En *Control Game*, Xilun se enfoca en un lugar que representa la paradoja de la arquitectura moderna: *L’espace d’Abraxas* de Ricardo Bofill, un complejo de viviendas monumental en las afueras de París. Diseñado en los 80 como un anfiteatro utópico para la vida colectiva, su forma semicircular y escala teatral prometían integración social, uniendo a residentes de clase media y obrera en un mismo marco arquitectónico. Pero la realidad cuenta otra historia. El lugar, alguna vez considerado visionario, ahora es uno de los suburbios más estigmatizados de París, marcado por la pobreza y el aislamiento. Esta caída de la promesa utópica al fracaso distópico es la base conceptual del trabajo de Xilun.
*Control Game*. Imagen cortesía de la artista
En vez de documentar el edificio directamente, Xilun traduce esta incoherencia arquitectónica al lenguaje inestable del video. La obra está compuesta por fragmentos sacados de YouTube, capturas de pantalla y grabaciones cotidianas, reorganizadas en un montaje cortado y dissonante. Imágenes borrosas, cortes abruptos y ritmos fracturados no son errores, sino estrategias deliberadas. Aquí, la “imagen pobre” —usando el término de Hito Steyerl— se convierte en un lenguaje critico: baja resolución, inestable, pero cargado de fuerza política. En manos de Xilun, el fallo, el desenfoque y el corte roto no son accidentes estéticos, sino herramientas que revelan cómo operan los sistemas de control bajo la superficie de la arquitectura y los medios.
*Control Game*. Imagen cortesía de la artista
El paralelo es claro. Así como el diseño grandioso de Bofill impuso una colectividad forzada que nunca se materializó, el panorama mediático actual ofrece la ilusión de libertad mientras oculta mecanismos de manipulación psicológica. El poder, como observó Foucault, rara vez actúa solo mediante violencia espectacular; es difuso, incrustado en rutinas cotidianas, tejido en la textura de la visibilidad y la elección. *Control Game* representa esta lógica formalmente: la incoherencia no es un fallo de representación, sino una muestra de cómo funciona el control—mediante repetición, circulación y diseño.
*Control Game*. Imagen cortesía de la artista
El cuerpo, aunque ausente en pantalla, persiste en la obra. La presencia fantasmal de residentes navegando el fracaso arquitectónico se siente tras las imágenes, igual que el trabajo invisible de usuarios digitales cuyos clicks sostienen la circulación mediática. En este sentido, *Control Game* conecta con la práctica más amplia de Xilun. Sus obras siempre exploran la fricción entre experiencia individual y fuerzas sistémicas: *Blonde Lin* reinterpreta identidades mediante historias migratorias en Hong Kong y Shanghai; *Menkan (Umbral)* enfrenta al espectador con la línea invisible entre espacio público y político; *Origin of the World* coloca barcos de papel en grietas arquitectónicas para evocar desplazamiento y nostalgia. En todos estos proyectos, Xilun junta fragmentos—cinematográficos, arquitectónicos, poéticos—en estructuras metafóricas que cuestionan los límites del hogar, la identidad y el poder.
*Menkan*. Imagen cortesía de la artista
Lo que distingue a *Control Game* es su rechazo a la resolución. La obra no reconcilia utopía y distopía, ni restaura coherencia a imágenes fragmentadas. Insiste en que el espectador habite la incomodidad de la dissonancia, haciendo visible la inestabilidad de sistemas arquitectónicos y mediáticos. Verla es enfrentar una verdad incómoda: la claridad misma podría ser la ilusión mediante la cual opera el control.
Al final, *Control Game* no es una representación de arquitectura, sino una reflexión sobre los entornos—concretos y digitales—que gobiernan la subjetividad contemporánea. Al detenerse en el desenfoque, la ruptura y el ruido, Xilun abre un espacio donde la resistencia podría empezar a titilar. La obra pregunta, con urgencia: si el poder hoy opera mediante los mismos sistemas que nos prometen libertad, ¿cómo podríamos jugar el juego de otra forma?
