En pocos días, las históricas calles de Pamplona se transformarán nuevamente en un escenario caótico para el festival de San Fermín, una celebración de nueve días en honor al patrón de Navarra, convertida en una fiesta de alcohol y toros corriendo.
El plato fuerte del festival, el encierro, atraerá a miles de personas de todo el mundo para presenciar o participar en esta tradición centenaria. Sin embargo, mientras la ciudad se prepara para el evento, la energía bruta y el significado cultural de la festividad se ven cada vez más opacados por las preocupaciones sobre el bienestar animal.
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¿Cuánto falta para que los encierros de Pamplona choquen con las leyes de derechos animales?
No obstante, el encierro y las posteriores corridas de toros siguen generando fuertes polémicas. Grupos defensores de los animales como PACMA, PETA y AnimaNaturalis condenan el festival por el trato que reciben los toros, criados únicamente para la plaza y condenados a una muerte casi segura tras la carrera. Los animales, desorientados y asustados, a menudo son golpeados con varas o descargas eléctricas para asegurar que corran por las calles, donde pueden lastimarse al resbalar o chocar. En el ruedo, sufren prolongadamente mientras los matadores usan lanzas, banderillas y espadas para debilitarlos y matarlos ante una multitud que vitorea. Los críticos cuestionan si esta explotación de seres capaces de sentir miedo y dolor tiene cabida en la sociedad del siglo XXI.
Los defensores de San Fermín y la tauromaquia insisten en que los toros viven en relativa comodidad en ganaderías y que la lidia es un arte que celebra su fuerza. Argumentan que el festival preserva el patrimonio cultural español y que prohibirlo erosionaría la identidad local. Pero la crítica no solo viene de fuera: dentro de España, las generaciones más jóvenes se suman a las protestas frente a las plazas.
La conciencia global sobre los derechos animales y la ética crece, y algunos proponen reinventar San Fermín para mantener su esencia festiva sin derramamiento de sangre. Se han sugerido alternativas, como en Portugal, donde los toros no mueren al final de la corrida. Otros festivales españoles, como La Tomatina y el Camino de Santiago, han demostrado ser atractivos a nivel mundial sin necesidad de violencia.
Con leyes de protección animal más estrictas y el acercamiento del festival de San Fermín 2025 en Pamplona, la pregunta sigue en el aire: ¿cuánto tiempo más se permitirá que el encierro continúe en su forma actual?