Hogares que se Mueven, Historias que Permanecen

¿Qué significa “hogar” cuando las fronteras cambian, la vivienda se siente temporal y las identidades se extienden por varios continentes? “Hogar, Me Expulsa Molestamente: Una Melodrama Nómada Moderna”, presentado en el atmosférico Safehouse 2 en Peckham a finales de este verano (20-25 de agosto de 2025), comisariado y diseñado por Yuan Zhang, Jiqiu Zhang y Lu Wang. Safehouse 2 es una ruina transformada en posibilidad: pintura desconchada, vigas a la vista y paredes fracturadas que guardan la memoria de otra vida. Su arquitectura cruda y frágil se convierte en más que un fondo; es un colaborador activo en esta exhibición, donde se combina el lugar y las exhibiciones como una instalación integral enorme. En sus habitaciones deterioradas, la pregunta sobre qué significa “hogar” gana urgencia: ¿es protección, encierro o algo que reconstruimos constantemente?

Se reunieron artistas de todo el mundo para explorar la pertenencia a través de imágenes, sonidos, performances y materiales. El resultado es menos una imagen fija del hogar y más un escenario en movimiento, una melodrama nómada donde la memoria, la imaginación y la resiliencia juegan juntas.

La exposición también se ancló con dos talleres participativos. Un taller de comida intercultural, dirigido por la artista de segunda generación de inmigrantes, Yufei Lucía Jiang, convierte la comida en un archivo vivo de migración, donde las recetas transmiten memoria entre generaciones. Un taller de cómics y salud mental por Jiahao Ji replantea el dibujo como un acto terapéutico, permitiendo a los participantes traducir vulnerabilidad en narrativas compartidas. Estos proyectos destacan el arte como una práctica de cuidado, extendiéndose más allá de la representación hacia el intercambio vivido.

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En el frente visual, los artistas traen sus propias historias al diálogo. Tobias Carlton examinó cómo los símbolos personales se encuentran con la imaginería pública, cuestionando dónde se ancla la identidad. Lingjun Feng trabajó con la memoria y el paisaje, superponiendo fragmentos que hablan de la inestabilidad de pertenecer. Cristián Fernández Ocampo desarmó entornos domésticos, abstrayendo muebles y habitaciones en geometrías fracturadas que reflejan la incertidumbre de la migración.

Anqi Lin usó la fotografía para tender un puente entre lo íntimo y lo social, mientras Olivia Mary Birch recurrió a la experimentación material, destacando la fragilidad y fuerza del cuerpo. Yixuan Yang trae una lente digital a la idea de hogar, mientras Ruilin Fu tomó una ruta conceptual, indagando en el mismo acto de mirar. Xiaoze Zhang combinó pintura e investigación, usando formas visuales como una forma de hacer preguntas más profundas sobre identidad y contexto cultural.

El diálogo continúa en el piso de arriba. Jianing Han ofreció reflexiones delicadas sobre la experiencia sensorial, y Roisin Bunting experimenta con la forma y la superficie como parte de su práctica emergente. Belen Santamarina hizo una de las contribuciones más personales de la muestra: trabajando con cabello, bordado y crochet aprendido de sus parientes mujeres, convierte técnicas una vez despreciadas como “artesanía doméstica” en poderosas obras de arte. Su práctica desafía las jerarquías de género y creó conmovedoras narrativas autobiográficas que resuenan con la migración y la memoria. George Hinks añade obras que se ubican entre la figuración y la abstracción, evocando sentimientos de incertidumbre y estar entremedio.

La fotografía toma nuevas formas en las imágenes retratos monológiços de Yulai Xu, que cuestionan la estética de la cultura consumista, y en Ni Aquí Ni Allá de Xinrui Qiu, un proyecto análogo que suspende a sus sujetos en un limbo, entre la presencia y la ausencia. Lu Zeng usó poesía para explorar cómo las palabras pueden enmarcar la memoria cultural y el desplazamiento. Yan Wu aportó un tono meditativo a la exposición. Trabajando con tinta y pigmentos sobre papel de arroz (Xuan Zhi), reinventó la caligrafía-pintura tradicional china, reposicionando motivos como pájaros en entornos contemporáneos, explorando la intersección de lenguajes, cultura, materialidad, texto y poesía. Sus delicadas superficies irradian una resiliencia silenciosa, invitando a los espectadores a pausar y reflexionar sobre la hibridez, el desplazamiento y la sanación.

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La performance y el sonido añaden más capas. La obra de danza de Ya Shu en colaboración con Alice Herzog mostró el cuerpo como vulnerable y resistente, moviéndose por el espacio con urgencia y gracia, con la silueta titilante proyectada en los títeres de bambú de Shu instalados en el espacio. Las intervenciones pictóricas de Zhuping Zhong interrumpieron juguetonamente la superficie y la profundidad, insinuando las capas ocultas de la narrativa personal. Mientras tanto, Muqing Liu sumergió a los oyentes en paisajes sonoros construidos con agua y mareas, composiciones que se sienten como memoria fluyendo con la corriente. La exposición cerró con una performance diseñada y dirigida por Lu Wang, interpretada y coreografiada por Congfang “Spring” Xiao y Yu “Emma” Ai que perdura en los sentidos; capullos de gusano de seda, frágiles pero potentes, aparecen como refugio y limitación. Sus colores, aromas y rupturas reflejan las ambigüedades del hogar, a la vez protector y sofocante, mientras que el rechazo de una criatura a hilar apunta hacia la resistencia y la transformación.

Lo que hace destacar esta exposición es cómo cada artista añade un fragmento a una historia más grande. Carlton, Feng y Zhang investigan el simbolismo y la abstracción. Lin, Xu y Qiu replantean la fotografía. Santamarina y Ocampo remodelan el espacio doméstico en contra-narrativas. Wu reinventa la tradición como un sitio de hibridez. Las obras de Liu, Shu y Wang traen el sonido y el cuerpo al cuadro. Juntas, estas prácticas sugieren que el hogar no es una sola cosa, sino muchas, cambiante, frágil y constantemente rehecho.

En un momento en que tanta gente se siente desarraigada, por la migración, por la inseguridad de vivienda, por el desplazamiento cultural. Esta exposición no ofrece una respuesta clara de qué es el hogar. En su lugar, ofrece un escenario donde coexisten diferentes voces, memorias y gestos. Nos recuerda que el hogar no es solo de dónde venimos, o incluso donde vivimos ahora. Es algo que seguimos construyendo, en cocinas, en conversaciones, en el arte y en la imaginación.

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En última instancia, la exposición resiste la nostalgia o el cierre. Insiste en que el hogar no se da, sino que se hace y se rehace constantemente, a través de la memoria, del encuentro y del arte mismo. En esta melodrama nómada, se invita al público no a buscar una resolución, sino a habitar la fluidez de pertenecer.

Texto por Yuan Zhang.