Gwyneth: La biografía de Amy Odell – Gwyn y soportarlo

Gwyneth: La biografía empieza, donde más, con el huevo vaginal, un episodio que ha llegado a simbolizar la capacidad general de Paltrow de vender ideas absurdas a mujeres ricas y crédulas usando la burla generalizada como su combustible de marketing. (Por si necesitas un recordatorio: este fue el huevo de jade de $66 que Paltrow vendió a través de su marca de estilo de vida Goop y que prometía varios beneficios de salud al ser insertado.) El libro de Amy Odell, anunciado como que ofrece “perspectivas y detalles detrás de escenas de las relaciones de Paltrow, familia, amistades, películas icónicas”, así como su creación de Goop, no toma una postura particular sobre esto, ni sobre muchos de los episodios más divisivos de Paltrow, sino que nos ofrece lo que se siente como una caminata sincera a través de los años de fama de la actriz y gurú del bienestar. La autora escribe en los agradecimientos que habló con 220 personas para el libro, en cuyo caso tenemos que suponer que muchas de ellas tenían poco que decir.

Para ser justos con Odell, cuya biografía anterior fue de Anna Wintour, otro personaje complicado y controlador –aunque Wintour le dio a Odell algo de acceso–, el mundo de Paltrow es notoriamente difícil de romper si ella no está de acuerdo con un proyecto; la autora cita a numerosos periodistas encargados de perfilar a Paltrow para revistas que se encontraron excluidos de sus redes, y lo mismo le ocurre a ella en las primeras etapas de investigación. La tarea de Odell solo se complica más en la segunda mitad del libro, que aborda los años de Goop. Dado que, según afirma, muchos de sus empleados firmaron NDAs, esas secciones carecen incluso del modesto flujo de chismes que anima la primera mitad.

Que, por cierto, es perfectamente disfrutable. Me devoré el relato de Odell sobre la juventud de Paltrow como la hija simultáneamente mimada y benigna de dos grandes del espectáculo, la actriz Blythe Danner y el productor y director Bruce Paltrow. Danner es formal y poco emocional; Bruce Paltrow es más demostrativo pero aún así evasivo emocionalmente, y Odell recalienta algunos episodios bien documentados entre padre e hija, como el viaje que hicieron a París cuando Paltrow tenía alrededor de 10 años, durante el cual Bruce le dijo: “Quería que vieras París por primera vez con un hombre que siempre te amará, sin importar qué.” (Paltrow, en entrevistas, siempre ha ofrecido esta historia como un emotivo tributo al amor de su papá por ella.) Odell también nos cuenta el (creo que) detalle nuevo que, cuando Paltrow era mayor, “su papá una vez le dio ropa interior de encaje como regalo”. Es una pequeña adición pero se destaca frente a lo que se siente como el tesoro de material reconstituido del libro.

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En 1984, cuando Paltrow tenía 12 años, la familia se mudó de LA a Nueva York. Aprendemos que se sentía fuera de lugar en Spence, la escuela privada del Upper East Side donde el dinero es más viejo y la sangre más azul que en el hogar Danner-Paltrow. También aprendemos que, a pesar de esto, Paltrow –cuyo mayor pesadilla está listada en el anuario de la escuela secundaria como “obesidad”– logra formar un grupo alrededor de ella que puede o no haber estado involucrado en el dibujo de un pene en la pared de la biblioteca. Es cosa pequeña pero la tomaremos. Odell profundiza en el festival de teatro de Williamstown –presumiblemente porque el viejo teatro acordó hablar con ella–, un evento anual legendario en el rural Massachusetts donde Danner lleva a su hija cada verano, primero para ver a su madre en el escenario, y más tarde, para actuar ella misma. Me gustaron estos pasajes, en los que uno obtiene una real sensación de una escena de verano que siempre ha atraído a los mejores actores y a sus bebés nepo. En un momento, una Paltrow apenas adolescente toma el asiento del asistente de dirección y el jefe del festival no le pide que se mueva. Paltrow es consentida, pálida, a veces grosera, intensamente enfocada y en estas escenas, realmente cobra vida. Al estudiar a su mamá en el escenario, aprende cómo ser actriz.

Y así llegamos a los años en Hollywood, donde todo se vuelve menos fresco y más familiar. Pasamos por el contexto de las producciones de Emma, Shallow Hal y Shakespeare in Love y luego llegamos a Harvey Weinstein, a quien durante el primer momento de #MeToo, Paltrow acusó de hacerle una proposición. Odell cita de el libro de Jodi Kantor y Megan Twohey, She Said, pero no hay mucho más que se pueda sacar de una historia quebrada y perseguida por tan buenos reporteros. Lo que queda es una revisión de muchas cosas que ya sabemos –aunque hay un motivo muy divertido de esos años, que involucra a Paltrow imitando que se vomita detrás de las espaldas de personas que no le gustan, una de las cuales es Minnie Driver. (Equipo Driver aquí, obvio.) Además, un viejo amigo de Paltrow afirma que “ella inventó ghosting”, lo cual suena bastante correcto.

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Finalmente, Goop: esta era una historia a la que no había prestado mucha atención últimamente, así que una sorpresa genuina del libro es aprender que la compañía fundada por Paltrow en 2008 ha sido un negocio mucho más inestable de lo que se anunciaba. Sabemos que Goop pagó para resolver una demanda presentada por el Grupo de Trabajo de Alimentos, Drogas y Dispositivos Médicos de California por reclamos falsos sobre los beneficios para la salud de los huevos vaginales. Y también sabemos que aceptó juicios de la División Nacional de Publicidad sobre otros reclamos falsos. Pero, como dice Odell, la “mediocre gestión de Paltrow como CEO de Goop” ha asegurado que la compañía “no ha experimentado rentabilidad sostenida… y ha carecido de una estrategia de negocio clara mientras salta de una de las ideas de Gwyneth a la siguiente”.

Aquí hay una revelación: que Paltrow es taaan tacaña que utilizó a los editores culinarios de Goop para cocinar para ella. “En la oficina”, escribe Odell, “era un conocimiento común que los editores de comida iban a la casa de Gwyneth después del trabajo y le preparaban la cena bajo la apariencia de ‘pruebas de recetas’. Cuando ella y Brad Falchuk vivían separados, el editor de comida también traía la cena a su casa, lo que no era un paseo ligero en el tráfico de LA.” Ella también pidió a los proveedores que donaran sus servicios a su boda con Falchuk a cambio de publicidad.

El problema con todo esto es que Paltrow es un sujeto carente de encanto que nunca alcanza el nivel de monstruosa. Es una actriz aceptable, una empresaria regular –Kim Kardashian, como señala Odell, ha tenido mucho más éxito con su compañía, Skims. La historia, entonces, es menos sobre cómo Paltrow se convirtió en esta figura en la cultura que por qué demonios fue elevada en primer lugar. Odell no tiene el tiempo ni la inclinación para profundizar en esto, en cambio, ofrece líneas trilladas como, “la ames o la odies, durante más de 30 años, no hemos podido apartar la vista”.

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Al final, Odell traza una línea entre la venta de pseudociencia de Paltrow en Goop y Robert F. Kennedy Jr., “un compañero bebedor de leche cruda” y el secretario de salud escéptico sobre la vacuna de Trump, lo que se siente como un giro repentino hacia una voz autoral más interesante y segura. Si tan solo hubiera guiado todo el libro.