La Crítica: ‘La Balada de Wallis Island’

La Balada de Wallis Island, dirigida por James Griffiths, es una película encantadora que combina humor, tristeza y música folk con alma para crear una experiencia cinematográfica muy tierna. Ambientada en una isla galesa ficticia, esta comedia-drama sigue el viaje peculiar de un músico folk fracasado, una superfan afligida y un amor del pasado que se reúnen bajo circumstancias inesperadas. Con un guión escrito por las estrellas Tom Basden y Tim Key, la película expande su cortometraje del 2007 con calidez e ingenio.

La película se centra en Herb McGwyer (Tom Basden), un cantante folk cuya carrera decayó tras la separación de su dúo, McGwyer & Mortimer. Atraído a Wallis Island por una oferta de un concierto lucrativo, Herb llega esperando un pequeño festival, solo para encontrarse varado con Charles (Tim Key), un ganador dos veces de la lotería y fan obsesivo que vive solo en una mansión rústica y grande. ¿El problema? El “concierto” es una actuación privada para Charles, quien también ha invitado a la excompañera de banda y examante de Herb, Nell Mortimer (Carey Mulligan), sin avisar a ninguno de los dos.

El Herb de Basden es un estudio de vulnerabilidad cansada, un músico que se aferra a la relevancia mientras lidia con arrepentimientos del pasado. Su actitud irritable choca de manera divertida con el Charles de Key, cuyo entusiasmo constante y chistes malos ocultan una soledad profunda ligada a la pérdida de su esposa. Key, un comediante y poeta, dota a Charles de una mezcla de torpeza social y calidez genuina, haciéndolo a la vez irritante y entrañable. Su dinámica—el sarcasmo de Herb rebotando contra el optimismo inquebrantable de Charles—impulsa gran parte del humor de la película.

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Carey Mulligan como Nell aporta una profundidad luminosa al trío, su interpretación irradia una fuerza tranquila que contrasta con la fragilidad de Herb. Ahora llevando una vida aparentemente contenta haciendo chutney en Portland con su nuevo esposo, Michael (Akemnji Ndifornyen), Nell es atraída de vuelta a la órbita de Herb. La química entre Mulligan y Basden es palpable, especialmente cuando cantan juntos; sus armonías despiertan recuerdos de un pasado compartido. Las canciones originales, escritas por Basden, son un punto destacado, capturando el espíritu de la música indie-folk de la década de 2010.

El guión, coescrito por Basden y Key, evita hábilmente los clichés sensibleros, alejándose de los tropos románticos predecibles. Aunque el reencuentro de Herb y Nell genera tensión, la película no trata de reavivar viejas llamas, sino de confrontar el dolor de seguir adelante.

Lo que hace a La Balada de Wallis Island tan encantadora es su rechazo a exagerar. El equilibrio entre comedia y melancolía parece effortless, ganándose sus momentos emotivos. Los críticos han alabado este toque delicado, con uno llamándola “una película-abrazo” que te deja animado pero reflexivo.

La Balada de Wallis Island es una rara delicia—una película que celebra el desorden de las conexiones humanas a través de la música, el humor y el corazón. No es un contendiente ruidoso para premios, pero no necesita serlo. Su encanto reside en su simplicidad, su habilidad para hacerte reír, llorar y tararear sus melodías con soul.

La Balada de Wallis Island llega a los Cines Luna Palace el jueves, 28 de agosto de 2025.