La economía española ha perdido parte de su brillo al desacelerarse su crecimiento hasta un 0,6% en el tercer trimestre, señalándose al retroceso de las exportaciones por las alteraciones en el comercio global.
Esta ralentización, divulgada el miércoles por el Instituto Nacional de Estadística (INE), supone una ligera deceleración respecto al 0,8% registrado en primavera, pero prolonga una racha excepcional de nueve trimestres consecutivos de expansión.
En comparación interanual, el Producto Interior Bruto (PIB) creció un 2,8%, inferior al 3,1% del trimestre anterior, aunque aún por encima del promedio de la eurozona.
Los economistas atribuyen la resiliencia de la economía al vigor del gasto de los consumidores y al récord de ocupación, a pesar de que el comercio exterior ha pasado de ser un motor a lastre.
La demanda interna continuó siendo el pilar del crecimiento, con un gasto de los hogares que aumentó un 1,2% y un consumo público que subió un 1,1%.
La inversión se incrementó un 1,7%, impulsada por la firme confianza de las empresas españolas y los fondos europeos que financian infraestructuras y proyectos ecológicos.
El gobierno atribuyó estos sólidos resultados a «la fortaleza del mercado laboral y a la mejora del poder adquisitivo de las familias».
El empleo alcanzó un máximo histórico de 22,4 millones de personas, aunque el desempleo repuntó ligeramente hasta el 10,4%, sin lograr romper la simbólica barrera del 10%.
En el ámbito externo, el panorama fue distinto. Las exportaciones de bienes y servicios cayeron un 0,6% trimestral, mientras que las importaciones subieron un 1,1%, una combinación que restó seis décimas al crecimiento global.
Este desajuste refleja una reconfiguración comercial más amplia, tras el acuerdo de aranceles del expresidente estadounidense Donald Trump en agosto, que impuso fuertes gravámenes a los productos europeos enviados a Estados Unidos.
Mientras tanto, los productores asiáticos, enfrentándose a barreras similares, han redirigido sus ventas a Europa, inundando el mercado con productos más baratos de China y Vietnam.
Los analistas señalan que esta oleada de importaciones de bajo costo podría estar conteniento la inflación, pero perjudica a los exportadores europeos, incluidos los pujantes sectores manufacturero y agroalimentario español.
Raymond Torres, director de análisis económico de Funcas, afirmó que el patrón es claro: «Las variables que eran fuertes, como el consumo, se han fortalecido aún más, mientras que las que eran débiles, como las exportaciones, se han deteriorado».
Ángel Talavera, economista jefe para Europa de Oxford Economics, coincidió en que este enfriamiento no es motivo de alarma.
«Más que agotamiento, es una normalización tras varios años creciendo por encima del 3%. Si España puede mantener un ritmo sostenible en torno al 2,5%, sigue siendo robusto», afirmó.
El sector de la construcción también moderó su ritmo, creciendo un 0,8% frente al 2,4% del trimestre anterior. Aún así, la actividad aumentó un 6,1% interanual, a pesar de la pausa estival.
El economista Javier Santacruz describió las cifras como «una desaceleración lógica» más que una recesión: «España está en la fase de enfriamiento de su ciclo, pero el crecimiento se mantendrá positivo. El país ha superado consistentemente a sus homólogos europeos en los últimos años».
Las previsiones para el año completo siguen siendo optimistas. BBVA Research y el Consejo de Economistas anticipan un crecimiento del PIB del 3%, mientras que el Fondo Monetario Internacional, Funcas y CaixaBank pronostican un 2,9%.
La previsión actual del gobierno, del 2,7%, probablemente será revisada al alza en los próximos días.
En una economía global cada vez más fragmentada, el estatus de estrella de España podría estar palideciendo ligeramente, pero por ahora, aún brilla con más intensidad que gran parte de Europa.
