, la artesanía, la herencia, el simbolismo… todas esas cosas que convencen a alguien de que gastar dinero es culturalmente responsable. En resumen, la joyería ya no es un plan de respaldo o una sección agradable. Es una mina de oro que hace a las marcas más listas, más ricas y un poco engreídas, todo mientras nosotros nos empapamos del brillo. A mí me parece perfecto.
Así que, mientras los armarios se encogen y los presupuestos se ajustan, la joyería sigue engordando. ¿Quién iba a saber que las cosas pequeñas y brillantes podrían parecer un consejo financiero?