El Desfiladero del Tajo de Ronda se perfilá como una de las aventuras turísticas más emocionantes de 2026.
Tras su finalización, prevista para principios de la primavera, se espera que alcance una popularidad comparable a la del famoso Caminito del Rey.
Aunque no resulte tan vertiginosa como la pasarela cercana a Antequera, la atracción de Ronda ofrecerá un paisaje más espectacular y será de mayor interés para los amantes de la historia.
Consiste en una pasarela que, atravesando el imponente Tajo, permitirá a los visitantes recorrer el desfiladero desde un extremo del pueblo al otro, ofreciendo una perspectiva inédita de sus profundidades.
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El recorrido, que parte del casco histórico, desciende inicialmente hasta la base del Puente Nuevo, prosigue por la ladera de la garganta y finaliza en las impresionantes baños árabes.
Con una extensión de 750 metros, posibilitará observar de cerca el río Guadalevín, sus compuertas y sistemas de contención de inundaciones, además de apreciar la magnitud de la garganta desde su base.
Ya es posible realizar la mitad del trayecto descendiendo desde el Mirador de María Auxiliadora. Tras bajar cien escalones, se adquiere la entrada (5 €), que incluye una audioguía multilingüe.
Actualmente, y aunque se exija el uso de una red para el cabello y un casco, se puede caminar unos 250 metros hasta la base del célebre puente, finalizado en 1793.
Este puente es el más nuevo y grande de los tres que cruzan la sima de 120 metros, excavada por el río Guadalevín.
Desde lo alto es difícil valorar la envergadura de esta estructura de 98 metros, pero contemplarla desde su cimentación provoca una sensación sobrecogedora.
Su construcción, iniciada en 1759 y prolongada durante 34 años, presenta tres arcos superiores y dos pilares colosales.
Se trata de una sobresaliente obra de cantería que, durante dos siglos, fue el puente más alto del mundo y que, increíblemente, aún soporta tráfico en ambas direcciones.
En la cámara ubicada sobre el arco central, que en el pasado funcionó como prisión, se instaló una sala de torturas durante la Guerra Civil.
Algunas de las víctimas infortunadas fueron arrojadas por sus ventanas al cauce y las rocas del fondo.
Quienes padezcan vértigo pueden tranquilizarse: la pasarela no está suspendida sobre el río, por lo que carece de los aterradores tramos metálicos elevados del Caminito del Rey.
El uso del casco es obligatorio únicamente por el riesgo de desprendimientos, riesgo que se mitiga además con un techo metálico protector.
El único peligro real es tropezar en los escalones mientras se manipula la audioguía.
Al final del sendero se encuentran dos miradores excepcionales para disfrutar de la vista y capturar fotografías dignas de Instagram antes de regresar al pueblo.
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