Una noche de mayo del año pasado, el cielo sobre Zaragoza se tiñó con cintas de luz verde y violeta — un espectáculo que dejó a los espectadores hechizados.
Era un fenómeno sumamente inusual para España: las auroras boreales suelen estar reservadas para regiones cercanas al círculo polar ártico — Noruega, Finlandia o Islandia.
No obstante, en circunstancias excepcionales, este prodigio de la naturaleza puede desplazarse mucho más al sur.
Y esta semana, por segundo año consecutivo, unos cuantos afortunados en el norte de España podrían volver a presenciarla.
El período máximo para avistar la aurora boreal será entre el 22 y el 29 de octubre.
Sin embargo, para los habitantes de ciudades, el espectáculo podría resultar escurridizo. La contaminación lumínica, el esmog y la bruma urbana conspiran para atenuar el fenómeno.
Las mejores condiciones de observación se encontrarán en zonas rurales con cielos oscuros y limpios — y cuanto más al norte, mejor.
Regiones como Asturias, Galicia, Cantabria, Navarra y el País Vasco son las más prometedoras, aunque áreas montañosas con cielos despejados y aire puro — como Cataluña o los Pirineos — también podrían ofrecer buenos miradores naturales.
Es probable que los observadores del cielo del interior se pierdan el evento principal, aunque algunos podrían vislumbrar un tenue resplandor rojizo ondulando entre las estrellas desde cotas más elevadas.
La aurora puede aparecer en cualquier momento desde el anochecer hasta el amanecer, pero las horas óptimas de observación se sitúan entre las 22:00 y las 02:00.
Las exhibiciones suelen desarrollarse en breves estallidos que duran apenas unos minutos, aunque las tormentas solares potentes pueden sostenerlas durante varias horas.
Típicamente, las luces fluctúan — arcos de color se intensifican súbitamente antes de desvanecerse de nuevo, creando la ilusión encantadora de una danza celestial.
El fenómeno ocurre cuando partículas cargadas eléctricamente procedentes del Sol traspasan el campo magnético terrestre y colisionan con gases en la atmósfera.
Estas colisiones energizan las moléculas de gas, que luego liberan esa energía en forma de ondas de luz coloreada.
Cada tonalidad narra una historia sobre la química atmosférica: el verde y el rojo provienen del oxígeno, mientras que el púrpura, rosa y azul son producidos por el nitrógeno.
Las auroras son mucho más frecuentes cerca de los polos, donde el escudo magnético de la Tierra es más débil.
Pero durante tormentas solares intensas, ese escudo se altera, permitiendo que el óvalo auroral — el anillo alrededor de los polos donde las luces son visibles — se expanda más hacia el sur.
La fuerza de esta perturbación magnética se mide en una escala conocida como índice Kp. Cuanto más alto es el valor Kp, mayor es la disrupción del campo magnético terrestre — y más lejos puede llegar la aurora.
La tormenta solar actual que azota la Tierra esta semana tiene un valor Kp de seis — precisamente el tipo de actividad geomagnética intensa necesaria para que las auroras boreales sean visibles en los cielos nocturnos de España.
Así que, si te encuentras bajo un cielo norteño oscuro y despejado en los próximos días, alza la mirada. Quizá tengas la suerte de ver danzar a los cielos.
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