El mayor temor para las personas mayores que se refugian en Benavente, un pueblo de una zona asolada por vastos incendios en España, es que “todo lo que poseen pueda arder”, declaró a AFP su alcaldesa, Beatriz Asensio.
Así se expresaba durante una visita a un albergue temporal en su municipio, en la provincia de Zamora, en la región de Castilla y León, que acoge a residentes de zonas aledañas evacuados ante el avance de frentes de fuego de rápida propagación.
Muchos eran de avanzada edad, lo cual refleja el declive demográfico que afecta a gran parte de la España rural.
Según estadísticas oficiales, Zamora concentra la mayor proporción de residentes octogenarios de España, representando un 12,3 por ciento de la población provincial.
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Ourense, en la vecina región de Galicia -también afectada por incendios- le seguía de cerca, con un 12,1 por ciento.
Los incendios que arrasan el norte y oeste de España han destruido más de 350.000 hectáreas en las últimas semanas, cobrándose la vida de cuatro personas. Las autoridades señalan que sólo ahora empiezan a ser controlados.
“En la provincia de Zamora tenemos una cantidad extremadamente grande de ancianos, mucha gente que vive sola, un poco desamparada”, afirmó Jesús José González Tejada, comandante de la Guardia Civil de Zamora, encargada de evacuar a los residentes en riesgo.
“Hay veces que hay que recordarles: ‘Por favor, coja su medicación, lo que necesite, algo de ropa, su teléfono móvil para poder avisar a su familia, un cargador, es muy importante'”, declaró a AFP.
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Un pasado consumido por las llamas
Entre muchos de los ancianos surgió un temor compartido: el de la pérdida irreparable, la posibilidad de tener que reconstruir pero carecer de la juventud y el dinero para hacerlo.
Amelia Bueno, de 79 años y originaria del norte de Asturias, ha veraneado durante más de 30 veranos en Ribadelago Nuevo, un pueblo a orillas del lago en Zamora, del cual fue evacuada.
Nunca buscó vacacionar en otro lugar. “Llevo 32 años viniendo de vacaciones… No me lleven ni me manden a otro sitio”, dijo.
No obstante, acepta con resignación la situación que enfrenta.
“Lo más importante es que nadie salga herido. Y que estemos bien y nos estén cuidando. Y que esto es lo más duro que nos podría pasar.”
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Pedro Fernández, de 85 años, siguió un camino trillado: marcharse joven para vivir y trabajar en Barcelona, pero conservando la casa de sus padres en la región, en Vigo de Sanabria, para sus vacaciones.
“Volver a empezar a mi edad no tendría ningún sentido”, comentó a AFP.
“Tengo mucho miedo por mi casa”, afirmó. “Heredé la casa de mi padre, y si se destruye no se puede reconstruir. Construir una casa así hoy costaría una fortuna.”
En su caso, sin embargo, la fortuna le sonrió.
Fernández y otros vecinos de Vigo de Sanabria pudieron regresar al pueblo el viernes, donde encontraron sus propiedades intactas.
Lo mismo no puede decirse de muchos otros pueblos españoles, donde las llamas han consumido los edificios -y con ellos, el pasado y sus recuerdos.
